A buen ritmo, el teleférico del Teide asciende mientras los elementos del paisaje se van haciendo cada vez más pequeños y la panorámica se amplía más y más. El mejor momento para subir al Teide es a primera hora de la mañana cuando aún la mayor parte de los turistas continúan acomodados en sus hoteles. Si tomas una de las primeras cabinas, te sorprenderá ver que bajan ya viajeros o bien que están esperando arriba para descender. No es que hayan sido más madrugadores que tú sino que, probablemente, hayan decidido disfrutar de la experiencia de dormir una noche al raso en la cumbre del volcán. Su aspecto soñoliento y las caras ateridas de frío les delatan.
- El teleférico del Teide: una subida hasta los 3.555 metros
- Cómo surge la idea de un teleférico
- Las dos estaciones del teleférico
- Completa la visita del Teide
El teleférico del Teide: una subida hasta los 3.555 metros
Has leído bien, hasta los 3.555 metros. En esta experiencia que te proponemos ascenderás más de mil metros en sólo ocho minutos. Cuando llegues a la estación base podrás tomar café en el bar o comer algo en su restaurante-buffet antes de subir a la estación superior, a la que llaman La Rambleta. Una vez arriba existen varios senderos señalizados que puedes seguir para practicar un poco de caminata o de trekking. Los senderos del mirador de la Fortaleza y el del mirador de Pico Viejo son de acceso libre. Uno ofrece panorámicas de la zona norte y el otro del sur de la isla. Existe también otro sendero, el Telesforo Bravo, que conduce hasta el cráter pero se precisa un permiso especial que debes tramitar previamente en el Parque Nacional del Teide. No es difícil de obtener pero hay que hacerlo con tiempo.
Es necesario indicar también que el ascenso en teleférico no es adecuado para todos los públicos. De hecho, está contraindicado en caso de embarazo, niños menores de dos años o personas con problemas cardiovasculares.
Cómo surge la idea de un teleférico
Determinados medios de transporte que ahora nos parecen sencillos y habituales cuando surgieron supusieron todo un reto para el hombre. Con el proyecto del teleférico del Teide se deseaba facilitar la subida al volcán de todas las personas, fuese cual fuese su forma física. El primero que hizo referencia a la construcción de un teleférico fue Andrés de Arroyo y González de Chávez, que en uno de sus viajes por Europa en 1929 se dio cuenta de que en Alemania y Suiza existían estos “artilugios” que permitían disfrutar de magníficas panorámicas sin realizar esfuerzos. A su regreso, puso todo su empeño en dotar al Teide de algo similar.
Un año después, en 1930, ya estaba redactado el proyecto por José Ochoa Benjumea, un ingeniero de caminos canales y puertos. Éste serviría como base del proyecto definitivo de 1960 firmado por otros dos ingenieros, Miguel Pintor Domingo y Francisco Trujillo Armas. Dos años después comenzaron los trabajos y excavaciones para crear las estaciones, pero tuvieron que pasar 8 años hasta que estuvo finalizado. No fue una labor sencilla dado el desnivel del terreno, la dificultad para subir los materiales –a veces se emplearon burros– y las nevadas que se producían en invierno.
Tras superar todas las vicisitudes, finalmente se inauguró el 18 de julio de 1971 y en agosto se abrió al público. Es de suponer la emoción de tinerfeños y visitantes al desplazarse en pocos minutos hasta casi la cumbre del Teide. Como los tiempos van cambiando y las medidas de seguridad también, entre 1999 y 2007 se acometió una reforma y se sustituyeron las antiguas cabinas por otras más modernas y acordes con este siglo.
Las dos estaciones del teleférico
El teleférico del Teide proporciona un viaje directo, sin paradas, desde la base hasta casi la cima del volcán. La estación base, a la que se llega fácilmente por carretera, se encuentra a 2.356 metros de altitud. Una vez allí, puedes dejar el coche gratuitamente en el aparcamiento y subir en una de las dos cabinas que tienen. En cada una de ellas, entra un máximo de 44 pasajeros. Si el cielo está despejado las vistas según asciendes son increíbles porque se puede apreciar la orografía del terreno del Parque Nacional del Teide. Transcurridos los ocho minutos llegas a la estación superior, a 3.555 metros. Arriba no hay cafetería como en la otra estación, ni zona de bar, pero sí dispones de aseos, teléfono y wifi.
Durante los primeros minutos puedes pasear por los alrededores para percibir todas las perspectivas posibles desde esa altitud –y las tonalidades que aporta el sol al paisaje– pero luego anímate a emprender alguna de las rutas comentadas al inicio y que ahora te desarrollamos un poco más.
- Ruta al cráter del Teide (Telesforo Bravo). Conduce hasta la cumbre más alta de España y permite ver los perfiles de otras islas como Gran Canaria, La Palma, El Hierro y La Gomera. Reserva el permiso en Parques Nacionales.
- Ruta Mirador de la Fortaleza. Proporciona panorámicas de la zona norte de Tenerife, del valle de la Orotova y del lado cordal del monte de la Esperanza.
- Ruta Mirador Pico Viejo. Es uno de los paseos favoritos de cuantos suben en el teleférico porque proporciona bonitas vistas de la caldera de las Cañadas del Teide y se puede apreciar la tonalidad multicolor del cráter de Pico Viejo, los Roques de García y la montaña Guajara.
Completa la visita del Teide
No te conformes sólo con subir al teleférico y admirar las vistas, merece la pena que también recorras el magnífico Parque Nacional del Teide, el mayor espacio protegido de las Islas Canarias. Si durante el día te sorprenden sus paisajes –propios de otros planeta–, cuando cae la noche el cielo extiende un infinito manto de estrellas. Aprovecha la escasa o nula contaminación lumínica para realizar alguna actividad de observación de estrellas. En este lugar se encuentra el Observatorio del Teide, uno de los cinco puntos de observación más importantes del planeta.
La belleza de esta gran zona volcánica es tal que cualquier época del año es buena para recorrerla. En primavera, la floración de los tajinastes atrae cada año a miles de viajeros aficionados a la botánica. Si vas en invierno, puede que encuentres el Teide vestido con un bonito manto de nieve, y en verano y otoño son los tonos ocres, amarillos y rojos los que deslumbran.
El Teide es un lugar sagrado desde la antigüedad, un volcán que infundía respeto a sus primeros habitantes y que a todos nos embruja con solo mirarlo.