En 1238, recién conquistada Valencia para los cristianos por el rey Jaume I, se constituye la sede catedralicia de la ciudad en la antigua mezquita, tras reconvertirla para el culto cristiano. Esta mezquita, a su vez, ocupaba la antigua catedral visigoda, levantada sobre un templo romano del que aún quedan en pie las columnas en el anexo Centro Arqueológico de la Almoina. En cualquier caso, en 1262 comienzan las obras de una nueva catedral de estilo gótico cuya construcción se prolongaría hasta el siglo XV, añadiéndose en siglos posteriores elementos renacentistas, barrocos y neoclásicos que hacen del templo una joya arquitectónica. Desde sus orígenes, la catedral estuvo advocada a la Asunción de Santa María por deseo de Jaume I, quien había llevado una imagen de madera de la Virgen durante toda la campaña militar contra el reino musulmán de Valencia. Historia y arte se entrelazan en la seo valenciana, refugio de tesoros como los frescos renacentistas del Altar Mayor, descubiertos en 2004 tras siglos ocultos por una bóveda, y del que para muchos es el Santo Cáliz del que bebió Jesucristo en la última cena.
- ¿El Santo Grial en Valencia?
- Los frescos renacentistas del Altar Mayor: un tesoro oculto durante más de 300 años
- Otras cosas que no hay que perderse en la Catedral
- Catedral de Valencia
- Museo Catedralicio Diocesano de Valencia
¿El Santo Grial en Valencia?
La bellísima Capilla del Santo Cáliz esconde la leyenda más fascinante de las protagonizadas por la Catedral de Valencia. Bajo una elegante bóveda gótica, un retablo de alabastro enmarca el que, para varios historiadores, es el objeto más buscado en la historia de Occidente: el Santo Grial. Una copa de piedra de ágata pulida, de color rojo oscuro y fechada en torno al siglo I d.C., reposa sobre un pie con asas guarnecido de oro y piedras preciosas que habría sido añadido ya en la Edad Media.
La leyenda traza un intrincado recorrido de la reliquia desde que San Pedro lo transportara a Roma tras la muerte de la Virgen María. Allí permanecería hasta el siglo III, cuando el Papa Sixto II, ante la represión romana contra los cristianos, habría entregado el objeto a su diácono San Lorenzo para que lo escondiera en el lugar de nacimiento de este, Huesca. La invasión árabe en el siglo VIII, sin embargo, obligaría a los cristianos a huir hacia el norte, llevando consigo el sagrado objeto primero a los Pirineos y, después, al monasterio de San Juan de la Peña, cerca de Jaca. Según varios historiadores, los monjes donarían la reliquia al rey Martín el Humano en 1399, habiendo permanecido en poder del Reino de Aragón, hasta que en 1437 el monarca Alfonso el Magnánimo la entregara a la Catedral de Valencia para su custodia.
Pese a que varios historiadores de prestigio respaldan la hipótesis de que las leyendas griálicas medievales se basen en el Santo Cáliz de la Catedral de Valencia, el Vaticano nunca se ha pronunciado sobre la autenticidad de este relato.
Los frescos renacentistas del Altar Mayor: un tesoro oculto durante más de 300 años
Una de las mayores joyas de la Catedral estuvo oculta a los ojos de los fieles y visitantes entre 1674 y 2004, cuando por mero azar se descubrieron, cubiertas por la bóveda barroca del Altar Mayor, unas hermosas pinturas al fresco que tienen un inmenso valor por ser uno de los mejores ejemplos del primer Renacimiento Español. Los frescos, que representan a doce ángeles tocando instrumentos de la época en un cielo estrellado, fueron encargadas en 1476 por el cardenal Rodrigo de Borja, quien se convertiría en el Papa Alejandro VI, a los artistas italianos Paolo da San Leocadio y Francesco Pagano. Dos siglos más tarde, durante una reforma barroca llevada a cabo por el arquitecto Juan Pérez Castiel, las pinturas quedarían cubiertas por una ostentosa bóveda de estilo rococó. Ahora, de nuevo, todo el mundo puede admirar esta joya, que está en consonancia con el bello retablo renacentista del Altar Mayor. En realidad, este retablo es solo el enorme armario que guardaba un lujoso retablo de plata que sería fundido en 1812, para acuñar moneda en la guerra contra Napoleón. Pese a ello, solo el armario es de una gran belleza, estando cubierto con pinturas de escenas de la vida de Jesús y la Virgen, obra de dos artistas españoles, Fernando Yáñez de la Almedina y Hernando de los Llanos, que fueron colaboradores de Leonardo Da Vinci.
Otras cosas que no hay que perderse en la Catedral
Nuestro recorrido por la Catedral no puede obviar otros elementos característicos del templo. En el exterior, las tres puertas principales al templo son buena muestra de la variedad de estilos superpuestos, pasando de la románica Puerta de l’Almoina, la más antigua de la catedral, a la gótica Puerta de los Apóstoles (siglo XIV) y a la barroca Puerta de los Hierros (siglo XVIII), hoy el principal acceso. Desde fuera también podemos acceder a la Capilla de Sant Jordi, adosada al ábside en el punto donde Jaume I celebró la primera misa tras la conquista de la ciudad, el 9 de octubre de 1238, en lo que entonces era la mezquita mayor. La capilla está presidida por la pintura Sant Jordi en la batalla del Puig, acontecida en 1237.
Por último, hemos de subir a la torre campanario de la Catedral, el famoso Micalet o Miguelete, un ejemplo del gótico valenciano que constituye uno de los símbolos más queridos de la ciudad. Tras subir 207 escalones, llegaremos a una terraza que ofrece las mejores vistas panorámicas de Valencia.
Ya en el interior del templo, una de las vistas más espectaculares es la de la cúpula del cimborrio gótico, un prisma octogonal de 39 metros de altura por cuyos 16 ventanales de arco ojival se cuela la luz solar en el recinto. Otro de los elementos más característicos de la Catedral es la Girola, el espacio para que los fieles deambulen por el ábside alrededor del Altar Mayor, que cuenta con ocho capillas y es de las zonas más antiguas del templo.
Y entre las múltiples capillas del recinto, quizá la más famosa sea la Capilla de la Resurrección por exponerse en ella brazo incorrupto de San Vicente Mártir, un clérigo español que fue martirizado por los romanos en Valencia en el año 303 y es patrón de Valencia. Otro Vicente de quien podemos encontrar varias esculturas y alusiones en la Catedral es San Vicente Ferrer, el dominico valenciano recordado en muchos lugares de Europa por sus viajes de predicación en asno y milagros, actual patrón de la Comunidad Valenciana.
Catedral de Valencia
Ya en el interior del templo, una de las vistas más espectaculares es la de la cúpula del cimborrio gótico, un prisma octogonal de 39 metros de altura por cuyos 16 ventanales de arco ojival se cuela la luz solar en el recinto. Otro de los elementos más característicos de la Catedral es la Girola, el espacio para que los fieles deambulen por el ábside alrededor del Altar Mayor, que cuenta con ocho capillas y es de las zonas más antiguas del templo.
Y entre las múltiples capillas del recinto, quizá la más famosa sea la Capilla de la Resurrección por exponerse en ella brazo incorrupto de San Vicente Mártir, un clérigo español que fue martirizado por los romanos en Valencia en el año 303 y es patrón de Valencia. Otro Vicente de quien podemos encontrar varias esculturas y alusiones en la Catedral es San Vicente Ferrer, el dominico valenciano recordado en muchos lugares de Europa por sus viajes de predicación en asno y milagros, actual patrón de la Comunidad Valenciana.
El Miguelete
Desde el interior del templo se accede también al Miguelete (o Micalet), es decir, la torre campanario de la Catedral, que es uno de los símbolos arquitectónicos más queridos de la ciudad. Un ejemplo del gótico valenciano, construido entre los siglos XIV, fundamentalmente por Andrés Juliá, y que tiene casi 51 metros de altura.
Tras subir 207 escalones, llegaremos a una terraza que ofrece las mejores vistas panorámicas de Valencia. La parte superior del Miguelete alberga una de los mejores colecciones de campanas góticas existente en tierras de la antigua Corona de Aragón. Todas ellas tienen nombre y destaca la que da nombre a la torre. Es la que, de alguna forma, marca el ritmo de la ciudad histórica, pues suena cada hora en punto. Se fundió y colocó en este lugar en 1539 y tiene un peso de 7.514 kilogramos.
Museo Catedralicio Diocesano de Valencia
Por último, podemos rematar nuestro recorrido por el templo con una visita al Museo Catedralicio Diocesano de Valencia, ubicado en un edificio adosado a la Catedral. Además de ofrecer una visita subterránea por la Valencia romana, el centro expone más de 300 piezas de arte sacro entre las que destacan pinturas antiguas como Los siete dolores de la Virgen María, de Paolo de San Leocadio, La duda de santo Tomás , de Marçal de Sax, o Improperios, del anónimo Maestro de Alcira.
Y joyas arquitectónicas restauradas como el campanario románico primitivo de la Catedral o la sala que ocupó la Biblioteca de los Borja, en el siglo XV. Nada más entrar al museo, nos recibirá la Custodia procesional del Corpus Christi, que se saca a las calles cada año y está considerada como la más grande del mundo.