El Museo Fallero es un espacio imprescindible en Valencia para comprender la relevancia que tienen Las Fallas en la ciudad. Reconocidas por la Unesco como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en 2016, estas fiestas atraen cada año a miles de visitantes dispuestos a disfrutar de todo el folclore que se desarrolla alrededor del 19 de marzo. Durante unos días se pueden contemplar en las calles más de 800 instalaciones de madera y cartón piedra, entre otros materiales, que representan imágenes cotidianas, de fantasía, parodias que aluden a la actualidad y divertidas escenas satíricas. Las figuras que aparecen en dichos monumentos falleros se denominan ninots y cada año se elige uno que se librará de ser destruido, porque ser quemado es el destino de estos increíbles conjuntos.
Los ninots indultados del Museo Fallero
La colección de ninots que se expone en el Museo Fallero está compuesta por los ninots indultados a lo largo de los años, exactamente desde 1934. El procedimiento por el que pasan las figuras antes de llegar al museo es el siguiente: cada comisión selecciona un ninot que se muestra en una exposición colectiva abierta al público desde comienzos de febrero hasta el día de la “plantá”, nombre con el que se conoce el momento en que esa figura se devuelve al conjunto del que forma parte. La figura o ninot más votado por los visitantes de dicha exposición no se quemará con el resto y se conservará en el Museo Fallero. Con las fallas infantiles el proceso es idéntico y los ninots también forman parte de la exhibición comentada.
En el Museo Fallero, por tanto, tendrás la posibilidad de dar un paseo por la historia disfrutando con las figuras o pequeños grupos de ninots que se libraron de la hoguera. Para visitarlo tendrás que dirigirte al antiguo convento de la Casa Misión de San Vicente de Paúl donde se ubica desde 1971. La colección está compuesta por ninots tradicionales e infantiles, los más antiguos se remontan a 1934, además de carteles que anuncian los finalistas y ganadores de las Fallas. Se exponen al público también cuadros con retratos de la falleras mayores, desde 1995, y las insignias históricas de las comisiones falleras de la ciudad.
La creciente monumentalidad de los conjuntos falleros es lo que llevó a que se estableciesen concursos y que se hiciese oficial el ‘L’indult del foc’, o indulto del fuego, en 1934. Esa es la razón de que no haya ninots anteriores a esa fecha en el Museo Fallero.
La evolución de los ninots
Los ninots han ido evolucionando con el transcurso del tiempo tanto en el diseño como en los materiales empleados y eso se puede observar en el Museo Fallero. En las décadas de 1930 y 1940 se solía emplear cera, madera y tela, y lo habitual era que se representaran escenas tradicionales. Ya a finales de los cuarenta, se comienzan a ver referencias a personajes populares y actores de cine. Una década después, en los 50, las figuras de los conjuntos se comienzan a relacionar entre sí. La temática tiende a ser social en una época donde las necesidades de los ciudadanos eran acuciantes. Aunque en los años 60 y 70 prima la crítica y el humor, aún no existe un trasfondo político importante. Las dos siguientes décadas, 80 y 90, estuvieron marcadas por conjuntos que representaban oficios, escenas familiares o con cierto toque humorístico.
Los ninots infantiles no es que hayan sido realizados por niños, sino que son juzgados por una comisión infantil. La temática, por tanto, suele estar marcada por los personajes que en ese momento formen parte de la esfera de los más pequeños. El primero indultado es de 1963. A lo largo del tiempo se han representado personajes de cuentos, de series de televisión y de cine, además de otras más locales, que aluden a la fantasía o a seres mitológicos.
Insignias y carteles de Las Fallas
Aparte de personajes y grupos de ninots en el Museo Fallero también se puede ver una amplia colección de insignias falleras, que son la expresión iconográfica y heráldica que las comisiones falleras quieren comunicar. Estos grupos o comisiones, que se dividen habitualmente por barrios, organizan todo lo relacionado con su falla y transmiten los valores a las nuevas generaciones. Tras la ‘cremá’, cuando se queman las fallas, se disuelven y se organiza una nueva comisión que será la encargada durante el año siguiente. Durante ese periodo cada “asociado” paga una cuota mensual que le da derecho a participar de los eventos que se realizan en el “Casal Faller”.
Otra figura icónica imprescindible, la fallera mayor, surgió en 1931 y es el símbolo femenino que tiene más fuerza en las fiestas. Ellas intervienen en determinados rituales durante todo el año, según manda la tradición, y su retrato colgará finalmente del Museo Fallero.
Una fiesta protegida por la Unesco
La protección que ha recibido la Fiesta de Las Fallas por parte de la Unesco respalda la reivindicación cultural valenciana y justifica la existencia del Museo Fallero. En esta fiesta, que muchos turistas identifican solo con un festival de diversión, intervienen numerosos elementos que es preciso conocer para valorarla en su justa medida. Entre ellos se encuentra la pirotecnia, cuyo origen se remonta a la época musulmana. En el programa de actos tienen una especial relevancia manifestaciones como la mascletà. La música tradicional también es otra parte indispensable de la fiesta, al igual que el arte y la artesanía. Los artistas falleros deben saber un poco de todo, arquitectura, pintura, escultura, decoración, etc. para dar forma a una instalación efímera que será quemada el Día de San José. Si antaño se construía absolutamente todo a mano, hoy día con la ayuda de la tecnología se puede alcanzar una perfección absoluta.
La participación de artesanos en la elaboración de estas grandes instalaciones permite que este gremio que agrupa muchas profesiones pueda seguir en activo y transmitir sus conocimientos a las nuevas generaciones.