El palacio más hermoso de Valencia, el del Marqués de Dos Aguas, acoge el Museo Nacional de Cerámica en pleno casco antiguo de la ciudad. Sus fondos exhiben al arte de la alfarería y la historia industrial de Valencia por su gran tradición ceramista.
Antes de adentrarse en la historia de la cerámica conviene deleitarse frente a la imponente portada rococó en alabastro del palacio del siglo XVII. Es uno de los lugares más fotografiados de la ciudad por su espectacular imaginería. Sobresale la hornacina con la Virgen del Rosario, patrona del marquesado. Bajo ella se aprecian dos tallas de Hércules sujetando el escudo nobiliario. Mientras que en la zona inferior lucen dos atlantes, apoyados sobre ánforas, de las que surgen caudales a modo de ríos, en alusión al título del marquesado.
Museo de la cerámica en Valencia
Las ganas de conocer la Valencia más cosmopolita, la de las vajillas de reflejos metálicos, tan apreciadas por la realeza europea, nos lleva directamente hasta la segunda planta del museo donde se halla la colección de cerámica nacional. Concede media jornada a su visita pues sus salas esconden un valioso testigo en cada pieza.
Conviene iniciar la ruta en la sala de las culturas que nos lleva en un viaje a través del tiempo hasta la Prehistoria, cuando el arte de trabajar el barro comenzó a moldear la historia de la humanidad. Aunque no sería hasta la sedentarización, durante el Neolítico, cuando surgió la alfarería o arte de trabajar el barro cocido.
Con las vasijas utilizadas para el comercio entre los pueblos mediterráneos comienza el recorrido por el uso esencial de la cerámica como recipiente. Fueron los romanos los primeros en ser capaces de producirla en grandes cantidades. Mientras que los griegos, hace 2.500 años, les añadieron belleza estética al convertirlas en admirables contenedores con sus bajorrelieves negros decorados con esbeltas figuras. Con los íberos llegó a la península Ibérica la técnica de cocción en horno y el uso del torno.
La cerámica de Valencia se ve ampliamente influenciada por la cultura hispanomusulmana. En la sala del mundo musulmán no solo se ven los avances en la técnica para fabricar utensilios de usos culinarios, higiene e incluso revestimientos arquitectónicos, también surgen ya los fines meramente decorativos como la fuente medieval que estuviera en la valenciana plaza de la Figuereta.
En Valencia se cocía el cambio
La ciudad de Manises entró a formar parte de la historia de la cerámica europea a partir del siglo XIV. Entonces ya había sido conquistado el reino musulmán de Valencia y la afluencia de maestros alfareros del reino de Granada, huidos a territorios cristianos, permitió unir la influencia hispanomusulmana con los diseños gótico y mudéjar. Dio como resultado la típica cerámica verde azulada con dorado que tanto se apreció en Europa, sobre todo entre las familias reales que la consideraban un signo de distinción en sus mesas.
En la sala de cerámica mudéjar no olvidarás el origen de la frase popular “mantenerse en sus trece” al contemplar la imponente escultura yacente del “Papa Luna” o Benedicto XIII. Ya que la inspiró con su tenaz resistencia a sus enemigos. Es una magnífica pieza cerámica elaborada en Teruel de un característico tono azul turquesa.
Los gruesos azulejos o “socarrats” valencianos que fueron tan típicos en las fábricas a orillas del Turia, como las de la ciudad de Paterna, son lo que más llama la atención en la sala de cerámica arquitectónica medieval. Los típicos valencianos son con decoraciones en rojo y negro, tonos obtenidos con óxidos de hierro y manganeso. A ellos se suman piezas de otras regiones españolas en estilos árabe, gótico y renacentista.
Se empleaban como placas decorativas en techos y pavimento. A las familias burguesas les gustaba representar en ellas su heráldica, como veremos en los siete pavimentos completos que se conservan, además de los del palacio donde nos hallamos. O el que existiera en el palacio de los Boïl, señores de la ciudad de la cerámica, como se conoce popularmente a Manises.
En Valencia nació la técnica de loza dorada que, con la inclusión de reflejos metálicos, convirtió las vajillas en piezas de orfebrería. Su carácter de lujo se extendió por Aragón y Cataluña. Además, durante el Siglo de las Luces, se vio influenciada por la policromía al estilo italiano y el gusto francés por decorar la mesa.
Cerámica de Valencia, el material de moda
Con el beneplácito de los Borbones, en el año 1727, se funda la Real Fábrica de Alcora en Castellón. Aprovechando la gran tradición alfarera de la localidad, bajo las órdenes de maestros franceses, se inicia la gran innovación de la loza y porcelana. Se abandona la rudeza de la cerámica española por sus líneas suaves y tonos delicados. También se suman los cambios estéticos que incorporan la decoración barroca y neoclásica del momento.
La aplicación pictórica a los azulejos cerámicos es decimonónica. Mientras que el imperante romanticismo de la época hizo que fuese incorporada en todo tipo de decoraciones mobiliarias. Es entonces cuando se inició la producción industrial de cerámica en fábricas que, desde Valencia como impulsora, prosperaron por España. Un tiempo de esplendor amplificado con la exportación a América.
De la mano de piezas únicas como las de influencia orientalista, dedicadas al museo por Pablo Picasso, y las piezas que reflejan los movimientos culturales del siglo pasado, como el modernismo, se llega al fin de un recorrido en el que la humanidad ha permanecido con las manos en la masa para crear la cerámica.
Historia del palacio
El palacio se distribuye alrededor de un patio central. Tanto la planta principal como la primera han conservado las estancias de los marqueses. Cuyo aprecio por las artes destaca en el patio de la fuente mediante sus relieves de terracota. Verás representada a la Escultura, la Música, la Arquitectura -si te fijas comprobarás que sostiene un plano del palacio- la Música, el Comercio, la Agricultura, la Ciencia, las Letras y la Navegación.
Maestros valencianos
Entrando en la sala de personajes ilustres se ven los retratos de notables de las artes valencianas en medallones barrocos. Sustentados por figuras de querubines se distinguen al humanista y pedagogo de origen judío Lluís Vives, el poeta medieval Ausiàs March –el más destacado representante del Siglo de Oro valenciano- o el pintor renacentista Juan de Juanes. Mientras que en el salón chino, que aún conserva su aspecto de invitar a tomar el té, se conserva el mobiliario original lacado en negro del ebanista valenciano Federico Noguera y Picó. Al oratorio habrá que asomarse para contemplar las pinturas de José María Brel, uno de los más destacados pintores valencianos.
Los detalles más secretos
Entre las estancias privadas de los marqueses destaca el carácter femenino del tocador de lujo con el escudo marquesal taraceado en el pavimento. Pilares con relieves de estilo Luis XVI y una bóveda donde aparecen Venus, Cupido y las Tres Gracias completan el espacio exclusivo de la marquesa. Da acceso a la salita de porcelana de mobiliario original decorado con placas de porcelana de la Real Fábrica de Berlín entre pinturas con escenas pícaras, tiernos querubines y composiciones festivas que reflejan el carácter lúdico de la estancia.
El descubrimiento de la ciudad de Pompeya inspiró la sala pompeyana, donde se copiaron las decoraciones halladas en la ciudad asolada por la erupción del Vesubio el año 79. Completan las estancias de la planta noble la intensa policromía del salón rojo reina Ana y el salón de baile, el más ostentoso. Con su estilo neoimperial se mostraba a los invitados y, a través de su decoración, exhibía la opulencia del marquesado.