Las Torres de Quart son, junto a las Torres de Serranos, los únicos ingresos conservados hoy día de la antigua muralla medieval que custodiaba la capital valenciana. De hecho, acceder por las Torres de Quart a las estrechas calles de Ciutat Vella es reconstruir simbólicamente la vía seguida siglos atrás por los viajeros que llegaban a la población procedentes de Castilla. Bastan diez minutos a pie para cruzar el dintel del majestuoso portal, enfilar la calle Quart hasta la plaça del Tossal y, continuando por la calle de Caballeros, alcanzar la plaza de la Virgen, donde se halla la hermosa catedral de Valencia, el corazón de su casco antiguo.
La relevancia histórica de las Torres de Quart para Valencia
Este impresionante portal pétreo fue edificado entre 1441 y 1493, interviniendo en su proceso constructivo un total de cuatro maestros de obras, ya que a Francesc Baldomar —que dirigió las mismas entre 1441 y 1460— le dieron más tarde el relevo Jaume Pérez, Pere Compte y, por último, Pere Bonfill.
Las crónicas señalan que su denominación proviene del pueblo de Cuart de Poblet (situado a poco más de 5 kilómetros del centro de Valencia), por el cual pasaba el camino que conectaba la ciudad del Turia con Castilla. Sin embargo, esta construcción no fue conocida hasta 1874 como Portal de la Cal (o Torres de la Cal), por la sencilla razón de que en el siglo XVIII era la única puerta por la que se podía introducir dicho material en la ciudad.
Más allá de su función primigenia —la de controlar el acceso a la ciudad amurallada—, las Torres de Quart sirvieron en el siglo XVI como almacén de pólvora. Asimismo, en 1623 el Consell Municipal de la población determinó que sus dependencias acogieran una prisión para mujeres. A partir de 1813 volvió a emplearse como cárcel, militar en este caso; una función que adoptó tan sólo cinco años después de resistir al ataque de las tropas de Napoleón, cuyas huellas aún pueden apreciarse en su fachada externa.
Robustez y sobriedad: el edificio de las Torres de Quart
Como toda construcción de carácter militar, a la hora de levantar las Torres de Quart se primó, antes que cualquier criterio ornamental, su función defensiva. Así pues, actualmente siguen infundiendo al paseante ese halo de respeto que habitualmente generan las fortalezas medievales, reduciéndose en ella los elementos decorativos al escudo del Reino de Valencia, que se encuentra sobre la clave del arco de acceso y que está escoltado a su vez por los blasones de la ciudad.
Su planta es muy sencilla: dos gruesos torreones —semicirculares hacia el exterior de la ciudad y planos, en su cara interna— custodian la portada propiamente dicha, tan solo horadada por un arco de medio punto conformado por delgadas dovelas de piedra. En realidad, la piedra es usada exclusivamente en la portada, el basamento de las torres (en forma de talud) y las almenas de la parte superior, las cuales fueron reconstruidas en el siglo XX. El resto de la estructura está realizado con una mezcla de mortero y cal. Lo más llamativo de esta fachada (la que da al carrer de Guillem de Castro) son precisamente las 132 marcas de impactos de balas de cañón y las más de 1.000 huellas que dejaron los proyectiles de fusil durante la ocupación francesa.
La fachada interna es sin embargo mucho más diáfana, pues, además del arco de medio punto y de otro vano apuntado —situado sobre el primero—, sus torres albergan diferentes estancias abiertas, las cuales se encuentran rematadas con bóvedas de crucería. Asimismo, en esta otra cara de las Torres de Quart se aprecian las escaleras que conectan los distintos pisos, cuya desembocadura en la azotea se resuelve mediante garitas.
Este edificio constituye uno de los mejores ejemplares de arquitectura civil del gótico tardío y resulta inevitable compararlo con sus “hermanas” las Torres de Serranos. Si bien es cierto que a nivel estructural resultan muy cercanas, existen algunas diferencias entre ellas, como el hecho de que las Torres de Serranos presenten una planta poligonal (frente al diseño semicircular de las de Quart), mostrando asimismo las primeras un mayor número de elementos decorativos. Del mismo modo, los historiadores del arte aprecian ciertos paralelismos entre las Torres de Quart y la portada del Castel Nuevo de Nápoles, la cual fue concebida en forma de arco de triunfo para conmemorar la entrada de Alfonso V de Aragón en la ciudad italiana.
Las Torres de Quart: Valencia y su empeño en la preservación del monumento
En 1933, dos años después de que fuesen declaradas Monumento Nacional, la ciudad de Valencia inició una primera restauración de las torres de la calle Quart. Tras la Guerra Civil se impulsó otra intervención decisiva, centrada especialmente en la reconstrucción de las almenas y en la apertura de las dependencias que fueron cerradas en los tiempos en que ejerció de prisión. Finalmente, entre 1976 y 1982, Emilio Rieta López, por aquel entonces arquitecto municipal de Valencia, dirigió una rehabilitación integral del inmueble.
En todas estas intervenciones se siguió un criterio acertado: el de mantener los impactos de balas en su fachada externa, ya que las Torres de Quart, además de un importante vestigio del gótico tardío, son un relevante testimonio histórico de la ocupación francesa de Valencia.
¡Y eso no es todo! Desde su cubierta podrás disfrutar de unas panorámicas únicas del skyline de la ciudad.