Algunas columnas y obeliscos atraen a los visitantes que se acercan a la plaza de Sultanahmet. Se encuentra en el corazón de Estambul –antes Constantinopla; aún más atrás, Bizancio–. Y sus piedras conservan la memoria de los tiempos en que allí se levantaba un famoso hipódromo. Este rincón arbolado, rodeado por los más importantes monumentos turísticos de la ciudad, es como una especie de pasadizo al ayer, a la época de magia y esplendor del viejo Bizancio.
Queda muy poco del grandioso monumento. Fue destruido por los cruzados a su paso por la antigua Constantinopla. Lo que fue la pista original está dos o tres metros por debajo de la actual plaza. De ella brotan los escasos y valiosos elementos arquitectónicos que se conservan. Hace falta un poco de imaginación para recrear la emoción de los ciudadanos de antaño al asistir a las carreras de cuadrigas, así como a otros espectáculos que se celebraban en el lugar.
Hipódromo de Constantinopla, una intensa historia en el corazón de Estambul
La historia del Hipódromo de Constantinopla arranca de muy atrás. Sus orígenes datan de principios del siglo III d.C., cuando el emperador romano Septimio Severo mandó a construirlo. En aquellos tiempos, Bizancio ya disfrutaba de una posición estratégica, privilegiada. Pero hubo que esperar al siglo IV para que su gran poderío se hiciera patente. Se convirtió en capital del Imperio Romano por iniciativa de Constantino I, el Grande. Pasó a ser conocida como Constantinopla, la ciudad de Constantino, y se engrandeció con imponentes edificaciones.
Fue entonces cuando la renovación del hipódromo se convirtió en prioritaria y se procedió a una importante ampliación de su estructura. Inspirado en el Circo Máximo de Roma, cuyo modelo se extendió a las grandes ciudades romanas del imperio, el hipódromo se convirtió en centro de la vida social. Se estima que medía cerca de 400 metros de largo por aproximadamente 200 de ancho. Y, según distintas fuentes históricas, tenía capacidad para acoger a más de 60.000 personas.
Durante más de mil años la espectacular edificación fue el lugar donde se celebraban las famosas carreras de cuadrigas, así como juegos diversos, competiciones de atletismo, actividades de música y acrobacias. Pero el Hipódromo de Constantinopla también se utilizaba para otras ceremonias civiles como desfiles, ejecuciones públicas y humillaciones a los enemigos del emperador.
Después de la Cuarta Cruzada, a principios del siglo XIII, el Hipódromo fue saqueado y dejó de usarse. En 1453 los turcos otomanos conquistaron la ciudad y la convirtieron en la capital de su imperio, pero nunca volvieron a reconstruir la edificación. Parte de sus piedras se utilizaron para edificar la Mezquita Azul.
Peculiaridades arquitectónicas, empecemos por el Obelisco Egipcio
La pista en forma de U, heredada de los antiguos estadios griegos, era característica del Hipódromo de Estambul. El Kathisma o palco del emperador estaba situado en el extremo este de la pista y en la parte central había un muro bajo, alrededor del cual daban la vuelta los carros durante las carreras. Se llamaba la Spina y estaba adornada por estatuas, obeliscos y columnas.
Todos los monumentos fueron traídos por Constantino el Grande y sus sucesores de distintos rincones del imperio. A día de hoy sobreviven algunos de ellos. Destaca el Obelisco Egipcio, que sirve de punto de referencia a los visitantes de la plaza de Sultanahmet. En su origen tenía 60 metros de altura y fue construido por Tutmosis III, uno de los faraones más poderosos de Egipto, para conmemorar una exitosa campaña en Siria. Fue llevado a Constantinopla por Teodosio el Grande en el siglo IV y se rompió durante la carga. Lo que se salvó, su parte superior, se instaló en el hipódromo, encima de un pedestal de mármol decorado con bajorrelieves.
La columna Serpentiforme y el obelisco Constantino
Del antiguo hipódromo se conserva también la base de la columna Serpentiforme, denominada también el Trípode de Platea. En su día fue de lo más llamativo del lugar. Se encontraba en el templo de Apolo en Delfos y celebraba la victoria de los griegos sobre los persas durante las Guerras Médicas en el siglo V a.C. Constantino I ordenó trasladarla a Constantinopla para adornar el centro del hipódromo. Su parte superior constaba de una bola dorada sostenida por tres cabezas de serpiente. La bola desapareció en la Cuarta Cruzada y algunas partes de las cabezas se pueden ver en el Museo Arqueológico de Estambul.
En el entorno se sitúa también el obelisco de Constantino. La fecha de su construcción no se conoce con exactitud, pero en el siglo X fue restaurada por orden de Constantino VII. En su día se situó en el extremo sur del hipódromo. Mide 32 metros y consta de distintos bloques de piedra. Inicialmente estaban cubiertos con placas de bronce doradas que representaban las victorias de Basilio I, abuelo del mandatario. Estas fueron robadas durante la Cuarta Cruzada y se utilizaron para acuñar monedas.
La pista del hipódromo estaba decorada con solemnes estatuas. La monumental puerta de entrada se coronaba con un grupo de carrozas de bronce dorado. Todo fue saqueado en 1204, aunque sobrevive la representación de una cuadriga con cuatro caballos, realizados en bronce, que hoy adorna la Basílica de San Marcos en Venecia.
El Hipódromo de Constantinopla, principales acontecimientos
Las más importantes personalidades que acudían al hipódromo tenían asientos de mármol en las primeras filas. El resto de espectadores ocupaban bancos de piedra, aunque había vendedores ambulantes que alquilaban cojines para mayor comodidad. Todo resultaba espectacular en este lugar de encuentro, reunión y ocio que nos lleva a rememorar el esplendor de toda una época.
El espectáculo más célebre en el Hipódromo de Constantinopla era el de las carreras de carros denominados cisios. Pequeños, ligeros y manejables, eran tirados por dos o cuatro caballos y resultaban muy efectivos en carreras rápidas en las que se apostaban grandes cantidades de dinero. Hubo campeones célebres que llegaron a amasar fortunas. Toda la ciudad se dividía entre los seguidores de los distintos equipos. En los inicios llevaban nombres de diferentes colores, pero con el tiempo estos se redujeron a dos: azules y verdes.
Músicos, bailarines, acróbatas y entrenadores de animales divertían a la multitud durante los intermedios de las carreras. La rivalidad entre los grupos era muy fuerte y los competidores estaban apoyados por distintas facciones políticas y religiosas. En ocasiones se llegaron a producir disturbios muy graves, como los de Niká, acaecidos en el año 532.
El hipódromo en la actualidad, la plaza de Sultanahmet y su entorno
La algarabía del antiguo Hipódromo de Constantinopla se ha trasladado a la actual plaza de Sultanahmet. En el pasado eran los gritos de los partidarios de los verdes o los azules en las carreras de cuadrigas. Hoy es el ajetreo de los turistas, que se suma al canto de los muecines llamando a la oración, lo que otorga a la zona un carácter muy vivaz.
Todo lo que queda de la grandiosa construcción, centro de diversión y también de revueltas, se encuentra en este enclave, entre árboles y zonas ajardinadas. Además de los obeliscos y columnas que transportan al ayer, en la plaza destaca otro monumento más actual, la Fuente Alemana, una fuente octogonal abovedada que fue construida por el gobierno alemán en 1900 para dejar constancia de la visita a Estambul del emperador alemán Guillermo II en 1898.
La plaza de Sultanahmet está rodeada por importantes construcciones, por lo que llegar hasta ella no tiene secretos. Forma parte de las rutas turísticas por la ciudad. Aquí, en el entorno del antiguo hipódromo, se encuentra la llamativa Mezquita Azul, mandada a construir en 1609 por el sultán Ahmet I. Sus espectaculares cúpulas, sus minaretes y ventanales compiten en grandiosidad con su vecina, la célebre Santa Sofía, la imponente basílica de la etapa de Justiniano. Muy cerca también está el Palacio de Ibrahim Pasha. Núcleo de poder del Imperio Otomano, actualmente funciona como Museo del Arte Turco e Islámico.