Si quieres saber más sobre ella, adéntrate en su historia y patrimonio arqueológico para descubrir por qué hace miles años los indígenas ya la consideraban la montaña sagrada de la isla de Fuerteventura.
Montaña de Tindaya: arqueología, astronomía y leyenda
Un camino árido y pedregoso conduce hasta los pies de la montaña de Tindaya, que significa en guanche “Montaña Grande”. Un lugar mágico y lleno de energía donde, según los arqueoastrónomos, los aborígenes hicieron de su cima un templo al aire libre. En ella adoraban a los astros, invocaban a la lluvia para regar las cosechas, predecían la llegada de los solsticios y celebraban todo tipo de rituales. Tindaya era para los prehispánicos como un enorme reloj astronómico. Veamos a continuación cuál ha sido su papel a lo largo de la historia.
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Época prehispánica
En sus lomas se han encontrado grabados podomorfos, unos enigmáticos dibujos rupestres de entre 17 y 34 centímetros tallados directamente en la piedra, que representan más de 300 pies. Y lo más curioso es que todo apunta a que existe un patrón que los ordena y, por tanto, su disposición no es al azar.
Si te sitúas sobre ellos, en el lugar donde hay mayor agrupación de grabados, descubrirás que todos están orientados hacia las otras montañas del archipiélago canario: el Teide, en Tenerife y el Pico de las Nieves, en Gran Canaria.
Los arqueoastrónomos han querido ver en su disposición varias relaciones: la observación del tránsito de la luna, el deseo de averiguar la llegada del solsticio de invierno acompañado de las lluvias invernales, o la perfecta visualización del planeta Venus y el movimiento de los astros.
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Época cristiana
Con la conquista de las islas Canarias y, concretamente, de la isla de Fuerteventura en 1404 a manos de los normandos, estas prácticas cesaron dando lugar a otras enigmáticas concepciones de la montaña por parte de los cristianos.
Entre los siglos XV y XVIII tuvo lugar en toda Europa una “caza de brujas”, y Tindaya pasó a formar parte del imaginario popular como el lugar donde se ocultaban las brujas de Fuerteventura, dando lugar a la proliferación de todo tipo de cuentos y leyendas. De hecho, a los pies de la montaña hay una cavidad conocida como el Bailadero de las Brujas, un lugar donde, según la leyenda, se llevaban a cabo todo tipo de rituales de brujería.
Para contrarrestar la presencia satánica, la pequeña iglesia que descansa en el pueblo a los pies de la montaña, la ermita de Nuestra Señora de la Caridad (construida en el siglo XVIII) parece situarse ahí para rechazar los ritos paganos de Tindaya.
Rutas de senderismo en Tindaya y alrededores
Un aura de misticismo se percibe a medida que te aproximas a los pies de la montaña. Toda la extensión del Llano de Esquinzo, un terreno naranja, volcánico, árido y raso, como su propio nombre indica, invita al visitante a relajarse, pasear y observar desde la lejanía el esplendor del perfil de Tindaya. Existen múltiples rutas marcadas de senderismo que rodean la falda de la montaña, pero la recomendación es que vayas preparado con calzado cómodo, crema solar y agua, y te dejes llevar por la magia del lugar. ¡No te decepcionará!
Aunque puede resultar tentador ascender la montaña para conocer de primera mano los grabados podomorfos rupestres, hoy en día, algunos problemas con la gestión del patrimonio lo impiden. Se prevé que en el futuro sea de nuevo posible ascender por el sendero con autorización y acompañado con un guía acreditado. Hasta entonces, sé respetuoso con el patrimonio y disfruta de sus alrededores.
Tindaya, fauna y flora de Fuerteventura
A Tindaya le faltan en su haber pocos títulos y declaraciones de protección, porque ya ostenta los de Paraje Natural de Interés Nacional de Montaña, Área de Sensibilidad Ecológica, Monumento Natural (por su estructura geomorfológica) y Reserva de la Biosfera de Fuerteventura.
Además, es el hábitat natural de una fauna y flora autóctona muy valiosa. Aves como la aguililla, el cuervo o el alcaraván conviven con lagartos atlánticos, musarañas, conejos, cabras y ardillas morunas. Plantas propias de montaña, como líquenes, matorrales y arbustos, coexisten con otras plantas endémicas de la zona, como la cuernúa o “diente de perro”, una planta de alta toxicidad pero muy interesante desde el punto de vista medicinal. La riqueza ecológica de Tindaya es un motivo más para visitarla.
Tindaya, el pueblo
Con menos de mil habitantes, el pequeño pueblo de Tindaya es el punto de partida para todos aquellos que decidan ascender, o recorrer sus alrededores. En este tranquilo lugar a las faldas de la montaña hay que visitar la ermita de Nuestra Señora de la Caridad, un pequeño tesoro de blanca fachada, que ha sido declarado Bien de Interés Cultural.
Quizás el momento más bonito y romántico del día en Tindaya es el atardecer: el contraste con el paisaje anaranjado del Llano de Esquinzo y la gama cromática de la puesta del sol tiñen todo de un rojizo intenso y contribuyen a darle ese halo de misterio que tiene toda la zona.
Para reponer fuerzas, hay varios restaurantes en la zona que se han ganado fama entre turistas y vecinos de Tindaya. Entre ellos, el restaurante Los Podomorfos ofrece un ambiente muy agradable, música en vivo y una cocina moderna. Disfruta de la comida o cena con unas vistas increíbles de esta montaña sagrada. Y si buscas alejarte un poco más, el restaurante Casa Vieja, a siete kilómetros de Tindaya, o el restaurante Mahoh, a diez kilómetros, ofrecen una cocina elaborada con productos típicos de la isla y apta para los paladares más exquisitos. Sea como sea, ¡disfruta de tu visita a este mágico lugar!