¿Cómo debe ser vivir dentro de un edificio que es objeto de admiración de visitantes llegados del mundo entero? ¿O salir a la terraza a tomar el aire rodeado de murales y enrejados, de hipnótica belleza? La Casa Galimberti, revestida con azulejos de cerámica pintados al fuego, es un encantador ejemplo del Liberty italiano, el Art Nouveau, el modernismo que en España dio lugar a algunos de los más bellos ejemplos de la arquitectura, en especial de la mano de Antoni Gaudí.

La Casa Galimberti es un ejemplo de ese estilo de finales de siglo XIX y principios del XX que es el modernismo, cuya misión casi celestial era transformar cada espacio de la vida en una obra de arte. Fue un movimiento elitista, dedicado al arte por el arte, a la experiencia de la belleza subordinando a ella todo lo demás. Cualquier excusa era buena en el Art Nouveau para desafiar la rutina y las convenciones, para sorprender y maravillar al espectador.

La Casa Galimberti, un palacio del modernismo

La Casa Galimberti, diseñada por el arquitecto Giovanni Battista Bossi,  fue edificada entre los años 1903 y 1905 por encargo de los hermanos Galimberti. Estos eran promotores urbanísticos, y ya en esos años se habían encargado de la construcción de la Casa Campanini, otro de los edificios más representativos del modernismo milanés.

En este ambiente de exquisitez y gusto en la decoración, la emblemática Casa Galimberti ha sido famosa por sus azulejos y mosaicos, cuyo colorido se destaca sobre el ladrillo revestido del edificio.  Estas cerámicas se distribuyen de forma equilibrada a lo largo de toda la fachada, entre los geranios y flores de las macetas que descansan en los balcones. Las teselas están coloreadas a fuego, siguiendo los diseños y motivos del arquitecto Bossi.

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La preciosa fachada de la Casa Galimberti

En los mosaicos murales que adornan el primer piso de la Casa Galimberti, encontramos a personajes bucólicos realizando labores del campo, junto con mujeres que se recuestan entre las rosas para leer un libro o quedar en suspenso mirando a la calle. Muchas de ellas adoptan esa actitud distraída, pareciendo realmente reclinadas sobre los balcones, creando un efecto de gran belleza.  También aparecen pieles y flores exóticas, que recuerdan a ese gusto modernista por lo oriental, tropical  y todo lo que sea extraño y sugerente a la vista. En los pisos superiores, los mosaicos se unen y en esa continuidad aparecen enredaderas, troncos de vid y árboles que crecen y extienden sus hojas sobre los balcones.

Pero la Casa Galimberti lleva su belleza aun más allá. Las terrazas del primer piso se enmarcan en delicadas columnas, y los balaustres o antepechos de sus  balcones, tallados en hormigón, consiguen que este material se suavice en formas ondulantes, ramos florales o bellísimos capiteles.  Los balcones de los tres pisos superiores del edificio cuentan, por su parte, con enrejados ornamentales de hierro forjado. Nada ha sido aquí dejado al azar.

La Casa Galimberti, además, acaba de pasar por la enfermería y se encuentra en un estado inmejorable. Durante los años noventa, el edificio ha vivido una serie de restauraciones dedicadas, sobre todo a restablecer el color y brillo originales de los azulejos y motivos florales del primer piso y la entrada. Sin embargo, desde 2018 esa restauración se ha extendido a los muros exteriores, con lo que hoy día podemos disfrutar de ellos con la misma vitalidad que tuvieron en su día.

Historia de su construcción

El espacio en el que ahora se levanta la Casa Galimberti era antes ocupado por la Sociedad Anónima de los Omnibus (S.A.O.). Esta empresa era la encargada del transporte de la ciudad, en este caso del tranvía tirado por caballos, y la estación era el punto de salida de la ruta que llevaba desde Milán hasta Monza. En 1900 se le concede a la empresa Edison hacer un tranvía eléctrico, y el complejo de edificios donde se encontraba la S.A.O., que contaba con unos 300 caballos y un gran número de trabajadores, fue desmantelado. Es entonces cuando se abre una nueva calle, via Malpighi, donde se encontraría finalmente el edificio proyectado por los hermanos Galimberti.

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Parte de la fachada de la Casa Galimberti

La Casa Galimberti, diseñada por el arquitecto Giovanni Battista Bossi,  fue por tanto edificada entre los años 1903 y 1905, por encargo de los hermanos Galimberti. Estos eran promotores urbanísticos, y ya en esos años se habían encargado de la construcción de Casa Campanini, otro de los edificios más representativos del modernismo milanés, junto con la Casa Galimberti. El proyecto era obra de Alfredo Campanini, que decidió dedicarse a este nuevo estilo a causa de la mucha aceptación que tenía por parte del público.

En la Casa Galimberti, Giovanni Battista Bossi construye el basamento de la estructura de hormigón armado para protegerla de la humedad del terreno, ya que por debajo de sus suelos se deslizan las aguas del arroyo Gerenzana. Éste será también uno de los materiales que el arquitecto utilice para desafiar las convenciones, demostrando que también se puede llevar la delicadeza de su estilo hasta los materiales menos favorecedores.

El edificio ahora mismo tiene ocupadas sus plantas bajas por comercios y locales, y cuenta con cuatro pisos en total, de cuatro apartamentos cada uno de ellos.  Ocupa, además, uno de los ángulos de la Calle Malpighi, lo que le otorga su afilada forma actual.

El Art Nouveau y la Belle Époque

La Casa Galimberti es hija de la época que vivió, la Belle Époque, un período que abarcaría desde el fin de la guerra franco-prusiana en 1871 hasta el inicio de la Primera Guerra Mundial. Antes de que este conflicto terminara con muchas de las esperanzas e ideales de los intelectuales europeos, la Belle Époque fue un momento de optimismo, de experimentación y de renovación. Se recogieron motivos del arte japonés o africano, se rompieron los moldes que durante miles de años habían marcado el arte occidental; y la ciencia, la tecnología y la exploración geográfica siguieron un ascenso imparable.

Es por eso que la Casa Galimberti nos resulta tan curiosa hoy día: es un apartamento pero, ante todo, es un objeto estético, una afirmación de la belleza y del arte sobre lo cotidiano. Pocas veces la fantasía y la magia entran en nuestras ciudades de esta manera, triunfando sobre cualquier otra consideración de orden práctico y material.