En la misma Piazza del Duomo se encuentra el que ha sido el principal centro de poder de la región y, durante algún tiempo, de toda Italia: el Palacio Real de Milán. En este ilustre espacio podemos encontrar un museo pletórico de obras de arte, más de 1.500, procedentes de las más prestigiosas instituciones del mundo entero. Pero también vemos el rastro de las diversas cortes que por allí han pasado: Saboya, Habsburgo, e incluso la corte de Napoleón, al cual se le dedica un fresco, Apoteosis de Napoleón, rey de Italia. Este ejemplo de publicidad política napoleónica se encuentra dentro de una de las joyas del palacio, la sala de las Cariátides.
El Palazzo Reale de Milán exhibe salas exquisitamente decoradas donde priman el equilibrio y la elegancia de la arquitectura neoclásica. El arquitecto encargado de su remodelación en 1769, Piermarini, es el mismo del Teatro alla Scala. La belleza y suntuosidad del edificio le confieren un valor especial en una plaza tan exigente como es la de la Catedral de Milán.
Museos y salas del Palacio Real de Milán
El Palacio Real es para Milán, a día de hoy, su museo de referencia, y el más importante de toda la región. Encontramos allí más de 1.500 piezas de diferente antigüedad y valor material. Alberga también exposiciones temporales con obras cedidas por otras selectas instituciones internacionales. Podemos encontrar desde el impresionismo de Monet a trabajos de Leonardo da Vinci, del abstracto Kandinsky a Picasso. La variedad es tal que el palacio organiza incluso exposiciones de moda y diseño.
Este museo sigue un itinerario que está dividido según los vaivenes políticos sufridos por el propio Palacio Real de Milán. Comienza con la época Teresiana, en referencia a la archiduquesa de Austria y emperatriz consorte. María Teresa, una de las mujeres más influyentes y poderosas de la historia, introdujo gran cantidad de adornos y decoraciones barrocas. Madre de María Antonieta, la última reina de Francia que fue trágicamente decapitada en los albores de la Revolución Francesa, ella misma gobernó sus dominios desde el Palazzo Reale, dejando en él su huella.
Hasta este Palacio Real de Milán llegarán entonces los ecos de esa lejana revolución: Napoleón había sometido a Europa continental, y Milán es ahora parte de su imperio. El lujo que caracterizó al republicano Napoleón se deja sentir también aquí, en el Palazzo Reale donde residió. A él se dedica un fresco en la sala de las Cariátides, que es de los pocos originales que sobrevivió a los bombardeos de 1943 sobre la ciudad. El Palacio Real vivió posteriormente un período conocido como Restauración: tras la derrota de Napoleón, las casas reales y potencias europeas fijan las nuevas fronteras del continente. Por último, el museo dedica otro espacio a la unificación de Italia y a la historia del palacio desde esta fecha.
Los múltiples salones y estancias del Palazzo Reale de Milán evocan todavía épocas de un esplendor inimaginable, de recepciones y bailes, de grandes dinastías y cortesanos. Además, encontramos algunas estancias que merece la pena mencionar:
- Sala Cariatides: en 1745, Francesco Croce, famoso arquitecto adscrito a los trabajos en la Catedral del Duomo, fue el encargado de unir el espacio dedicado a los bailes con el de las audiencias en un único salón de baile, de 46 por 17 metros. En este amplio espacio, decorado con exquisitos frescos y un gran lujo, lo más destacado son las estatuas (cariátides) que, haciendo las funciones de pilar, parecen sostener el gran espacio.
- Sala de los Tapices: en ella encontramos los trabajos inspirados en la famosa Fábrica de los Gobelinos, en París, que durante siglos fue el centro de producción de los más lujosos tapices. A lo largo de la historia, los diferentes señores del palacio lograron reunir una soberbia colección.
El Palazzo Reale, una larga historia de poder en Milán
Desde la Edad Media, el Palacio Real de Milán fue el punto desde el que se gobernó la región. Entonces eran sociedades comunales medievales, unidas por pactos, las que tomaban decisiones desde sus estancias. Más adelante, serían las familias más poderosas de la región, los Visconti, Torriani y Sforza, los que lo convertirían en su centro de poder. Es bajo la casa de los Sforza cuando el palacio es renovado profundamente, con el fin de adecuarse al esplendor y grandeza de la vecina Catedral de Milán.
Cayendo el dominio de los Sforza, el Palacio Real de Milán vuelve a ser corte bajo la corona de Francia. Hacia el final del siglo XVI, Pellegrino Tibaldi, el arquitecto que estaba trabajando en el Duomo, es uno de los muchos que siguen con las renovaciones. Entre los curiosos cambios que sufre el palacio está el que llevó a cabo su benefactor, el gobernador Gonzaga, que demolió un templo adyacente, la iglesia de San Andre al Muro Rotto, con lo que pudo expandir su terreno. Además, conectó mediante un pasadizo el palacio con la también cercana iglesia de San Gottardo.
Después de sufrir varios incendios, llegó el momento de la reconstrucción del Palazzo Real encargada al arquitecto Piermarini. Éste definió el estilo neoclásico dominante del edificio, según las preferencias del propio hijo de María Teresa, el archiduque Fernando de Austria. Un año antes, el palacio estuvo a punto de contar con la presencia de Mozart, dirigiendo una de sus obras, pero la emperatriz consorte María Teresa no consintió la presencia del genial compositor.