Al cerrar los ojos y pensar en Milán, nuestro cerebro nos situará instantánea, y casi inevitablemente, en su Piazza del Duomo, frente a frente con la imponente catedral de la ciudad. La Piazza del Duomo ofrece, sin lugar a dudas, la imagen más evocadora de esta urbe italiana: no deja de ser una parada obligatoria para cualquier viajero, por mucho que visite Milán. Tampoco es difícil dejarse caer por allí, incluso sin pretenderlo: la principal plaza de la ciudad es también su corazón, ya que la vida de los milaneses gira a su alrededor.
Así, acercarse a ella no sólo servirá para tomarle el pulso a la ciudad más grande de la Lombardía, también es la ocasión perfecta de conocer algunos de sus grandes monumentos. Sin abandonar el perímetro verás la Catedral, las Galerías de Víctor Manuel II –y la estatua que le rinde homenaje– y el palacio del Arengario o palacio Real.
Una plaza con el majestuoso Duomo de Milán
La plaza, de planta rectangular, ocupa un espacio de 17.000 metros cuadrados de superficie. Ya existía en el siglo XIV con usos, fundamentalmente, comerciales, pero su aspecto actual es más moderno. La configuración se la debemos al diseño que realizó el arquitecto Giuseppe Mengoni a mediados del XIX.
Sorprende la riqueza monumental de los edificios de su superficie, pero en ella no se agotan las sorpresas. Bajo el pavimento, las obras del metro hicieron resurgir los cimientos de la antigua basílica de Santa Tecla, así como el baptisterio de San Juan de las Fuentes. Si esconce algún secreto más, está por ver… Pero, por el momento, ofrece un buen puñado de lugares que descubrir.
La catedral de Milán
Es una de las catedrales más impresionantes no sólo de Italia, sino del mundo entero. El Duomo de Milán (duomo, etimológicamente “casa de Dios” es la traducción de “catedral” en italiano) es la segunda catedral más grande del mundo, sólo superada por la de Sevilla. Las obras de construcción estuvieron a su altura, se colocó la primera piedra en el siglo XIV y, la última, seis siglos después, lo que hace que su estilo gótico se combine con el gótico tardío y el renacentista.
Más cifras para ilustrar su grandiosidad: mide 150 metros de altura y tiene capacidad suficiente para acoger 40.000 personas. Las características agujas que moldean su singular forma suman 135, cada una de ellas sosteniendo una estatua. Se dice que sus ventanales son, también, de los más grandes que existen en el planeta.
Además de admirar sus fachadas de mármol, para lo que es altamente recomendable tomarse algún tiempo, la catedral permite visitas más exhaustivas como:
- Conocer el interior del templo, dedicado a Santa María Nascente, y el museo catedralicio.
- Subir a la terraza de la catedral, bien en ascensor, bien a pie por las escaleras si se cuenta con salud y se quieren evitar colas y ahorrar unos euros. No hay mejor sitio para deleitarse con una vista panorámica de la Piazza del Duomo.
- Visitar el baptisterio y la zona arqueológica.
La galería Víctor Manuel II (Galleria Vittorio Emanuele II)
A la derecha de las puertas principales del Duomo, un gran arco anuncia el comienzo de la galería Víctor Manuel II. Dedicada al primer rey de Italia tras la unificación, además de cumplir con el práctico propósito de unir la plaza de la Catedral con la de la Scala (donde se encuentra el teatro della Scala, es una de las galerías comerciales más antiguas del mundo. Fue construida entre los años 1865 y 1877.
Cuesta no levantar la vista al dar el primer paso hacia su interior: impresiona la bóveda y las arcadas cubiertas de vidrio y hierro aunque, si el viajero baja la mirada, encontrará, a lo largo y ancho de sus cuatro plantas, algunas de las boutiques de moda más selectas de Italia, así como encantadores cafés y restaurantes.
Resérvese también un momento para admirar los mosaicos del suelo y para cumplir con la tradición de pisar con el talón los testículos al toro de Turín que encontrará representado. El gesto puede parecer un poco brusco, ¡pero augura buena suerte!
El palacio Real (palazzo Reale) o palacio del Arengario
Situado frente a la catedral, este palacio fue antaño sede gubernamental. Pertenece al estado desde 1920 y fue reconvertido en uno de los centros culturales más importantes de la ciudad. Las obras de construcción del palacete comenzaron en el siglo XIII, pero a lo largo del tiempo ha sufrido varias modificaciones; una de ellas, precisamente, para abrir el palacio a la Plaza del Duomo. Y la última para borrar las huellas de los bombardeos de 1943 sobre Milán durante la Segunda Guerra Mundial.
El monumento al rey Víctor Manuel II
En el centro de la plaza luce esta estatua ecuestre realizada en bronce que representa al monarca en una batalla, intentando frenar a su caballo. Su colocación, a finales del siglo XX, dio por concluidas las obras de la plaza que la alberga.
Palacio Carminati
Frente a la catedral, a la izquierda, llama la atención el palacio Carminati. Es una construcción privada, construida en el siglo XIX, que posee una admirable fachada, muy famosa durante el siglo XX por los llamativos anuncios fluorescentes que lucía. En su planta baja se sitúa una cafetería que es perfecta para retomar fuerzas antes de seguir explorando los alrededores de la Piazza del Duomo.