No hay un solo museo de Milán que no guarde más de un tesoro, pues esta urbe la han pisado los artistas italianos más insignes de todos los tiempos. El centro histórico de la ciudad es un auténtico hervidero en lo que a arte se refiere.
Si te encuentras en la magnífica Piazza del Duomo visitando la Catedral y el Palacio Real, no olvides dirigir tus pasos, después de contemplar estas joyas arquitectónicas, hacia la Piazza Pio XI, a unos escasos cinco minutos caminando. Este es el lugar que se escogió para levantar la Pinacoteca Ambrosiana, una de las más bellas galerías de Milán, en la que todos aquellos enamorados de Leonardo da Vinci, Tiziano o Caravaggio obtendrán una buena dosis de sus pinceladas.
De la biblioteca a la pinacoteca Ambrosiana de Milán
El cardenal Federico Borromeo fue un eminente humanista milanés que en el año 1607 decidió fundar una institución para la cultura y el estudio. De esta manera, en diciembre de 1609, abrió sus puertas la Biblioteca Ambrosiana, llamada así en honor de San Ambrosio, el patrón de Milán. La intención era garantizar un acceso cultural gratuito a todo aquel que quisiera aprender.
Se trata de una de las bibliotecas más antiguas de Europa y su colección se encuentra entre las más importantes del mundo. En la actualidad contiene más de un millón de volúmenes que incluyen incunables, manuscritos, dibujos, grabados y rarezas únicas.
La intención de Borromeo, en un primer momento, era que esta biblioteca sirviera de fuente para los eruditos contrarreformistas, pero se acabó convirtiendo en un auténtico templo de sabiduría. Puede presumir de contar entre sus adquisiciones con el famoso Códice Atlántico de Leonardo da Vinci.
Con el paso de los años las piezas fueron en aumento, por lo que el cardenal tomó la decisión de ampliar la biblioteca con un nuevo edificio, la Pinacoteca Ambrosiana. Esta construcción se inauguró en 1618 y sirvió para dar cobijo a las obras que el propio Borromeo había donado de su colección particular.
A las cerca de 250 piezas cedidas por el Cardenal se fueron añadiendo donaciones posteriores: pinturas de importantes artistas lombardos de los siglos XVII, XVIII, XIX y XX. Hoy en día, a través de las 24 salas de la Pinacoteca Ambrosiana se puede realizar un completo recorrido cronológico por el arte italiano.
El legado de Federico Borromeo se completa en la actualidad con la creación de la Academia Ambrosiana, donde se estudian lenguas y culturas antiguas. Un espacio dedicado al conocimiento y al diálogo entre estudiantes de todo el mundo.
Principales obras de la Pinacoteca Ambrosiana
El conjunto de edificios que en la actualidad acogen tanto la Biblioteca como la Pinacoteca Ambrosiana han sufrido diversas restauraciones a lo largo de su historia. Gravemente dañados durante los bombardeos de la II Guerra Mundial, las últimas renovaciones se realizaron a finales del siglo XX con la intención de dar a los espacios expositivos las mejores condiciones posibles.
Al recorrer las diferentes salas que conforman la Pinacoteca Ambrosiana, no olvides que hay algunas obras maestras entre sus colecciones que no te puedes perder:
- Virgen del Pabellón de Botticelli. Uno de los protagonistas indiscutibles del Quattrocento italiano nos deja aquí una singular tabla circular o tondo que data de 1493. Los rasgos más característicos de las vírgenes de Botticelli, de una extraordinaria belleza, seria y algo distraída, se pueden observar en esta pieza en la que María se representa como una Virgen de la Leche.
- Retrato de un músico de Leonardo da Vinci. Gracias a esta pintura tendrás la oportunidad de contemplar el único retrato masculino que Leonardo realizó en toda su carrera. Fechado en torno a 1485, la pincelada de Da Vinci es claramente reconocible en el rostro de la figura, aunque puede ser que los ropajes y otros detalles sean añadidos posteriores. Fue durante una restauración del siglo XX cuando se descubrió la mano y la partitura musical. Hoy en día los misterios que rodean este cuadro aun son muchos y son varios los expertos que investigan sobre la identidad de este hombre.
- Cartón de La Escuela de Atenas de Rafael. Sin duda alguna, una de las estrellas principales de la Pinacoteca Ambrosiana es este cartón preparatorio que realizó Rafael en 1509. Es el boceto previo a la maravillosa Escuela de Atenas de la estancia de la Signatura del Palacio Apostólico del Vaticano. Con sus casi ocho metros de longitud, es el cartón de mayor tamaño que ha sobrevivido del Renacimiento italiano. Es una oportunidad fantástica para comprobar los cambios que hizo Rafael entre el boceto y la obra final.
- Cesto con frutas de Caravaggio. Una de las naturalezas muertas más hermosas del maestro del tenebrismo también se conserva entre las paredes de la Pinacoteca Ambrosiana. Caravaggio ejecutó este lienzo entre 1597-1600 y aunque a simple vista parece sencillo, basta que te fijes un momento para darte cuenta de que estas frutas están llenas de agujeros de gusano. ¿El artista simplemente pintó los elementos que tenía a mano o quería simbolizar el paso del tiempo? Sea como sea, el fuerte realismo de esta pintura no te dejará indiferente.
La Adoración de los magos de Tiziano, Retrato de una dama de Ambrogio de Predis o San Juan Bautista de Gian Giacomo Caprotti también se encuentran entre las miles de obras de la pinacoteca.
Además, hallarás un amplio compendio de copias de célebres cuadros del Renacimiento. La realización de estas copias fue promovida por el cardenal Borromeo con fines didácticos. Entre otras, hay una réplica de ‘La última cena’ de Leonardo da Vinci.
Tampoco faltan los objetos raros, como los guantes que llevó Napoleón en Waterloo o un mechón de pelo que perteneció a Lucrezia Borgia y que atrajo durante años a curiosos de la talla de Lord Byron, en busca de un poco de inspiración.
No puedes abandonar estas dependencias sin entrar en la Biblioteca Ambrosiana. El ambiente tan especial que se crea y el olor de los libros antiguos te cautivará mientras recorres sus vitrinas. El Códice Atlántico es una de las posesiones más valiosas, más de 1.000 páginas en las que comprobar el ingenio de Leonardo de su propio puño y letra.
El fragmento de Muratori, ‘De divina proportione’, escrito por Luca Pacioli e ilustrado por Da Vinci, el famoso Codex Virgilianus que perteneció a Petrarca y en el que su querido amigo el pintor Simone Martini realizó una valiosa miniatura o los asombrosos grabados que guarda la Biblioteca Ambrosiana te harán comprender por qué hasta la novelista Mary Shelley la visitó durante su viaje a Milán.