Acceder a alguna de las cientos de galerías subterráneas que componen las catacumbas de Roma se convierte en una experiencia compleja pero enriquecedora. Aquellos que sean aprensivos a los espacios reducidos y sufran de claustrofobia puede que tengan que abstenerse de visitarlas pero os contamos como son cada una de ellas para que podáis elegir.
Los más atrevidos pasearán por los túneles angostos rodeados de nichos, solidarizándose así con los primigenios mártires que allí descansaron, y que hoy se han convertido en santuarios.
En cualquier caso, los aficionados a la Historia o, simplemente, enamorados de la Ciudad Eterna no pueden pasar por alto una visita a alguna de las mejores catacumbas de Roma. Recopilamos las imprescindibles. Pero antes se hace necesario tener claro qué son estas galerías subterráneas en las que descansaron los cuerpos de los primeros cristianos.
Qué son las catacumbas y por qué visitarlas
En la Antigua Roma la ley no permitía enterrar a los muertos dentro de las murallas de la ciudad. Al no contar con cementerios propios, los cristianos del siglo II comenzaron a construir una red de cementerios subterráneos en las afueras de la urbe. El término catacumba deriva del griego ‘kata’ (cerca) y ‘kymba’ (cavidad), porque en su origen estos camposantos se cimentaron cerca de cuevas naturales. A medida que pasaba el tiempo, las galerías de enterramiento eran cada vez más extensas.
El ‘edicto de Milán’ del año 313 de tolerancia del cristianismo, promulgado por el emperador Constantino, supuso el comienzo de la decadencia en el uso de las catacumbas y paulatinamente éstas se fueron abandonando.
A partir del siglo IX, como consecuencia de las continuas invasiones que sufría Roma, los vecinos de la ciudad decidieron trasladar los cuerpos de los mártires cristianos –y primeros papas–, que aún descansaban en las lúgubres galerías, a las basílicas distribuidas por la ciudad con el fin de protegerlos. Progresivamente, los nichos se fueron quedando vacíos y sus galerías fueron cayendo en el olvido. En los dos últimos siglos se han descubierto más de 30 catacumbas que, a través de las inscripciones de las lápidas, nos siguen contando las enormes dificultades que sufrieron los primeros cristianos hasta el triunfo definitivo de la Iglesia Católica.
Las mejores catacumbas de Roma: San Calixto, Priscila, San Sebastián, Domitila y el Vaticano
La vieja vía Appia Antica sale de Roma hacia el sudeste, desde la porta de San Sebastiano hasta Bríndisi, a 540 kilómetros, en la costa meridional del Adriático. Su construcción se inició en el año 312 a.C. y, a día de hoy, es una de las calzadas romanas mejor conservadas. Bordeada de cipreses, el tramo inicial del camino está jalonado por las catacumbas más impresionantes, así como de bellísimas ruinas y de tumbas romanas que ofrece un evocador y romántico entorno para pasear.
Catacumbas de San Sebastián
Construidas entre los siglos III y V, se trata del primer lugar de enterramiento cristiano que recibió el nombre de catacumba. Talladas en la roca caliza del subsuelo, las galerías cuentan con tres niveles bajo tierra. Los nichos, que en las catacumbas tienen el nombre de ‘loculi’, se encuentran cerrados con placas de mármol o tejas de terracota.
El conjunto lo preside una basílica cristiana construida a partir del siglo IV y finalizada en el siglo XVIII. Se cree que en las catacumbas que estaban bajo el templo reposaron los cuerpos de San Pedro y San Pablo, por lo que la iglesia se convirtió en un santuario de peregrinación. A partir del siglo XVI la basílica recibe el nombre de San Sebastiano, tercer patrón de Roma que fue ejecutado en el siglo IV y cuyos restos reposan en dicho templo.
Catacumbas de San Calixto
Son las catacumbas más grandes y visitadas de Roma. Parcialmente explorado, a día de hoy el camposanto subterráneo abarca una extensión de 15 hectáreas con 20 kilómetros de túneles, distribuidos en cuatro niveles que llegan hasta los 25 metros de profundidad.
Fundadas a finales del siglo II, llevan el nombre del papa Calixto I y se convirtieron en el primer cementerio oficial de la Iglesia romana recién establecida. Los arqueólogos han detectado los cuerpos de más de medio millón de personas enterradas allí entre los siglos II y V. Los siete papas martirizados durante el siglo III cuentan con una cripta particular y también se conserva la tumba original de Santa Cecilia, rodeada de frescos del siglo V. El sarcófago de la Santa fue trasladado en el año 820 a su iglesia en el Trastevere.
Catacumbas de Domitila
Este laberinto de 17 kilómetros de galerías –superpuestas en cuatro niveles– es uno de los mayores y más antiguos de Roma. Su acceso se encuentra algo alejado de la vía Appia Antica, aunque a unos 300 metros frente a las de San Calixto. Domitila es un compendio de los distintos tipos de sepulturas: el ‘loculus’ o nicho individual; el ‘arcosolium’, o panteón abovedado que podía albergar hasta 15 cuerpos; y el ‘cubiculum’, todo un panteón familiar propio de los clanes más adinerados.
Muchas de las tumbas, sobre todo las del siglo I y II, son paganas. Por ello, no es extraño ver cómo se alternan cámaras mortuorias con frescos de motivos tanto cristianos como paganos.
Sobre las catacumbas se alza la iglesia de Santi Nereus y Achilleus, un templo del siglo IV, aunque muy restaurado, dedicado a los soldados romanos martirizados por Diocleciano.
Catacumbas de Priscila
En la otra punta de Roma, al norte de la ciudad se encuentran las catacumbas de Priscila (vía Salaria, 430). Con 13 kilómetros de túneles, se trata de una de las catacumbas más antiguas. Además, alberga frescos cristianos de enorme calidad y muy relevantes para la historia de la iconografía, como por ejemplo una de las primeras representaciones de la Virgen María con el Niño Jesús.
Catacumbas del Vaticano
La antigua vía Cornelia, sobre la que posteriormente se levantó la basílica San Pedro, sirvió de sepultura para los primeros cristianos martirizados en el ‘circo romano’ a partir de la persecución de Nerón en el año 67. Con el tiempo, el lugar se convirtió en santuario de peregrinación hasta que en el año 319 el emperador Constantino lo eligió como lugar para la construcción de la basílica.
En 1949 se descubrió esta antigua necrópolis excelentemente conservada. Se pueden visitar hasta 22 mausoleos incluido el punto ‘P’, un pequeño espacio de 4×8 metros pavimentado con mosaicos. En su flanco derecho se encuentra un ‘loculus’ en la que se encontraron restos humanos y una tela con hilo de oro. En dicho sepulcro hay una inscripción datada en el año 160 en el que se lee “Petro Eni”, en griego, es decir “Pedro está aquí”.