No hubo circo más grande en la Antigua Roma que el ‘Circus Maximus’ –o Circo Máximo, en castellano–. Destinado principalmente a acoger competiciones de carros de caballos, así como otros espectáculos populares (desde luchas de gladiadores hasta atletismo), todavía conserva el honor de haber sido uno de los templos del entretenimiento más majestuosos de la historia. Sus restos, en los que el tiempo ha hecho estragos, siguen siendo testigo de ello: para los amantes de la Historia y, en particular, de la civilización romana, son una parada obligatoria en su visita a la capital italiana.
La grandeza del Circo Máximo de Roma
Hasta 300.000 espectadores tenían cabida en el Circo Máximo durante su época dorada en los primeros siglos de nuestro tiempo, lo que multiplica por seis el aforo del cercano Coliseo Romano, que tenía capacidad para dar cabida a aproximadamente 50.000 almas. Por utilizar una referencia actual, basta decir que el estadio Santiago Bernabéu tiene un aforo de poco más de 80.000 personas. Y puedes ahorrarte la búsqueda: no hay ningún estadio en ninguna parte del planeta con mayor capacidad que la que antaño tuviera el circo de Roma. El latín “Circus Maximus” significa “el circo más grande” y aquella denominación que se eligió para él le sigue haciendo justicia.
Un poco de historia del gran circo romano de Roma
Aunque se conservan restos de un circo de madera que existiría al menos en el XVII a.C., tras un incendio en el año 31 a.C. se ordenó la construcción de un circo más robusto, de piedra, que se erigió en el valle entre los montes Palatino y Aventino. Primero Julio César y luego Augusto supervisaron la construcción; posteriormente, otras cabezas del Imperio como Nerón, Tito, Trajano, Caracalla, Constantino o Costanzo II realizaron obras de ampliación, reforma o mantenimiento (el circo se volvió a incendiar hasta en tres ocasiones). Las instalaciones sirvieron al entretenimiento del pueblo romano hasta el siglo VI: las presiones de la Iglesia y la inminente caída del Imperio jugaron un papel decisivo en su declive.
Pero hasta ese momento el Circo Máximo fue el epicentro del ocio en la capital del Imperio. Su pista de carreras, cuyo perfil se conserva, tenía 600 metros de longitud por 140 metros de ancho y estaba dividida por una mediana, conocida como la “spina”, decorada con dos obeliscos egipcios.
Carreras de caballos y otros espectáculos del circo de Roma
El circo programaba principalmente carreras de coches de caballo. Por sus anchos carriles podían correr hasta una docena de carros tirados por cuatro caballos cada uno, que competían por los primeros puestos dando vueltas, girando alrededor de los postes que se colocaba en cada extremo de la spina, como si se tratase de un circuito. Después de siete vueltas, los ganadores recibían como premio una corona de laurel (de ahí la expresión “ser laureados”, que actualmente sigue utilizándose), aunque a veces estaba en juego mucho más: los esclavos podrían llegar a conseguir su acta de libertad.
Las carreras de carros no agotaban la oferta pública de espectáculos del circo de Roma: luchas de gladiadores, carreras de caballos individuales o exhibiciones hípicas, carreras a pie, simulaciones de batallas, obras de teatro e, incluso, ejecuciones tuvieron lugar sobre la arena.
Antes de la visita, no está de más observar alguna de las múltiples reconstrucciones que se han realizado del recinto para ayudar a la imaginación a darle forma ya que, de lo que en su día fue, no queda mucho en pie. Pero que eso no desanime al visitante.
El Circo Máximo es hoy un parque público
El circo de Roma ha tenido no pocos usos desde que se celebrara la última carrera en el año 549. Su superficie ha albergado desde cultivos a cementerios. ¡Incluso se utilizó como almacén de gas! Hoy en día del Circo Máximo se conserva apenas una enorme explanada en la que se aprecia la forma y el tamaño que tenía el recinto con precisión y claridad.
La entrada es gratuita desde 2016, año desde el que opera como parque público de la ciudad de Roma, lo que lo ha transformado en un agradable lugar tanto de paso como de esparcimiento, para turistas y locales. Su localización, muy cerca del Foro Romano, los Museos Capitolinos, del Coliseo o de las termas de Caracalla, convierte al recinto que ocupaba el antiguo circo en un excelente lugar donde hacer un descanso entre visita y visita.
Las pistas de carreras se conservan hoy cubiertas de hierba: del resto, poco o nada queda: los progresivos expolios de la piedra original, la recolocación de los monumentos (como el obelisco Flaminio, que el papa Sixto V hizo trasladar a la plaza del Popolo en el siglo XVI) y el paso del tiempo lo han hecho desaparecer progresivamente
Algunos proyectos pueden, sin embargo, paliar en parte este vacío. Por ejemplo, los recorridos Circo Experience ofrecen un paseo guiado de 40 minutos por los restos (disponible en español) apoyado en la realidad virtual y en la realidad aumentada. Lo que ya no se ve a simple vista, se puede observar a través de unas modernas gafas.
Además, el Circo Máximo no ha perdido su vocación de lugar de encuentro y de espectáculos: hoy en día, las ruinas son sede de conciertos y celebraciones deportivas. Además, hay en marcha una serie de excavaciones que prometen resultados interesantes, ya que se sospecha que bajo el suelo se encuentran buena parte de las ruinas del mismo.