Sobreponerte al impacto visual que te producirá subir hasta el monte Aventino, una de las siete colinas de Roma, y descubrir el idílico Giardino degli Aranci, te costará al menos otra pizza margarita. Y es que si hay un lugar singular, sorprendente, mágico y único, es este parque de más de 7.800 kilómetros cuadrados que discurre entre pinos, el aroma a azahar y la brisa romana.

Se encuentra a apenas 15 minutos caminando desde la estación de metro de Circo Massimo, y la entrada es libre. Abierto en invierno y en verano, merece la pena acercarse al atardecer para disfrutar de un remanso de paz en medio de la vorágine de Roma. ¿Te vienes a descubrirlo?

El Giardino degli Aranci o Jardín de los Naranjos de Roma

También conocido como parco Savello o parco degli Aranci –en italiano, parco significa parque–, su historia se remonta al siglo X, momento en el que la familia Savelli tenía ubicada su fortaleza en este lugar. Hoy desaparecida, puedes descubrir los restos de su muralla en el parque.

Como estaba situado al lado de la basílica de Santa Sabina, el parque se convirtió en el huerto de los frailes dominicos. No fue hasta 1932, con la nueva planificación urbanística del monte Aventino, cuando se constituyó como un bonito espacio público. Hay que señalar que fue gracias al buen hacer del arquitecto Raffaele De Vico.

 

 

Tomando como punto de partida el concepto arquitectónico de belvedere, el Giardino degli Aranci está pensado como un parque público con un gran espacio abierto donde admirar la “bella vista” de la ciudad. Totalmente simétrico, una gran avenida central lo divide en dos partes iguales y desemboca en un espectacular mirador. A cada lado, cientos de naranjos de fruta amarga confirman lo acertado de su nombre. Y, aunque hay leyendas que atribuyen cualidades mágicas y milagrosas a las naranjas de este parque, debes saber que no está permitido llevárselas.

¿Qué se ve desde el mirador del parco degli Aranci?

A pesar de lo complicado que es elegir en Roma un lugar que destaque sobre todos los demás, el atardecer desde este pintoresco mirador despliega un halo de espiritualidad y misticismo sobre la Ciudad Eterna.

Con la majestuosa cúpula de San Pietro presidiendo la panorámica justo en su punto central, los tejados, cúpulas y campanarios de Roma se suceden a uno y otro lado del mirador. Podrás distinguir varios de los lugares más característicos de la ciudad, como el monumento a Vittorio Emmanuelle II y la Piazza Venezia, o el barrio de Trastevere y sus iglesias al otro lado del río Tíber.

Giardino degli Aranci
Vistas desde Giardino degli Aranci

Las iglesias del monte Aventino: Santa Sabina y San Alessio

Mención aparte, como ocurre con todas las basílicas e iglesias de Roma, merecen las dos situadas en el Aventino: la iglesia dominica de Santa Sabina y la iglesia de San Bonifacio y San Alessio.

  • Basílica dominica de Santa Sabina

Conformando la entrada principal del Giardino degli Aranci, la basílica de Santa Sabina, construida en el siglo V, es uno de los mejores ejemplos de basílica paleocristiana que se conserva en Roma. Una planta longitudinal y diáfana permite que la luz llene todo el interior para que podamos deleitarnos en ella.

Dedicada a una antigua matrona romana que vivía en este lugar, son muchos los vestigios del siglo V que allí se conservan. Observa la puerta esculpida de madera de ciprés, las 24 columnas reaprovechadas de algún templo egipcio o romano, los mármoles del suelo, o un mosaico en su interior con una inscripción y la representación de dos figuras femeninas. Todo ello se considera de incalculable valor artístico.

En esta iglesia se halla también el origen de los naranjos, pues cuenta la leyenda que el monje dominico español Santo Domingo de Guzmán plantó en el jardín un naranjo que hoy, ocho siglos después, sigue floreciendo.

  • Basílica de San Bonifacio y San Alessio

Un poco más arriba se encuentra esta basílica, también bellísima y aún más antigua que Santa Sabina, pues está datada entre los siglos III y IV. La basílica de San Bonifacio y San Alessio posee reliquias de los dos santos que le dan nombre (además de otras como las de San Thomas Becket, arzobispo de Canterbury), y ha ido cambiando y reformándose a través de los años. Pero si hay algo que llama poderosamente la atención es su jardín, que compite con el Giardino degli Aranci en cuanto a vistas del atardecer.

El secreto mejor guardado de Roma: la cerradura de la villa de la Orden de Malta

Si quieres descubrir el verdadero secreto que esconde el monte Aventino, tendrás que subir un poco más arriba, a la villa del Priorato de los Caballeros de Malta. Para llegar, debes sobrepasar el Giardino degli Aranci y las iglesias de San Alessio y Santa Sabina hasta alcanzar el punto más alto del Aventino, la plaza de los Caballeros de Malta, lugar donde se encuentra dicha villa.

Probablemente la encontrarás cerrada, pero no importa. Si te aproximas a la cerradura del gran portón verde descubrirás uno de los misterios mejor guardados de la ciudad: un óvalo perfecto enmarca la cúpula de San Pedro. Este es el símbolo de los tres estados independientes que conviven en Roma: arriba, el Vaticano; en medio, el edificio que alberga la orden soberana y militar de Malta en la plaza de España; y, justo debajo, la nación de Italia.

¿Qué ver en los alrededores del Giardino degli Aranci?

Circo Máximo
Circo Máximo

Antes o después de visitar el Giardino degli Aranci, tus pasos te llevarán a otros puntos indispensables de Roma muy cercanos al monte Aventino. Toma nota de las siguientes opciones:

  • Circo Máximo.

Lo que hoy en día verás como una enorme explanada o parque de forma elíptica, antaño fue un gran espacio de reunión de la sociedad romana, el lugar donde se asistía a las carreras de carros y exhibiciones ecuestres. Si vas al Giardino degli Aranci  desde la parada de metro de Circo Massimo, no hay excusas para detenerse a contemplarlo e imaginar cómo pudo ser siglos atrás.

  • Bocca della Verità o Boca de la Verdad.

Probablemente la conozcas porque has visto la película Vacaciones en Roma. En ella, una tímida Audrey Hepburn mete la mano en la Boca de la Verdad ante la atenta mirada del galán Gregory Peck. Lo cierto es que esta gran máscara de mármol de 1.300 kg y 1,75 metros encierra una popular leyenda medieval: cuando alguien mete la mano en su gran boca abierta, corre el riesgo de perderla porque la boca podría cerrarse para siempre.