El Museo Nacional Romano es conocido por albergar algunas de las obras de arte más importantes del mundo. Fue fundado en 1889, tras la unificación de Italia, con el fin de coleccionar y conservar los hallazgos de las excavaciones urbanas. En un principio, la colección se estableció en el claustro de las termas de Diocleciano, construido por Miguel Ángel. Sin embargo, y debido al incesante aumento de las piezas, en la década de los noventa se amplió el espacio del museo a cuatro sedes. 

Palazzo Massimo alle Terme y los frescos romanos de los museos de Roma

Cuando Villa Peretti, antigua residencia del papa Sixto V (Felice Peretti), fue demolida en 1883, se construyó en su lugar la sede de un seminario jesuita. Durante la Segunda Guerra Mundial ese lugar se usó como hospital militar; sin embargo, en 1981, el edificio se encontraba en ruinas. El Estado se encargó de reformarlo y devolverle su anterior esplendor para, en 1995, inaugurarlo como sede del Museo Nacional Romano, aunque las obras terminaron tres años más tarde.

En su interior se conserva una de las mejores colecciones de monedas y esculturas, que abarcan diversos periodos del Imperio Romano y la República. Aunque son los frescos y mosaicos los que atraen el interés de coleccionistas, restauradores, investigadores y turistas. Éstos se encuentran en la planta superior y son, sin duda, reconocidos mundialmente. Quizás los más interesantes son los recuperados en Casa Livia, en el Monte Palatino, y en Villa Farnesina.

 

 

El primer piso y la planta baja alojan esculturas y retratos de la Antigua Roma, desde el siglo II a.C. hasta el I d.C. El nivel más bajo abarca desde la República hasta el nombramiento de Augusto como primer emperador, y el siguiente nivel desde ese momento en adelante. Algunas de las obras más famosas son Augusto de Vía Labicana, Discóbolo Lancelotti o General Tivoli. Entre las piezas que más llaman la atención están el sarcófago de Portonaccio, una pieza de mármol con diseños complejos y profusamente decorados que narran una batalla entre romanos y germanos. En el sótano se sitúa la colección de monedas y joyas, además de la momia de una niña de 8 años del siglo II d.C.

Termas de Diocleciano

Cuando el emperador Diocleciano mandó a construir las termas más grandes de la Antigua Roma se imaginó un lugar con capacidad para 3.000 personas, piscinas de diferentes temperaturas, sauna, gimnasio, salones de ocio e, incluso, una biblioteca. Después de siete años, su sueño se vio cumplido; sin embargo, muchos esclavos cristianos murieron durante las obras. Años después, se decidió levantar en ese mismo espacio la basílica de Santa María de los Ángeles y un hermoso claustro (diseñado por Miguel Ángel en el siglo XVI). Fue aquí donde nació el Museo Nacional Romano y se expusieron las primeras piezas de la colección. Otras zonas de las termas han sido rehabilitadas, a lo largo de varias décadas, para albergar piezas que van desde el siglo V a.C. hasta el III d.C. Destacan las estatuas y obras de arte funerario. Hoy el claustro acoge más de 400 obras.

Cripta Balbi

Se encuentra sobre los restos del teatro de Balbo, uno de los tres teatros de la Antigua Roma. Aunque era el de menor tamaño, con espacio para 7.700 espectadores, era sin duda el más lujoso en cuanto a decoración. Fue construido por Lucio Cornelio Balbo, un banquero y amigo del emperador Augusto, con el botín obtenido tras una batalla. Los restos hallados durante las excavaciones del Campo de Marte en 1981 (una antigua zona de culto al dios Marte donde se construyeron numerosos monumentos, hoy sepultados o confundidos entre los edificios modernos) se conservan en la Cripta Balbi, última sede del Museo Nacional Romano.

La zona también fue utilizada como letrina pública, y como sede de dos iglesias y sus monasterios. Por tanto, la riqueza de los estratos arquitectónicos y urbanos es inimaginable. En el sótano se encuentran los restos arqueológicos del teatro (cuya visita se hace guiada); sin embargo, en las plantas superiores se realiza un viaje desde la Antigüedad hasta la Edad Media, que nos permite conocer la historia y costumbres del pueblo romano.

Aunque expone piezas encontradas en el sitio, también otras provenientes de las colecciones del Foro Romano, el Museo del Palacio Venecia, de los Museos Capitalinos e, incluso, del rey Víctor Manuel III de Saboya, entre otras.

Palacio Altemps

Se construyó en el siglo XV por la familia Riario y, un siglo más tarde, se reformó por orden del cardenal Marco Sittico Altemps. Después de varios años en manos de la Iglesia, el Estado se hizo cargo del edificio y, en 1997, se comenzó a utilizar como museo. Aquí se expone una inmensa colección de esculturas griegas y romanas pertenecientes a familias nobles de los siglos XVI y XVII, por lo que la exposición se divide en función de las familias.

Una de las más grandes que se puede encontrar en el museo es la colección de Boncompagni Ludovisi, con más de 100 esculturas entre las que destacan el sarcófago y el trono, el Gálata Ludovisi (una de las mejores representaciones dramáticas) o el Ares Ludovisi. A los lados de los patios se encuentran las esculturas de Ciriaco Mattei, que adornaban los jardines de su villa.

De la extensa colección de Altemps, hoy repartida por el mundo, solo se conservan cuatro estatuas en el museo. Sin embargo, las piezas de la colección egipcia (encontradas en el Campo de Marte) sí que atraen las miradas de los visitantes. Algunas son originales de Egipto y otras copias romanas. También se puede visitar la capilla de San Aniceto, un pequeño santuario con las reliquias del undécimo papa de Roma, y el teatro privado del palacio Altemps, que acoge exposiciones temporales.

Estas cuatro sedes son, sin duda, parte del pasado vivo de la ciudad y uno de los mejores museos en Roma. Una visita muy recomendable.