En la Ciudad Eterna el tiempo es oro, pues son tantas las visitas y atractivos pendientes que la ciudad no admite descansos. Los tesoros del Vaticano, las bellas iglesias romanas, las animadas plazas llenas de maravillas escultóricas o sus incontables museos… en Roma nunca se para.  

En el apartado de los museos, no podrás afirmar que conoces Roma a fondo hasta que no te adentres en los Museos Capitolinos. Se sitúan en la plaza del Campidoglio, que ya guarda interés por sí misma, pues fue proyectada por Miguel Ángel. Reciben ese nombre por encontrarse en el Capitolio, la más pequeña de las colinas que hay en la urbe, a muy poca distancia del Foro Romano, del que podrás tener unas increíbles panorámicas. Son los encargados de custodiar la memoria de la Antigua Roma y su colección es, sin duda, uno de los platos fuertes en la ciudad.  

Cómo se forman los Museos Capitolinos de Roma 

Donde hoy se levantan los edificios que conforman los Museos Capitolinos, antes se hallaban algunas de las construcciones más destacadas de Roma. Aquí se encontraban el templo de Júpiter Capitolino, el más importante de la antigua ciudad, el templo de Juno Moneta o el Tabularium, que era la sede del archivo público. Muchos de los restos se pueden contemplar hoy en día durante el recorrido por las diferentes galerías expositivas.  

 

 

La historia de los Museos Capitolinos comienza cuando el papa Sixto IV se decide a acabar con las expoliaciones de antigüedades que se producían en Roma. Además de un edicto prohibiendo la exportación de piezas, crea un museo en el año 1471 para preservar el patrimonio arqueológico. Se funda en el palacio de los Conservadores, en la colina del Campidoglio, donando el papa un grupo de esculturas de bronce que se conservaban en el palacio de Letrán, entre ellos la famosa Loba Capitolina. Ese fue el germen de la colección.

Plaza de Campidoglio
La Plaza del Campidoglio desde un lateral de los Museos Capitolinos

Por aquel entonces era el conjunto de arte antiguo romano más prestigioso del mundo y sus adquisiciones irían en aumento. Las constantes excavaciones arqueológicas iban añadiendo nuevos descubrimientos a sus fondos, sin contar las donaciones papales y de otros grandes mecenas. Las piezas llegarán a tal número que deben edificar un nuevo espacio para contenerlas.  

Se encarga a Miguel Ángel otro edificio junto al palacio de los Conservadores, además de la restauración de toda la zona. Así, el gran arquitecto del momento proyecta la plaza del Campidoglio con todo lujo de detalles y una planta casi trapezoidal. Proyecta el Palacio Nuevo, piensa una reforma para la fachada del palacio de los Conservadores y añade una doble escalinata para dar mayor acceso al palacio Senatorial, la construcción principal de la plaza que hoy es la sede del Ayuntamiento. 

Sin embargo, las obras avanzaban tan lentamente que Miguel Ángel morirá antes de ver concluidos sus trabajos, que se terminaron finalmente en el siglo XVII siguiendo sus planos. El Palacio Nuevo se inaugura en 1654 y supone un desahogo para la inmensa cantidad de obras que había en el palacio de los Conservadores. Ambos edificios están conectados gracias a una galería subterránea, la Galería Lapidaria, que se construye en el siglo XX. 

Se abrirán oficialmente al público bajo el papado de Clemente XII en el año 1734. A mediados del siglo XVIII los Museos Capitolinos se seguirán enriqueciendo gracias a Benedicto XIV, que crea la Pinacoteca Capitolina al adquirir varias colecciones privadas de las familias Sacchetti y Pio.  

La última pieza que compone los Museos Capitolinos se concibe en 1997, al trasladar algunas de sus piezas a una antigua central termoeléctrica, la Centrale Montemartini. Se trata de un gran ejemplo de cómo se puede reaprovechar un espacio que ya no se usa y darle fines culturales. El entorno industrial en contraste con las esculturas clásicas es todo un acierto. Es un lugar donde también se organizan conciertos y diferentes actividades, a unos tres kilómetros de los museos.  

Las obras que no te puedes perder en los Museos Capitolinos 

Entre sus salas vas a descubrir auténticos iconos del arte, piezas mundialmente conocidas y que están llenas de significado para la ciudad de Roma. Gracias a la Galería Lapidaria te será más sencillo moverte de un lugar a otro, además de conocer algunos de los restos de antiguas edificaciones: 

  • Estatua ecuestre de Marco Aurelio. Puede que sea la obra más célebre de los Museos Capitolinos, por la importancia que tiene. Se trata de una escultura en bronce realizada en el siglo II, de las pocas que sobrevivieron durante la Edad Media y se seguía exhibiendo, pues se creía que representaba al emperador Constantino, el primero en legalizar el cristianismo.

    Marco Aurelio en Campidoglio
    El Emperador Marco Aurelio frente a los Museos Capitolinos

Se traslada a la plaza del Campidoglio en el siglo XVI, donde se sitúa en el centro y Miguel Ángel le diseña un pedestal. Hoy en día, la original se conserva en los museos para que esté protegida, siendo la de la plaza una copia. Es un testigo absoluto de la historia de la urbe.  

  • Luperca o Loba Capitolina. Según la mitología romana, Luperca fue la loba que amamantó a Rómulo y Remo, considerados los fundadores de Roma. Esta pieza es uno de los grandes símbolos de la Ciudad Eterna y no está exenta de controversia. Aunque siempre se ha pensado que la figura de la loba era etrusca, la datación actual la sitúa en el Medievo. Los dos niños son un añadido posterior del Renacimiento, posiblemente obra de Antonio Pollaiuolo. Es una de esas leyendas que siempre te acompaña.
  • Gálata moribundo. Esta copia romana en mármol de la original griega es otra de las estrellas de los Museos Capitolinos. El gran realismo de la escultura ha sobrecogido ya a muchas generaciones. Completamente desnudo, se niega a aceptar su muerte y la expresión de su rostro nos transmite todo su sufrimiento. Es una de las obras más reproducidas a lo largo de los siglos por los artistas, dado su grado de perfección.
  • Restos del Coloso de Constantino. Se trataba de una estatua sedente que representaba al emperador
    Estatua Colosal Constantino
    Cabeza del Coloso de Constantino

    Constantino I el Grande. La escultura fue saqueada y lo poco que quedó se halló en su lugar de origen, la basílica de Majencio en el Foro Romano. Hoy en día, estos enormes restos, donde destaca la cabeza, se conservan en los Museos Capitolinos.

  • Venus Capitolina. Aquí contemplaremos una réplica romana de la exquisita escultura realizada por Praxíteles. Venus o Afrodita sale del baño e intenta cubrir su desnudez. Es imposible no caer rendido ante su belleza.
  • Niño de la Espina. Esta pequeña estatua en bronce de época helenística es otra de las que más se ha reproducido a lo largo del tiempo, muy venerada en el Renacimiento y rodeada de las más diversas interpretaciones. Una postura algo particular, un gesto poco frecuente para plasmarlo en una escultura y sin embargo una pieza llena de ternura.

Estas son solo algunas de las sorpresas que te aguardan en los Museos Capitolinos. No dejes de recorrer la Pinacoteca si quieres descubrir joyas como La Buenaventura de Caravaggio, así como lienzos de Tiziano o Rubens. El famoso busto de la Medusa de Bernini también hará su aparición durante tu visita. Incontables retratos de filósofos y emperadores romanos irán desfilando ante tus ojos: Cicerón, Nerón, Caracalla, Trajano, etc. No dejes pasar la oportunidad de realizar este recorrido único por la memoria de Roma a través de sus piezas maestras.