Nápoles, la ciudad más poblada del sur de Italia, está hecha para perderse. Su carácter desordenado, indomable, se adapta sobre todo a los viajeros más inquietos. Aquellos que disfrutan de la improvisación, han encontrado su lugar en esta ciudad llena de mezclas, contrastes y pintorescas estampas cotidianas. Aunque la recorramos siguiendo indicaciones y rutas, siempre habrá un camino por el que desviarse. Un rincón con encanto, un desconocido motivo de interés.
Griegos y romanos, pero también bizantinos, normandos, franceses y españoles, han ido trazando el mapa complejo de esta ciudad con color y sabor propios. Imposible no evocar historias de la Camorra cuando se recorren sus calles estrechas, o no quedar deslumbrados ante las vistas del Vesubio desde sus miradores. Aunque una visita breve puede bastar para conocer sus lugares más emblemáticos, Nápoles invita a prolongar la estancia para acercarse a sus secretos.
Qué visitar en Nápoles. Empecemos por Spaccanapoli
Como en toda ciudad, es recomendable acudir al casco antiguo como primera toma de contacto con Nápoles. Spaccanapoli es una de sus tres calles más importantes. Su nombre, que hoy identifica a todo el centro histórico, significa Nápoles partida en dos. Desde hace 3.000 años esta vía separa el norte y el sur de la ciudad vieja.
La calle discurre en línea recta, a diferencia de otras mucho más laberínticas a su alrededor. Y según los tramos del trayecto va adquiriendo distintos nombres. La decadencia de sus edificios le otorgan un aire de tiempo detenido. Los aconteceres del día a día, las vistas de los balcones con las ropas tendidas, son uno de sus mayores atractivos. Más de una vespa se cruza en el camino del viajero atento a los niños que juegan en la calle. Tiendas de productos tradicionales y pizzerías muy visitadas por los lugareños reclaman su atención.
Son muchos los puntos de interés en Spaccanapoli. En la plaza Gesù Nuovo se puede visitar la iglesia del mismo nombre. Muy cerca se encuentra otro templo, el de San Domenico Maggiore. Tiene al frente un obelisco con el mismo nombre y una sirena esculpida en su parte inferior que es uno de los símbolos de la ciudad.
La Catedral de Nápoles, en honor a San Gennaro
La Catedral de Nápoles es conocida también como de San Gennaro o el Duomo. Es el monumento religioso más importante de una ciudad que cuenta con cientos de iglesias, amante de las procesiones y los ritos católicos. Llama la atención su hermosa fachada neogótica. En el interior se puede apreciar como el Gótico se entrecruza con el Barroco.
Las mezclas de construcciones, tradiciones y culturas, añaden personalidad a Nápoles. La catedral se levantó en 1314, sobre un templo dedicado al dios Apolo. El valor de las obras que contiene es muy elevado. Destaca su antiguo baptisterio y varias capillas. La capilla del Tesoro, de estilo Barroco, acoge la estatua de plata de San Gennaro, patrón de Nápoles, y la reliquia de su sangre.
La basílica y el convento de Santa Clara, lugar de paz
Otra edificación religiosa destacada del centro histórico es el complejo monástico de Santa Clara. Construido entre 1310 y 1340, sobre unos baños romanos, impresiona con sus cuatro espectaculares claustros. Su iglesia es la más grande de Nápoles en estilo Gótico. El conjunto cuenta con un museo que conserva restos de algunos frescos de Giotto.
El claustro de Santa Clara, con su jardín salpicado de columnatas, es un buen lugar para descansar a la sombra. Aquí, el viajero encuentra el silencio, la paz y la armonía. El ruido de la ciudad, su bullicio, quedan muy lejos.
El castel dell’Ovo, la leyenda de Virgilio
La perspectiva de Nápoles como ciudad de mar, se obtiene al visitar el castel dell’Ovo, castillo del Huevo en español. Es el más antiguo de la ciudad y fue edificado por los normandos en el siglo XII. Está situado sobre el islote de Megaris y esconde una curiosa leyenda. Se cuenta que Virgilio escondió un huevo mágico en sus cimientos. Si un día fuera encontrado y arrancado del lugar, la construcción caería y daría lugar a una gran catástrofe.
El castillo, que alberga en su interior la iglesia de Salvatore, está en Lungomare, el paseo marítimo. Desde sus terrazas se contemplan formidables vistas de Nápoles y su hermosa bahía, con el imponente Vesubio dominándolo todo.
El Barrio Español de Nápoles, un laberinto lleno de historia
Cerca del puerto de Nápoles comienza el Barrio Español. Su calle principal, Via Toledo, toma su denominación de Pedro Álvarez de Toledo, virrey de Nápoles. Entre los siglos XVI y XVII, la ciudad fue parte de la Corona de Aragón y allí se instalaron las guarniciones militares. Después, pasó a manos de los austriacos y fue recuperada por los Borbones, entre 1736 y principios del siglo XIX, cuando fue ocupada por Napoleón Bonaparte.
Calles estrechas y laberínticas caracterizan este barrio tan popular, de fisonomía caótica. Se recomienda no visitarlo de noche por la inseguridad de la que tiene fama. Pero de día bien merece un recorrido detenido. En él se descubren numerosas iglesias, el complejo di Santa Maria Dello Splendore, Villa Adriana y la edificación medieval del Castel Novo. Sorprenden al turista grafitis tan espectaculares como uno de Maradona, futbolista venerado desde que jugó en el Nápoles.
Debajo del Barrio Español se extiende el Nápoles subterráneo. Se trata de un conjunto de galerías creadas por los griegos como depósitos de agua. Durante la II Guerra Mundial sirvieron como refugio y, posteriormente, como basurero y escombrera. Hoy son un atractivo turístico más de la ciudad.
Las catacumbas de Nápoles. Otra ciudad bajo tierra
Las catacumbas de Nápoles o de San Gennaro conforman también la ciudad subterránea. Están en el barrio de Sanità y son las más importantes del sur de Italia. En ellas se dio sepultura al pueblo napolitano desde el siglo II hasta el IX. A lo largo de sus 5.800 metros cuadrados se encuentran unos 3.000 enterramientos en dos niveles diferentes, conectados entre sí.
Los obispos y personalidades importantes eran enterradas en pequeñas capillas. Y las personas anónimas en el suelo. En algunos nichos se conservan frescos en muy buen estado. Aquí se dio sepultura a San Agripino.
La plaza del Plebiscito y otros lugares de interés
La plaza del Plebiscito es la más grande de Nápoles. Se sitúa al final de Via Toledo, eje comercial de la ciudad. En sus inmediaciones se ubican importantes edificaciones como el Palacio Real y la basílica de San Francisco de Paula. Muy cerca está la Galería Umberto, un pasadizo de finales del siglo XIX lleno de restaurantes y tiendas. Está al lado del teatro San Carlos y del Castel Nuovo.
También merece la pena visitar el Museo Cappella Sansevero, en Via Sanctis. En él se conserva el famoso Cristo Velado. Una escultura en mármol de Giuseppe Sanmartino, en la que destaca la perfección del sudario.
Qué comer en Nápoles: las mejores pizzas napolitanas
La pizza napolitana es célebre en todo el mundo, y no es de extrañar, puesto que nació en el siglo XVII en las calles de esta ciudad como una torta de pan con tomate. Era el alimento más consumido por la clase trabajadora por su sencillez y su bajo coste. Pero pronto conquistó a la nobleza. Nadie que visite Nápoles abandona el lugar sin probar una margarita o una marinara, las especialidades del lugar.
Entre las pizzerías más afamadas está L’Antica Pizzeria da Michele. El motivo: en la película Come, reza y ama, Julia Roberts aparece comiéndose una pizza en el local. No menos célebre es Brandi, en el Barrio Español. Este antiguo establecimiento fue visitado por la reina Margherita di Savoia, que dio nombre a la pizza Margarita, su preferida. También destacan Gino Sorbillo, en Via dei Tribunal. Y Pizzería 50 Kalò, junto al paseo marítimo de Mergellina.
Como alternativa a la pizza, en Nápoles, cómo no, se pueden degustar apetitosos platos de pasta. Y no puede dejar de probarse un producto típico de su repostería, las sfogliatelle riccie. Son conchas de hojaldre rellenas de ricotta con distintos sabores. Se toman calientes y están deliciosas.