El viajero que visite Roma se puede ver sorprendido por varios obeliscos egipcios durante su recorrido por la Ciudad Eterna, pero sólo encontrará una pirámide. La pirámide Cestia no es únicamente uno de los mayores exponentes de la influencia que la cultura del país del Nilo tuvo durante el esplendor del Imperio Romano, es también uno de los edificios mejor conservados de la época. Levantada hace 2000 años como mausoleo, cuando Roma dominaba el mundo, la pirámide ha sido guardián de los restos de Cayo Cestio y su familia. También ha jugado un importante papel para proteger a la ciudad de las invasiones de los bárbaros como parte de su muralla protectora. Una auténtica rareza, recientemente remozada, que fue abierta al público en 2016 y que merece una visita.  

Una pirámide en Roma que fue levantada en 330 días  

Hubo una época en la que Egipto estaba de moda en Roma. Corría el siglo I a.C., el Imperio había conquistado el país, Augusto gobernaba en Roma y Cleopatra hacía lo propio en Egipto. Desde África llegaban influencias culturales y artísticas e, incluso, se llegaron a trasladar monumentos (como los múltiples obeliscos traídos para ornamentar circos y foros, como el Lateranense y el Flaminio, que antaño decoraban el Circo Máximo y hoy se encuentran en las plazas de San Juan de Letrán y del Popolo respectivamente). Todo lo que llegaba al Imperio desde Egipto se recibía con interés e, incluso, fascinación.

 

 

Pirámide Cestio
Grabado del siglo XIX con la Pirámide Cestia

En este contexto, Caius Cestius Epulo (castellanizado como Cayo Cestio), político, pretor y sacerdote, dejó escrito en su testamento el deseo de ser enterrado en un mausoleo proyectado a la manera de las pirámides egipcias. A sus descendientes, para tomar posesión de la herencia, les puso una condición imperativa: que el monumento estuviese levantado en el plazo de 330 días desde la fecha de su fallecimiento.

Y así se hizo. Entre los años 18 y 12 a.C. se calcula que se levantó esta pirámide de base cuadrada, con aproximadamente 30 metros de ancho en su base y 36 metros de altura, construida con ladrillo y mortero y recubierta de mármol blanco extraído de las montañas de los Alpes de Carrara. En los laterales, se observan nítidamente unas inscripciones con las palabras exactas del testamento de Cayo Cestio, que confirman esta historia.  

En el interior se encuentra la cámara funeraria, a la que se accede desde su lado oeste, una pequeña bóveda de cañón que en su día estuvo recubierta de frescos de los que actualmente quedan algunas huellas. Se cree que pudieron ser enterrados en ella algunos miembros más de la familia del sacerdote. En contra de una creencia popularmente establecida, la pirámide romana no está inspirada en las pirámides de Guiza. Más bien, la hipótesis es que estaría más bien influenciada por las pirámides de Nubia, de silueta más puntiaguda que las primeras. 

De mausoleo… a muralla protectora 

Muestra del gran desarrollo que sufrió Roma en su época Imperial es el hecho de que aunque en el momento de su construcción, la pirámide Cestia estaba situada en un solar a las afueras de la ciudad, en el siglo III ya se encontraba rodeada de calles y otros edificios. En aquella época, por orden del emperador Aureliano, la pirámide quedó integrada en la muralla que la ciudad levantó para protegerse de las invasiones de los pueblos bárbaros.  

Esta curiosa integración, que aún se observa actualmente (la pirámide sigue erigida como parte de los restos de la muralla Aureliana, al pie de la puerta de San Paolo), es lo que probablemente haya conseguido que la pirámide haya llegado en excelente estado de conservación a nuestros días. La pirámide de Cayo Cestio, de hecho, no fue la única que conoció Roma: se cree que hubo hasta cuatro, pero las demás fueron demolidas.  

El redescubrimiento de la pirámide Cestia  

En contrapartida, la integración en la muralla y el paso del tiempo hicieron que la pirámide perdiese su lustre y los vecinos, el interés en ella. Sin embargo, durante unas excavaciones impulsadas por el papa Alejandro VII en la década de 1660 se redescubrieron las inscripciones de los laterales y se recuperó la historia de la pirámide Cestia para el legado de Roma.  

Los arqueólogos también rescataron algunos restos de esculturas y de columnas que acompañaban a la construcción, que hoy se exhiben en los Museos Capitolinos. Este reencuentro volvió a poner a la pirámide en el punto de mira de los arquitectos de la época, convirtiéndola en fuente de inspiración para el resto de pirámides construidas en la Europa occidental durante los siglos XVIII y XIX.  

De nuevo, y acercándonos a nuestros días, la pirámide de Roma ha recibido un nuevo impulso. Se encontraba ennegrecida por el paso del tiempo y obviada por el turismo de masas hasta que Yuzo Yagi, un empresario japonés del sector textil, sufragó las labores de limpieza y restauración que le ha devuelto al mármol su brillo y blancura de antaño y ha habilitado el interior para recibir visitas. De hecho, visitar el interior de la pirámide de Roma y recorrer la cámara funeraria es posible desde el año 2016.