Aventino y Testaccio
Emplazados al sur de la capital italiana, a resguardo de las grandes mareas de turistas que colman el centro histórico de Roma, los barrios de Aventino y Testaccio aguardan ansiosos al viajero que persigue un encuentro más íntimo con la ciudad, aquel que no quiere abandonarla sin descubrir antes el verdadero espíritu local. Este podrán palparlo entre las villas señoriales y los hermosos jardines del Aventino, así como en las trattorias, mercados y discotecas del Testaccio. Y es que ambos distritos ponen ante nuestros ojos la ciudad que late más allá del Vaticano, el Coliseo y la Fontana de Trevi.
Aun compartiendo ese espacio algo distante del corazón romano que se encuentra junto a la orilla del Tíber y que queda protegido por el Circo Máximo, el Aventino goza de mayor fortuna con los turistas, siendo muchos los que se dirigen hasta él para recorrer la vía de Santa Sabina y mirar por la cerradura del palacio del Aventino, la más famosa de la capital italiana debido a las mágicas vistas que proporciona de la cúpula de Miguel Ángel. En la misma calle, vale la pena asomarse a la basílica paleocristiana de Santa Sabina e ingresar al hermoso Giardino degli Aracni, especialmente al caer la tarde. No desaprovechéis la ocasión de contemplar la ciudad desde esta privilegiada atalaya situada sobre la colina más meridional de las siete que conformaban la antigua Roma.
Cambiando de tercio, el otro gran reclamo del Aventino son las Termas Antonianas —como se denominaban inicialmente—, más conocidas hoy día como Termas de Caracalla, en honor al emperador que ordenó construirlas entre el 212 y el 217 d.C. Pese a su estado ruinoso, aún hoy impresiona la magnitud de sus arcos, así como sus elaborados mosaicos, testimonios mudos del antiguo esplendor de la capital del Imperio.
Por su parte, el Testaccio, distrito especialmente célebre por su vida nocturna, merece reivindicarse como un lugar donde descubrir la esencia de barrio, a la cual puede tomársele el pulso en rincones como el Nuevo Mercato di Testaccio, donde los puestos de pasta fresca y vino a granel conviven con las paradas de flores y artesanías, y donde —más importante aún— encontraréis más vecinos que turistas.
El Testaccio también presenta su propia colina, aunque en este caso su origen es artificial. Nos referimos al Monte dei Cocci, que surgió a causa de la acumulación de restos de ánforas de aceite descargadas en la orilla del Tíber. Aunque parezca mentira, dichos residuos dieron lugar a una colina que cubre un área de 20.000 m2 y que alcanza los 35 metros de altitud.
Aunque, sin duda, el monumento más icónico del barrio es la pirámide levantada junto a la vía Raffaele Persichetti, erigida entre el 18 y el 12 a.C. como sepulcro del magistrado Cayo Cestio Epulón. De clara inspiración egipcia, hoy resulta casi exótica envuelta en la vorágine de la vida moderna. Junto a ella se encuentra el Cementerio Protestante de Roma, parada obligatoria para los aficionados a la poesía inglesa, ya que allí descansan nada más y nada menos que dos de sus más ilustres representantes: Keats y Shelley.