La primera vez que se visitan las Tumbas saadíes es imposible no sentirse sorprendido ante tanta belleza y armonía. Es un lugar casi inimaginable en la bulliciosa Marrakech, que transmite una gran serenidad (si se consigue obviar la gran afluencia de visitantes) y donde intervinieron algunos de los más grandes arquitectos y artesanos decorativos de la época (siglo XVI).
Un monumento que habla de forma muy evidente sobre el esplendor de una dinastía, la de los saadíes, que rigió el destino de esta zona de Marruecos durante más de siglo y medio, y cuyo legado arquitectónico borró (a excepción de estas tumbas) la siguiente familia reinante: los alauitas.
Las Tumbas saadíes, una pincelada histórica
Según muchos expertos, las Tumbas saadíes aprovecharon una necrópolis preexistente, probablemente vinculada a la nobleza local. Nada nuevo en Marruecos, donde cada dinastía reinante ha eliminado las huellas del esplendor de sus antecesores pero que, al tiempo, ha aprovechado parte de ese legado para sus propias construcciones.
En el caso de estas Tumbas saadíes, el responsable de su construcción fue el sultán Ahmed al-Mansour (1578-1603), coetáneo del monarca español Felipe II, como última morada para los restos de su madre. Ésta, llamada Lalla Messaouda, fue un personaje especialmente relevante para la Historia de Marruecos y promotora de la Mezquita Bab Doukkala (1557).
La dinastía saadí no tenía realmente ese nombre. De hecho, es el apelativo (despectivo) con el que denominaban a esta familia sus enemigos, en referencia a Halima Saadiya, niñera de Mahoma.
El recinto original, conocido como Qubla de Lalla Messaouda y que también alberga los restos de su marido, Mohammed Cheikh, se fue ampliando y complementando con otras salas, incluido el mausoleo del propio al-Mansour, amén de varios enterramientos exteriores.
Así fue hasta 1659, cuando tuvo lugar la muerte del último sultán saadí, Ahmed al-Abbás. El segundo de los sucesores (de la dinastía alauita), Mulay Ismail y conocido como El Sanguinario, decidió tapiar los accesos a las Tumbas saadíes, cubriéndolas de olvido durante casi cuatro siglos.
Un injusto olvido que llegó a su fin cuando, durante el periodo del Dominio Francés (1917), se decidió fotografiar la ciudad desde el aire, con el fin de hacer un estudio topográfico. Al analizar las fotografías se descubrió este gran espacio, anejo a la Mezquita de la Kasbah. De forma inmediata se decidió abrir un acceso al recinto, aunque no a través del templo, que habría sido lo lógico, sino por uno de los laterales, en el exterior.
La misma puerta que hoy sigue conduciendo hasta los jardines y a los diferentes mausoleos de este magnífico complejo funerario.
Qué visitar en las Tumbas saadíes
En las Tumbas saadíes yacen los cuerpos de más de 60 miembros de esa familia, junto a otras decenas de cuerpos que se cree pertenecen a nobles de su corte. Varias de esas sepulturas carecen de inscripción o identificación alguna.
Estas son las diferentes zonas visitables de las Tumbas saadíes:
Mausoleo de Lalla Massouda
Es el origen del complejo funerario, inicialmente concebido como un recinto de perfectas proporciones cuadradas. En décadas posteriores a su construcción (1557), la sala se amplió hasta mostrar su actual aspecto rectangular. Destaca la rica decoración de azulejos y mocárabes, con numerosas analogías con la arquitectura y ornamentación nazarí.
Sala de las 12 Columnas
Es el cuerpo central del mausoleo de al-Mansour, solo visible a través de una abertura en los muros exteriores del complejo. De hecho, lo normal es tener que hacer cola para contemplar (solo durante unos minutos) esta maravilla de la arquitectura saadí. Las 12 columnas blancas son de mármol de Carrara y sustentan un historiado artesonado fabricado en madera de cedro.
Sala de Oraciones
Se encuentra a la izquierda de la sala anterior y es uno de los espacios más sobrios del conjunto. Se llama así porque está presidida por un mihrab, probablemente perteneciente a una mezquita anterior.
Sala de los Tres Nichos
Este espacio, a la derecha de la Sala de las 12 Columnas, se dedicó al enterramiento de diversos miembros de la familia, como esposas, concubinas y algunos de los príncipes no reinantes (o que murieron durante su infancia). La decoración resulta algo menos suntuosa, pero no menos atractiva, que la de las salas anejas.
Enterramientos exteriores
A esos mausoleos se accede a través de un patio, separado del resto de la ciudad por altos muros, en el que se pueden admirar diferentes enterramientos cubiertos con mármol. La mayoría de ellos pertenecen a miembros de las familias nobles más cercanas a los saadíes.
Algunas curiosidades sobre las Tumbas saadíes
En conjunto, las tumbas saadíes albergan algo más de 100 sepulturas, buena prueba de la importancia que tuvo esta necrópolis durante los siglos XVI y XVII. También lo atestigua la riqueza con que fueron ornamentadas, continuando y mejorando el estilo andalusí heredado de aquellos alarifes y artesanos nazaríes que huyeron de España a partir del año 1492, tras la toma de Granada.
Admirando la belleza de este lugar y conociendo la lejana Alhambra es posible hacerse a la idea de cómo sería el Palacio el-Badi , antes de su destrucción y posterior reconstrucción por parte de la dinastía alauita.
Respecto a las Tumbas saadíes, tras su descubrimiento en el año 1917, se sometieron a una concienzuda restauración por parte del servicio oficial de Bellas Artes y Monumentos de la época.