Rabat es una de las cuatro ciudades imperiales de Marruecos, pero quizás es la menos conocida y visitada por los turistas pese a ser la capital del país. Esto hace que pasar unos días allí convierta nuestra estancia en un viaje constante entre la tradición y la modernidad lleno de rincones mágicos, como los callejones pintados de azul y blanco en el barrio de los Oudayas, o los atardeceres frente al Océano Atlántico.
Además, no podemos dejar de visitar la Torre Hassán, diseñada por el mismo arquitecto de la Giralda de Sevilla y que pretendía llegar a los 80 metros de altura, o el Mausoleo de Mohammed V, que se ha convertido en un lugar de peregrinación.
Hasta los cementerios, como el de los Mártires, son un atractivo turístico y no podemos dejar de pasear por sus extensas playas o dar un paseo por el río Bu Regreg.
Un paseo sin rumbo y sin prisas por la Medina de Rabat permite conocer algunas esencias de Marruecos, desde su arquitectura popular e histórica a sus costumbres y forma de entender las relaciones comerciales.
Aquí reposan los restos de los monarcas Hassan II, quien erigió la faraónica tumba en memoria de su padre, Mohamed V, padre de la independencia marroquí
Construido en el año 1195, este minarete formaba parte de la faraónica e inacabada mezquita proyectada en Rabat por el sultán Yaqub al-Mansur
Ubicada en pleno corazón de Rabat, la residencia oficial del rey de Marruecos es uno de los tesoros de la capital marroquí.
En este mercado cubierto de juncos de la medina se concentran todos los joyeros de la ciudad con sus piezas de oro, plata y piedras preciosas
Los Jardines Andaluces de Rabat fueron diseñados en el siglo XX, pero siguiendo el estilo y la esencia andalusí, creando un paraíso junto al palacio.
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