La capital de Polonia es una de las ciudades con más encanto, sobre todo por cómo ha mantenido la esencia de la localidad antigua, combinándola con espacios verdes y elegantes palacios. Su centro, Stare Miasto, fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco gracias a sus casitas de colores que fueron reconstruidas fielmente después del llamado Alzamiento de Varsovia en 1944.
En esa época, la capital polaca acogió el mayor gueto judío de Europa donde sufrieron hacinadas unas 400.000 personas y del que aún quedan vestigios en muros, sinagogas, cementerios y museos.
Pero además de sus murallas, castillos y zonas históricas, no hay que dejar de disfrutar del Vístula, el río que da forma y personalidad a Varsovia y a cuyos pies se alza el símbolo de toda la ciudad y la protagonista de una leyenda mágica: la Sirenita, que aparece incluso en el centro del escudo de la capital polaca.
La explanada del Vístula se ha convertido en un enorme paseo para ciclistas y transeúntes con unas farolas especiales y una terraza-mirador muy popular.
La ciudad de Varsovia, en Polonia, se erige ante el visitante como una ciudad moderna y reconstruida tras la II Guerra Mundial manteniendo su casco histórico y edificios más emblemáticos a imagen y semejanza de los originales.
En Polonia hace mucho frío en invierno. Y esto determina una gastronomía en la que sopas, cremas, guisos y asados ocupan la mayor parte de la carta de los restaurantes y las cocinas más tradicionales.
Auschwitz, el mayor campo de exterminio nazi, es un viaje a lo peor de la humanidad, pero también un aviso de lo que no puede repetirse.
La Guarida del Lobo era el cuartel secreto donde Hitler dirigió a su ejército gran parte de la II Guerra Mundial y donde pudo morir.
El gueto judío de Varsovia fue completamente destruído por el ejército alemán a finales de la II Guerra Mundial. Hoy, se puede recordar a través de museos, monumentos y algunos restos de edificios y del muro.
En Polonia hace mucho frío en invierno. Y esto determina una gastronomía en la que sopas, cremas, guisos y asados ocupan la mayor parte de la carta de los restaurantes y las cocinas más tradicionales.
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