La capital de Polonia guarda en sus murallas, palacios y edificios señoriales restos de la historia que le ha tocado vivir. En sus ladrillos se pueden ver aún los restos de una guerra que casi acaba con ella pero de la que los polacos supieron reconstruir Varsovia exactamente como era antes del conflicto.
Por eso, su centro histórico guarda edificios defensivos, castillos de una realeza que ya no existe en el país y hasta un rascacielos que Stalin regaló a la ciudad durante su etapa soviética y que ahora esconde uno de los clubes más selectos.
Uno de los aspectos que más sorprenden de Varsovia es la vereda del río Vístula, con el que la ciudad ha conseguido una simbiosis a base de parques y zonas verdes donde los varsovianos acuden a pasear, hacer deporte y a disfrutar de las bonitas vistas.
El corazón de la capital polaca es un lugar encantador y, sobre todo, fuertemente marcado por la historia. Sin duda, una visita imprescindible.
Este histórico edificio, cuyo origen data del siglo XIV, fue destruido por los nazis y reconstruido después con donativos de la población
Auschwitz, el mayor campo de exterminio nazi, es un viaje a lo peor de la humanidad, pero también un aviso de lo que no puede repetirse.
La Guarida del Lobo era el cuartel secreto donde Hitler dirigió a su ejército gran parte de la II Guerra Mundial y donde pudo morir.
El gueto judío de Varsovia fue completamente destruído por el ejército alemán a finales de la II Guerra Mundial. Hoy, se puede recordar a través de museos, monumentos y algunos restos de edificios y del muro.
En Polonia hace mucho frío en invierno. Y esto determina una gastronomía en la que sopas, cremas, guisos y asados ocupan la mayor parte de la carta de los restaurantes y las cocinas más tradicionales.
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