Dentro de un parque natural al norte de la isla se eleva uno de los miradores más famosos de Madeira, una isla llena de rincones y estampas mágicas. A este lugar se puede acceder por una empinada senda o por un cómodo y muy vistoso teleférico en el que merece la pena el viaje.
El Mirador
Se trata de uno de los miradores más impresionantes de la isla de Madeira puesto que las vistas sobre los acantilados y los jardines se completan con una altísima cascada y una mezcla de colores que van desde el verde intenso de la naturaleza al intenso azul del mar.
Esta zona se bautizó como Rocha do Navio porque, según cuentan, frente a estas costas se hundió un barco holandés en el siglo XIX que se ha quedado en la memoria colectiva. Ahora, sin embargo, lo más destacable del lugar es el teleférico que permite llegar en solo unos minutos desde el mirador a las playas y a la inversa, en un viaje donde el mayor disfrute es ver a la naturaleza en libertad.
También se puede ascender por un camino de un kilómetro y medio, con un desnivel de más de 300 metros, pero hay que tener en cuenta que las cabinas del teleférico permiten descubrir otras cascadas y fuentes de agua que sólo se ven de esta forma.
En mitad del mar sobresale, por encima de las olas, una pequeña isla que se llama Ilhéu da Viúva, de más de 90 metros de altura y que conserva auténticos tesoros botánicos en su interior, como las plantas características de los acantilados macaronésicos y otras especies autóctonas.
Patrimonio natural
Desde 1997, el Gobierno de Madeira viene protegiendo la zona de Rocha do Navio como una reserva natural marítima, por lo que sus fondos y su diversidad marina están controlados y recuperados.
Fue una petición de la población local, que era consciente de la importancia de diversidad de fauna y flora que crece en esta costa y quería que se protegiera para intentar evitar que se esquilmaran sus recursos marinos, como ocurrió en otras áreas de la isla.
Además, estaban hartos de ver cómo se estaban destrozando estos acantilados con las prácticas de pesca con explosivos, muy agresiva para la riqueza de la fauna marina, y se unieron para protegerlos.
La reserva se extiende desde la Ponta de São Jorge a la Ponta do Clérigo y supone un complejo natural de más de 1.710 hectáreas que se pueden apreciar en toda su belleza desde el Mirador de Rocha do Navio, al que se accede caminando o por teleférico.
La protección oficial incluye también hasta 100 metros hacia el fondo del mar y los islotes de Rocha das Vinhas y Viúva.
Entre otras virtudes, esta zona es clave para garantizar el hábitat de la foca monje del Mediterráneo, más conocida como lobo marino, que es una invitada muy especial en esta zona de la isla.
También destaca la flora con especies endémicas que crecen de manera natural en los acantilados y que les dan una imagen diferente e increíble, además de garantizar la presencia de otros animales que enriquece, definitivamente, esta reserva natural.