Si París tiene el Louvre y Florencia a los Uffizi, Praga no iba a ser menos. Aunque a simple vista pueda parecer que la ciudad no destaque demasiado en el aspecto museístico, cambiarás de opinión en cuanto conozcas un poco más sobre el Museo Nacional de Praga. Ocupa un bello edificio en la plaza de Wenceslao, en pleno centro histórico, escenario de la Revolución de Terciopelo que acarreó la caída del Comunismo.
Está formado por varias instituciones y el rico patrimonio cultural de Praga queda de manifiesto en este museo, el mayor de toda la República Checa. Puede ser un atractivo plan para resguardarse del frío, mientras profundizas en la historia de la urbe, o incluso para realizar una visita en familia, pues la parte dedicada a la zoología seguro que llamará la atención de los más pequeños de la casa.
El germen del Museo Nacional de Praga
Como venía siendo la norma en casi todos los museos europeos, el Museo Nacional de Praga se funda gracias a las donaciones de varios aristócratas checos, que poseían colecciones privadas especialmente dedicadas a las Ciencias Naturales. Cabe mencionar al conde Kaspar Maria von Sternberg, un eminente botánico de Bohemia, cuya iniciativa fue vital. Así nace el Museo Patriótico de Bohemia en el año 1818, con Sternberg como director y enfocado principalmente al terreno científico.
Gracias a la figura de František Palacký la institución irá introduciendo otros contenidos. Este famoso historiador checo hizo que se fortaleciera el carácter cultural del museo. Entre las décadas de 1830 y 1840, con la llegada del Romanticismo, Palacký logra encontrar un equilibrio entre la Historia y las Ciencias Naturales. Creando un sentimiento cada vez más nacionalista, en estos años se comienzan a publicar revistas sobre el museo y sus adquisiciones, logrando un cambio de mentalidad en la ciudad de Praga.
El principal problema que el Museo Nacional planteó desde el principio fue el espacio disponible para albergar las colecciones. En un primer momento ocupó el Palacio Sternberg, uno de los edificios más hermosos de la ciudad, construido entre los siglos XVII y XVIII, que hoy en día contiene la colección de arte europeo de la Galería Nacional de Praga, otra visita indispensable para los amantes de Durero, Rubens o Rembrandt. Sin embargo, al ir aumentando las donaciones, el museo se traslada en 1846 al Palacio Nostitz. Al comprobar que la capacidad seguía siendo insuficiente, entrará en juego el arquitecto Josef Schulz.
Entre 1885 y 1891 se decide construir un nuevo edificio que pueda dar cabida a la extensa colección que se estaba formando, dando el encargo a Josef Schulz. Este destacado arquitecto checo había estudiado en Italia y en Viena. El Renacimiento italiano con el que convive se convierte en una de sus principales fuentes de inspiración. Si a ello le añadimos el Historicismo vienés del que también se había empapado, tenemos una construcción tan única como la que vislumbra para el Museo Nacional de Praga.
Dominando la plaza de Wenceslao, la obra de Schulz se ha convertido en todo un icono para la nación checa. Llama poderosamente la atención su imponente fachada de estilo Neorrenacentista, una de las más fotografiadas de toda Praga. Conforme te vayas acercando a ella, fíjate bien para descubrir las marcas de disparos causadas por los tanques en agosto de 1968, durante la Primavera de Praga. Testigo presencial de la historia de la ciudad, guarda muchas más huellas en su interior, ricamente decorado. El edificio en sí mismo ya despierta nuestro interés, pero serán las diferentes colecciones las que terminen de conquistarnos.
Qué podemos ver en el Museo Nacional de Praga
A partir de 1949, el gobierno se encargará del museo y lo reorganizará para intentar dar un mayor sentido a los diferentes conjuntos, para que cada pieza pueda tener su lugar. Así, se divide en cinco instituciones bien diferenciadas. Las dos fuentes principales de las colecciones del museo se alojan en el edificio principal construido por Schulz: el Museo de Ciencias Naturales y el Museo Histórico, así como la biblioteca del museo. Las dos instituciones restantes, el Museo Náprstek y el Museo Checo de Música, se encuentran fuera del edificio principal.
El Museo de Ciencias Naturales
Esta es, quizás, la colección más representativa del Museo Nacional de Praga, pues será el origen de su fundación. Formada por más de 15 millones de piezas, está será la parte más atractiva si viajas con niños. Uno de los departamentos más destacados es el de zoología, donde podéis encontrar más de 2 millones de muestras de mamíferos, reptiles y aves. Seguro que los más pequeños disfrutarán como nunca al poder conocer las características de los distintos animales tan de cerca. El departamento de entomología, con más de 7 millones de especies distintas de insectos, es la mayor colección en este sentido de toda la República Checa. Completando el campo de las Ciencias Naturales, encontrarás el departamento de mineralogía, paleontología o antropología. Un recorrido desde el pasado hasta el presente a través de la naturaleza.
El Museo Histórico
Se trata de otra de las partes más antiguas del museo, gestado desde sus inicios en 1818. Está organizado de la misma manera, en diversos departamentos. No dejes de visitar el departamento de Prehistoria y Antigüedad, con interesantes objetos arqueológicos como diferentes piezas de artesanía griega o romana. En el departamento de la Historia Antigua Checa podrás conocer más de cerca los acontecimientos del país, desde el siglo XI hasta el establecimiento de la República. Numismática, etnografía y bellos objetos medievales, como las famosas cristalerías de Bohemia, engloban el vasto patrimonio artístico e histórico de esta parte del museo.
La Biblioteca
Se trata de una biblioteca científica de carácter público y se fundó a la vez que el museo. Manuscritos, grabados antiguos y una extensa colección de libros forman una de las bibliotecas más grandes de toda la República Checa. Una fuente inagotable de conocimiento que protege la memoria del país.
El Museo Checo de Música
Con sus más de 700.000 documentos, aquí hallarás un amplio archivo de música, fonoteca y una extensa muestra de instrumentos musicales. Se encuentra en la antigua iglesia de Santa María Magdalena, construida en el siglo XVII, una llamativa construcción que más tarde fue la sede de Correos. Tras una profunda restauración, hoy este edificio localizado en el pintoresco barrio de Malá Strana nos muestra una estupenda retrospectiva de la música popular checa.
El Museo Náprstek
Este particular museo está dedicado a las civilizaciones de Asia, África y América. Puede ser una estupenda alternativa acercarnos si estamos paseando por la Ciudad Vieja y llegamos hasta la preciosa plaza de Belén. Localizado en una antigua fábrica de cerveza y vino, es el único museo de la ciudad dedicado a las culturas no europeas.
No abandones el Museo Nacional de Praga sin dar una vuelta por su vestíbulo central, el cual funciona como un panteón de personajes ilustres donde podremos conocer a las figuras más insignes del país. Una manera atractiva y didáctica de profundizar un poco más en el patrimonio y la historia de Praga.