La historia es un elemento motivador a la hora de viajar. Y más cuando uno visita lugares donde los hechos siguen recientes y cuya dureza embarga lo más profundo del sentimiento. El campo de concentración de Terezín, en la República Checa, es uno de ellos. Un santuario del terror en el que sufrieron y perecieron miles de personas durante el nazismo.
La República Checa no es ajena al horror nazi, cuyo rastro ha llegado a nuestros días en forma de campos de concentración preservados con el fin de que esa parte de la historia nunca se repita. No en vano, el hoy país checo era, durante tiempos de la Alemania nazi, el Protectorado de Bohemia y Moravia, una especie de provincia cuyo territorio es muy similar al que ocupa la actual Chequia.
Hitler traicionó el pacto de no agresión Ribbertrop-Molotov con la URSS invadiendo la extinta Checoslovaquia en marzo de 1939, lo que convirtió al país en dicho Protectorado que dependía directamente del Tercer Reich. Los checos pasaron a formar parte de los planes de exterminio nazi. El Generalplan Ost consideraba a los checos como untermensch, “subhumano” en alemán, de los que solo el 50% eran aptos para su germanización.
Como el territorio checoslovaco pasaba a formar parte de los dominios del Tercer Reich, los nazis extendieron su solución final a este país. La vieja fortaleza de Terezín, o Theresienstadt en alemán, una pequeña localidad checoslovaca, se convirtió en gueto y campo de concentración –o de tránsito– hacia los definitivos campos de exterminio.
Campo de concentración y gueto de Terezín, a las puertas de Praga
Con la invasión alemana de Checoslovaquia, el pueblo de Terezín cambió. La fortaleza pequeña situada en las afueras se convirtió en una prisión de la Gestapo (policía secreta del Tercer Reich), mientras que la ciudad-fortaleza pasaba a ser una base de la Wehrmacht, las fuerzas armadas nazis.
En octubre de 1941 se decidió que Terezín pasaba a ser un gueto y campo de tránsito para los judíos checos. El pueblo se convirtió en un absoluto engaño. Se envió a judíos mayores de 65 años, condecorados y heridos en la Primera Guerra Mundial para darles, supuestamente, un feliz retiro. La llamaron “la ciudad que Hitler regaló a los judíos”. La farsa fue tal que incluso llegaron a organizar un concierto con tiendas y comida cuando la Cruz Roja pidió entrar para comprobar si los rumores eran ciertos. Era una vida camuflada.
Así, a finales de 1941, en apenas dos meses, el gueto contaba ya con más de 7.300 personas deportadas. Un mes después, enero de 1942, partiría de Terezín el primer convoy de deportados. No sabían donde viajaban. El exterminio era ya una realidad en estas tierras.
Durante 1942 llegaron a Terezín más de 101.000 prisioneros, alcanzando una población máxima de 58.000 personas en septiembre de ese mismo año, cifra que da a entender la importancia de este punto de paso dentro de la red de exterminio nazi. Muchos acababan deportados en Auschwitz, al sur de Polonia.
Las cifras de muertos y supervivientes
A Terezín eran enviados judíos de media Europa: Checoslovaquia, la propia Alemania, Austria, Hungría, Países Bajos… En total, llegaron más de 141.000 personas, 40.000 de ellas procedentes de Praga. De allí, 88.000 sería deportados a campos de exterminio, mientras que 33.000 fallecerían antes de conocer su destino final.
Terezín fue liberado en mayo de 1945 con más supervivientes que ningún otro campo. Sin embargo, con el gueto declarado en cuarentena, las epidemias se sucedieron y durante la liberación fallecieron 1.500 presos y 43 sanitarios. Al término de la Segunda Guerra Mundial se contabilizaron 17.247 supervivientes del horror de Terezín.
Visitar el campo de concentración de Terezín
Visitar un campo de concentración permite sentir el horror sumido en una lección de historia. Desde que se cruza el arco de entrada, bajo ese mensaje de Arbeit Macht Frei (“el trabajo libera”) presente en todos los campos, el escalofrío y la reflexión aumentan a cada paso. En este lugar han sufrido atrocidades miles de personas hace muy pocos años.
Terezín funcionaba a la vez como gueto y campo de tránsito para un posterior traslado a otros campos. Son varios los elementos históricos que se conservan en el actual pueblo y que permiten al visitante imaginarse el sufrimiento que vivían aquellos presos.
La visita se divide en dos áreas. Por un lado, la propia ciudad-fortaleza, con la característica silueta de estrella en sus muros, propia de las ciudadelas estilo Vauban. Y en las afueras, la fortaleza pequeña, la cárcel del terror nazi, el campo de concentración.
La ciudad-fortaleza: el gueto
La fortaleza de Terezín fue construida en 1780 por José II, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Esta ciudadela militar tiene una planta urbana perfectamente planificada, con bloques cuadrados y calles perpendiculares que pivotan en torno a una plaza central, la Market Platz. Aquí se estableció el gueto al que se enviaron a miles de judíos engañados, encerrándoles en un supuesto retiro dorado.
Hoy, la fortaleza de Terezín permanece casi sin habitantes. Sus construcciones están manchadas de terror y sufrimiento, una sombra que perseguirá para siempre a este lugar. Un paseo por sus cuadriculadas calles lo confirma.
Un elemento fundamental de la visita es el Museo del Gueto, abierto en 1991 tras el fin del comunismo en Checoslovaquia. Ubicado en la antigua escuela, permite conocer las condiciones de vida del gueto, con objetos, fotografías, dibujos y otros materiales reales que sirven para entender mejor aquella realidad.
La fortaleza pequeña: el campo de concentración
Fuera de los muros de la ciudadela, a un kilómetro de distancia, se encuentra la fortaleza pequeña, que ejerció de campo de concentración en el nazismo. Todavía se conservan los barracones y las celdas donde se hacinaba a los prisioneros.
Esta fortaleza ya era prisión antes de la llegada de los nazis. Su preso más famoso fue Gavrilo Princip, el asesino del archiduque Francisco Fernando y de su esposa en 1914, hecho que desencadenó el estallido de la Primera Guerra Mundial. La celda de Princip todavía se mantiene.
Para completar la visita, delante de la entrada del campo, descansan miles de víctimas en el Memorial de Terezín y Cementerio Nacional. Son más de 2.300 tumbas, que se suman a las fosas comunes que contienen los restos de 10.000 víctimas del horror de Terezín.
La visita a todo el complejo, incluyendo el viaje desde Praga, puede suponer más de medio día, por lo que es muy recomendable madrugar. Junto a las dos fortalezas y el cementerio, hay otros puntos de interés más, como el cementerio soviético, el crematorio judío, memoriales, un columbario, un cuartel o la morgue del gueto.