Hay unos cuantos lugares en el mundo en los que la Historia –así, con mayúscula– se puede sentir directamente en la piel, y Chichén Itzá es uno de ellos. La legendaria capital, con sus enormes templos, encabezados por la imponente Pirámide de Kukulkán, y el gran cenote sagrado, invita a vivir un maravilloso viaje en el tiempo para descubrir todo el esplendor del Mundo Maya.
Uno de los sitios arqueológicos más importantes de México, Chichén Itzá fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1998, y logró obtener el reconocimiento como una de las “Nuevas Maravillas del Mundo” tras la votación internacional realizada en 2007. Más allá de los títulos, la antigua ciudad, que en su época de mayor esplendor fue la más poderosa de la Península de Yucatán, ofrece una interesante radiografía de la riqueza y la complejidad de la civilización prehispánica de la zona.
El nacimiento de un imperio
Fundada en torno al año 450 d.C., Chichén Itzá es una pieza clave de la civilización maya y, al mismo tiempo, un resumen de la historia del México prehispánico. De aquella gran urbe que llegó a ocupar unos 25 kilómetros cuadrados en el momento de su máximo esplendor (hoy, el sitio arqueológico abarca un área de 6.5 km2), se pueden diferenciar dos grandes periodos. El primero, el fundacional, que comprende la llegada de los primeros itzaes, provenientes de la costa sur del actual estado de Quintana Roo. Y el segundo, hacia finales del siglo X, cuando la ciudad fue invadida por los toltecas, un pueblo eminentemente guerrero de la zona centro del país.
Arquitectónica y culturalmente hablando, esta mezcla entre los elementos mayas originales y el influjo de los conocimientos toltecas fue lo que convirtió a Chichén Itzá en un lugar excepcional y, sobre todo, en un gran mapa para entender la riqueza, la diversidad y la complejidad de las grandes civilizaciones precolombinas.
Descubriendo Chichén Itzá
Evidentemente, Chichén Itzá es un sitio arqueológico, pero la antigua capital maya es mucho más que un simple recinto de época remota. Recorrer sus calles y explanadas, descubrir sus templos, admirar la singular belleza de su trazado, invita descubrir todos sus secretos.
Pirámide de Kukulkán
También conocido como “El Castillo”, se trata del templo más importante de la ciudad. Con 24 metros de altura y 55.3 metros de longitud, cada uno de sus cuatro lados se compone de 9 niveles o basamentos decrecientes, decorados en bajorrelieve y coronados por una plataforma superior rematada por el templete ceremonial. En cada una de las cuatro fachadas, una gran escalinata central conecta la explanada inferior con la cumbre de la gran pirámide.
Dedicado al culto del dios Kukulcán –la “serpiente emplumada”, versión maya de Quetzalcóatl, deidad del panteón tolteca–, el gran templo es, además de una joya arquitectónica, un impresionante despliegue de conocimientos astronómicos y matemáticos tallados en piedra. Todo tipo de simbolismos calendáricos se encuentras repartidos por sus fachadas. Por ejemplo: cada una de las cuatro escalinatas tiene 91 escalones (que suman 364), a los que se añade la plataforma superior para una total de 365 unidades o días del Haab, el calendario agrícola solar. Diversas fórmulas como la anterior hacen de la Pirámide de Kukulcán un auténtico tratado científico en tres dimensiones.
Cenote Sagrado
Producto del derrumbamiento –total o parcial– del techo de una cueva subterránea inundada, los cenotes son una de las formaciones naturales más singulares de la Península de Yucatán y, por supuesto, formaron parte fundamental de la cosmogonía maya: un punto directo de conexión con el inframundo. En el caso de Chichén Itzá, uno de esos grandes estanques, con 60 metros de diámetro, paredes verticales de unos 15 metros de altura y una profundidad media de 13 metros, fue utilizado para realizar diversos sacrificios rituales como tributo a los dioses y considerado durante siglos uno de los lugares de peregrinación más importantes del Mundo Maya.
“La boca del pozo de los itzaes” o “boca del pozo de los brujos del agua”, eso quiere decir Chichén Itzá en el idioma maya. En otras palabras, el nombre de la ciudad es una clara referencia al gran Cenote Sagrado.
El Gran Juego de Pelota
Más que un deporte como lo entenderíamos hoy en día, el juego de pelota prehispánico fue un complejo ritual religioso asociado al movimientos de los astros. Practicado desde Nicaragua hasta el sur de Estados Unidos, el campo de juego es uno de las estructuras constructivas habituales en múltiples sitios arqueológicos. Chichén Itzá no es la excepción. Cargado con los símbolos del poderoso Kukulkán, el recinto se sitúa al norte de “El Castillo”, orientado de Norte a Sur, y está compuesto por 5 edificios principales: el propio terreno de juego, de unos 90 metros del largo por 30 de ancho, flanqueado por dos grandes estructuras de piedra que en su día pudieron funcionar como terraza o grada para los espectadores, así como el Templo del Hombre Barbado, la Tribuna Meridional, el Templo de los Tigres y un edificio anexo a este último en su parte oriental.
Grupo de las Mil Columnas
En realidad, solo son 200 las columnas que forman parte de esta impresionante estructura, una de las más hermosas de todo el sitio arqueológico. Ubicado en la parte oriental de la Gran Plaza –cuyo centro ocupa la Pirámide de Kukulká–, el Grupo está conectado al Templo de los Guerreros, una gran pirámide escalonada, de planta cuadrada y unos 40 metros por lado, coronada por templo superior y una icónica representación escultórica del Chac Mool, imagen asociada, una vez más, a la presencia tolteca en la antigua ciudad maya. Sin duda, el conjunto al completo ofrece una de las mejores muestras de la riqueza arquitectónica de Chichén Itzá.
Observatorio El Caracol
El Observatorio de Chichén Itzá, también conocido como “El Caracol”, es otro de los edificios más importantes de esta antigua capital maya. La inusual torre de planta circular, de unos 30 metros de altura, descansa sobre dos grandes plataformas rectangulares superpuestas. Al interior, una escalera en espiral –de donde el edificio toma su nombre– conduce a la que aparentemente fue la zona de observación astronómica. La pequeña sala rectangular del segundo piso sirvió para registrar, a través de sus ventanas, casi una treintena de eventos astronómicos, desde equinoccios y solsticios hasta eclipses y tránsitos planetarios. Observaciones que fueron determinantes para la propia configuración de la ciudad y, sobre todo, para la vida cotidiana de sus miles de habitantes.
El Templo del Jaguar, el Templo de Venus, los Pilares del Norte, el Osario, la Plataforma de las Tumbas, la Casa del Venado, el Complejo de las Monjas, el Tzompantil o Plataforma de los Cráneos, el Chichanchob o Casa Colorada… Tanto los edificios de arquitectura Puuc, que corresponden al periodo fundacional de la ciudad, o la “Chichen Vieja”, típicamente maya, como los de clara influencia tolteca, incluyendo “El Castillo” o el Templo de los Guerreros, dan lugar a un conjunto verdaderamente impresionante.
El descenso de la serpiente
Como lo demuestran la Pirámide Kukulkán o “El Caracol”, la civilización maya destacó, entre muchas otras cosas, por sus sofisticados conocimientos en matemáticas y astronomía. Estas ciencias “gobernaban” la vida cotidiana en Chichén Itzá, definiendo el calendario agrícola y las festividades religiosas.
Pero si algo demuestra claramente el grado de sofisticación del conocimiento maya en torno a los astros, la arquitectura, la geometría… es el “Descenso de Kukulkán”. Conforme cae el sol los días 21 de marzo y 22 de septiembre, fechas que marcan los equinoccios de primavera y otoño, un juego de luces y sombras aparece sobre la balaustrada de piedra de la escalera norte de la gran Pirámide de Kukulkán. La luz de sol, interrumpida por las aristas de las plataformas, proyecta siete triángulos invertidos que crean la apariencia de una serpiente. Mientras el sol va bajando en el horizonte, también lo hace el poderoso Kukulkán, hasta conectar la sombra con una de las colosales cabezas de serpiente emplumada, talladas en piedra, que rematan la parte inferior de la escalinata norte. En todo caso, no es casualidad que cada año miles de visitantes se acerquen al sitio arqueológico para presenciar este singular espectáculo.
Las noches de Kukulkán
Y si de espectáculos se trata, no solo los mayas hicieron de Chichén Itzá su gran escenario. Hoy en día, la antigua ciudad también se viste de gala en las “Noches de Kukulkán”. Al caer el sol, un recorrido por la zona arqueológica y una proyección narrativa y audio lumínica sobre la Pirámide de Kukulkán, con una duración de aproximadamente 25 minutos, permite conocer más sobre la historia de este sitio privilegiado y sus habitantes originales.
Definitivamente, visitar Chichén Itzá es un plan imprescindible para todos aquellos que visitan el norte de la Península de Yucatán. La majestuosa capital maya, que durante siglos dictó los designios de toda una civilización, sigue vigilando la selva que le rodea y recibiendo a todos aquellos que recorren su blancos sacbés, los viejos caminos cubiertos de estuco, construidos por sus antiguos moradores para conectar las tierras conocidas con este palpitante corazón del Mundo Maya.