La cúpula de San Pedro domina todo el horizonte de Roma. Sus medidas casi parecen estar pensadas para gigantes. Es este un lugar de peregrinaje con un importante significado espiritual para millones de personas. Interiormente, es la más amplia de las iglesias católicas alrededor del mundo, con más de 180 metros de longitud. Se trata de una de las cuatro basílicas mayores de Roma, la principal iglesia pontificia donde se celebran la mayoría de ceremonias destacadas, ubicada dentro de la Ciudad del Vaticano.

Sin embargo, por encima de todos estos datos, la basílica de San Pedro es un edificio donde se dan cita numerosos lenguajes artísticos, donde el esplendor cobra una forma palpable. La majestuosidad de su presencia solo es comparable al arte de los genios que la hicieron ponerse en pie. Acompáñanos a descubrir todo lo que esta magna obra tiene que ofrecer. Tu visita al Vaticano no estará completa sin ella.

 

 

La construcción de la basílica de San Pedro del Vaticano

Según la tradición católica, San Pedro fue martirizado y crucificado cabeza abajo por petición propia, pues no se consideraba digno de morir en la misma posición que Cristo. Los restos se enterraron a las afueras del circo de Nerón, lugar en el que se le dio muerte. Señalizaron la tumba con una roca roja para poder identificarla. Será en este sitio donde se construya un santuario, convirtiéndose 300 años más tarde en la antigua basílica de San Pedro.

San Pedro, noche
Plaza de San Pedro por la noche

Levantada por el emperador Constantino hacia el 326, está iglesia irá ganando importancia, llegando a ser testigo de la coronación de Carlomagno. A pesar de todo, en el siglo XV el estado del edificio es cada vez más ruinoso. Se encargan trabajos de restauración a Rossellino y Alberti, pero las obras se detienen cuando apenas llevan tres años en activo.

Será el papa Julio II, uno de los grandes mecenas del Renacimiento, el que vuelva a poner en marcha estos planes y organice un concurso de proyectos, del que saldrá vencedor Bramante. Proyecta una nueva basílica, cuyas dimensiones eran de tal envergadura que parecía casi imposible de llevar a cabo. La iglesia primitiva se derriba en 1506 y comienza a ejecutarse el plan de Bramante: una planta de cruz griega inscrita dentro de un cuadrado, con una cubierta de cinco cúpulas donde la central sería más grande, bebiendo directamente de la del panteón de Agripa. Los estudios de Filarete y Leonardo da Vinci fueron cruciales para idear esta planta centralizada.

San Pedro del Vaticano.
Basílica de San Pedro en el Vaticano

Bramante muere en 1514, sin apenas ver su proyecto en marcha. En este momento le llega el turno a Rafael, que coge el testigo como director de la obra. Junto a Antonio da Sangallo el Joven, cambia los planos y opta por una planta basilical de cruz latina, con tres naves. Al morir Rafael, Antonio da Sangallo continua con la dirección hasta 1546, cuando entra en escena Miguel Ángel. Este último recupera el modelo original de Bramante y corrige los fallos de estructura que tenía. Gracias a la maestría de El Divino Miguel Ángel, la gran cúpula por fin se hace realidad, levantándose justo sobre el alta Mayor, donde según la tradición se localiza la tumba de San Pedro.

Aunque la basílica no se concluirá hasta 24 años después de la muerte de Miguel Ángel, Domenico Fontana y Giacomo della Porta siguieron sus planos con exactitud. El arquitecto Carlo Maderno será el que ponga el punto final al edificio, con su gran fachada clásica de enormes columnas y, finalmente, una planta de cruz latina, en el año 1626.

Plaza de San Pedro
Vista aérea de la Plaza de San Pedro.

Exteriormente, la basílica de San Pedro no estaría completa sin la plaza proyectada por Bernini en 1629. A modo de abrazo, se desarrolla una elipse perfecta formando una extensa columnata con más de 280 columnas dóricas, que acoge a todos los visitantes e invita a entrar. Si la imagen externa ya ha hecho que te quedes sin palabras, prepárate para el maravilloso efecto que causa el interior.

Visita del interior de la basílica de San Pedro

Hizo falta más de un siglo para construir la iglesia más importante del mundo, por lo que esta merecía un interior en consonancia. Son cinco las puertas que dan acceso a la basílica:

  • Puerta de la Muerte, la que se usa para las salidas de los cortejos fúnebres de los papas.
  • Puerta del Bien y del Mal.
  • Puerta de Filarete, la puerta central, realizada por el celebérrimo escultor florentino en bronce.
  • Puerta de los Sacramentos.
  • Puerta Santa, solo el papa puede abrirla, en años santos.

En el interior te espera un auténtico museo, que acoge algunas de las obras de arte más reconocidas de todos los tiempos. Todo forma parte del complejo programa decorativo que se desarrolla en la basílica. Formada por tres naves, la de en medio es de mayor tamaño y está cubierta con una bóveda de cañón. Los pilares que sustentan esta bóveda tienen hornacinas con esculturas de los santos fundadores, un total de 39.

Esculturas en San Pedro del Vaticano

En el crucero hallarás la estatua de bronce de San Pedro, realizada por Arnolfo di Cambio en el siglo XIII. Este es uno de los iconos más representativos de la basílica, por el que se suele formar cola para contemplarlo.

La Piedad de Miguel Ángel
La Piedad de Miguel Ángel, entre lo humano y lo divino.

Los monumentos funerarios y las esculturas diseñadas por los más insignes artistas se suceden en las diferentes capillas. Una de las paradas más importantes se localiza en la nave de la derecha, cuya primera capilla aloja la bellísima Piedad esculpida por Miguel Ángel en mármol, entre 1498 y 1499. El ideal renacentista rebosa en una de las obras más excepcionales del artista. Acércate hasta ella y deja que te inunde el sentimiento de ternura y sosiego que desprende la figura de la Virgen María, contrastando con el cuerpo de Cristo muerto que cae dramáticamente en sus brazos.

Interior de San Pedro del Vaticano.
Interior de la basílica de San Pedro.

Bernini es otro de los claros protagonistas de la basílica. Obras suyas son el magnífico monumento funerario a Alejandro VII, que se ubica en la girola; la cátedra de San Pedro, un excelso relicario barroco que contiene el trono de madera utilizado por San Pedro, según la tradición; la escultura de San Longinos, en uno de los pilares que sustentan la cúpula; o el maravilloso baldaquino de San Pedro, situado en el crucero, bajo la cúpula. Realizado en bronce, el baldaquino es uno de los símbolos inconfundibles de este lugar, con las cuatro columnas salomónicas que lo sostienen enmarcando el altar papal de manera excepcional.

La cúpula de San Pedro

Coronando todo el espacio se levanta la cúpula, que parece flotar en el aire a pesar de sus vastas dimensiones. Con más de 135 metros de altura, está decorada con mosaicos y no podrás dejar de mirar hacia arriba, una y otra vez. Si te animas a subir, tendrás como regalo unas vistas impagables de la plaza de San Pedro.

La basílica de San Pedro es una suerte de viaje a través del arte, con un espíritu que te envuelve por completo. No dejes de pasear por la plaza de noche, cuando todo está calmado y las luces iluminan esta hazaña de la arquitectura, única en la historia.