Cuando Fernando III de Castilla conquistó Sevilla en 1248, los cristianos comenzaron a utilizar la Mezquita Mayor de la ciudad como catedral. Construyeron una Capilla Mayor en el muro de levante, cambiando así su orientación litúrgica de sur (musulmana) a este (cristiana), y el rey ordenó la realización de una Capilla Real en la que sería enterrado años más tarde. La solución duró hasta el siglo XIV, cuando, ante el deteriorado estado del templo, se comenzó a construir una auténtica catedral cristiana. “Hagamos un templo tan grandioso que los que lo vieren labrado nos tengan por locos”, propusieron los canónigos de la época, según ha quedado recogido en la tradición oral sevillana. El resultado fue una catedral gótica que, tras su consagración en 1507, fue la mayor del orbe hasta la construcción de San Pedro del Vaticano, y que hoy sigue siendo el mayor templo gótico del mundo, además de Patrimonio de la Humanidad (1987) y Bien de Valor Universal Excepcional (2010). Con todo, su mayor emblema, La Giralda, ya estuvo aquí mucho antes que llegaran los cristianos; y es que la famosa torre campanario no es sino el alminar de la antigua mezquita del califa Abú Yuqub Yusuf, construida en 1182.
La Giralda, el Patio de los Naranjos y las diez puertas: vestigios árabes en la Catedral
Si uno se fija bien en La Giralda, puede tener la impresión de haberla visto antes. Y es que esta torre de época almohade, de 97 metros de altura, es gemela de los alminares de Rabat y Marrakech, hoy todavía en pie. El cuerpo de la torre, con su característico trabajo de lacería árabe, fue coronado tras la reconquista cristiana con un campanario de estilo renacentista que está rematado por El Giraldillo, una escultura que representa el triunfo de la fe cristiana. Subir a disfrutar de sus privilegiadas vistas de Sevilla es una parte imprescindible de la visita.
Todavía en el exterior del templo encontramos el Patio de los Naranjos, antiguo patio de abluciones de la mezquita almohade presidido por una fuente de origen visigodo. Aunque muy reformado a lo largo de los siglos, aún puede advertirse su estructura original de pilares que sostienen arcos de herradura apuntados. En este bello espacio rectangular, todo plantado de naranjos, encontramos un púlpito desde el que un día predicaron hombres santos como San Vicente Ferrer, San Francisco de Borja o San Juan de Ávila. También está aquí la Biblioteca Capitular y Colombina, que debe gran parte de su colección al legado bibliográfico de Hernando Colón, hijo del célebre navegante y afamado cosmógrafo.
Puede accederse al Patio de los Naranjos desde el interior de la catedral, a través de las puertas del Lagarto, de la Concepción y del Sagrario –esta última es la del Sagrario de la Catedral, un templo barroco integrado en el conjunto-, y desde el exterior a través de la puerta del Perdón, la más antigua de todas y la única que se conserva de la mezquita almohade.
Contando las mencionadas, la Catedral cuenta con diez puertas de acceso, siendo la más transitada la Puerta del Príncipe, que da a la Plaza del Triunfo (al sur), y la Puerta de la Asunción, que es la principal del templo y da a la Avenida de la Constitución. En esta misma fachada oeste también encontramos las Puertas del Bautismo y del Nacimiento, las más antiguas de la Catedral. A la Plaza Virgen de los Reyes, al este, dan las Puertas de Campanillas y de Palos, siendo esta última por la que salen las hermandades en las procesiones de Semana Santa.
Tumba de Cristóbal Colón, Retablo Mayor y Capilla Real
Seguramente el mayor reclamo turístico de la Catedral es la tumba de Cristóbal Colón, trasladado hasta aquí en 1899 tras sufrir sus restos un interminable recorrido itinerante por Valladolid (donde murió en 1506), el Monasterio de la Cartuja de Sevilla, Santo Domingo y La Habana. El féretro, llevado a hombros por cuatro reyes de armas vestidos de gala que representan a los reinos históricos de España -Castilla, León, Aragón y Navarra-, se alza frente a la Puerta del Príncipe sobre un pedestal con la inscripción: “Cuando la isla de Cuba se emancipó de la Madre España, Sevilla obtuvo el depósito de los restos de Colón, y su ayuntamiento erigió este pedestal”.
En la cabecera de la Catedral, al este, encontramos la Capilla Real, donde descansan los restos de los monarcas Fernando III de Castilla, Alfonso X de Castilla y Pedro I de Castilla. Cabe decir que esta cabecera de la Catedral de Sevilla no tiene forma de ábside, como es lo habitual, ya que la planta del templo es un rectángulo que antes ocupó la antigua mezquita. La Capilla no es la misma que mandó construir Fernando III en 1248, sino otra realizada en 1579. En el altar mayor espera la Virgen de los Reyes, patrona de Sevilla y alcaldesa perpetua, que custodia las llaves, el bastón de mando y la medalla de oro de la ciudad. En la Cripta, donde están enterrados varios miembros de la realeza, hay una imagen de la Virgen de las Batallas, llamada así porque al parecer el rey Fernando III se la llevaba a la guerra.
En la nave central encontramos algunos de los elementos más significativos de la Catedral, entre los que destaca la Capilla Mayor. Está presidida por el gigantesco Retablo Mayor, diseñado por el escultor flamenco Pedro Dancart en 1482, aunque ejecutado por diversos artistas a lo largo de un siglo, y considerado como el mayor de la cristiandad con cuatro cuerpos de altura. Dedicado a la Asunción de la Virgen, en su parte baja destaca la escultura gótica del siglo XIII de la Virgen de la Sede, que da nombre al templo, y en el ático el célebre Cristo del Millón, una obra gótica del siglo XII que ya decoró la primitiva mezquita catedral. En esta nave también encontramos el bellísimo coro, con su sillería de estilo mudéjar y resguardado por una reja renacentista del siglo XVI, el trascoro y el trasaltar, decorado con cincuenta y nueve estatuas de santos, obispos y reyes. En lo alto se encuentran los dos órganos gemelos, reconstruidos en 1901.
Un ‘museo de arte’ en la Catedral
Las enormes dimensiones de la Catedral hacen que visitarla se parezca a recorrer un museo de arte. Y es que el templo alberga hasta 25 capillas decoradas con obras de grandes maestros de la pintura española. Es el caso de la Capilla de San Pedro, cuyo magnífico retablo del siglo XVII está decorado con pinturas de Francisco de Zurbarán y su escuela. Otro de los protagonistas de la catedral es el pintor sevillano Bartolomé Esteban Murillo, de quien podemos admirar varias obras como La Visión de San Antonio y El bautismo de Jesús (Capilla Bautismal-San Antonio), La Inmaculada (Sala Capitular) y Ángel de la Guarda (Altar del Ángel de la Guarda), entre otras. Tampoco conviene perderse las bellas pinturas renacentistas de Hernando de Esturmio (Capilla de los Evangelistas), la Apoteosis de San Francisco de Francisco de Herrera “El Mozo” (Capilla de San Francisco), ni La Virgen de Belén de Alonso Cano (Capilla de Nuestra Señora de Belén). La lista podría ser mucho más larga.
Por más interés histórico que artístico, otra visita obligada del recorrido es el Pendón de San Fernando, la histórica bandera con la que Fernando III tomó Sevilla en 1248, en la que por primera vez se unen los símbolos heráldicos de Castilla y de León. Se conserva en una vitrina frente al acceso a la Iglesia del Sagrario.