El Parque de María Luisa es, sin duda, el más conocido de los espacios verdes de la ciudad de Sevilla. Sobre todo, por su extensión, por su proximidad al centro histórico de la ciudad y por su espectacular paisajismo de principios del siglo XX. Pero es que, además, se trata de un espacio histórico en el que se celebró, en el año 1929, la Exposición Iberoamericana. Un encuentro internacional que cambiaría para siempre su fisonomía y que regalaría a Sevilla algunos de sus monumentos más escenográficos. Fundamentalmente, la Plaza de España.
La frondosidad y humedad de este enorme parque urbano lo convierte en uno de los lugares más recurrentes de Sevilla, sobre todo durante los meses de verano. Aunque, el parque tiene un gran encanto durante todo el año. Sobre todo, a principios de la primavera y del otoño, puesto que buena parte de su arbolado es de hoja caduca.
Sin duda, es uno de los lugares favoritos de las parejas sevillanas, dado el romanticismo que desprenden sus calles y glorietas cubiertas de vegetación. De hecho, es una de las localizaciones principales de la ciudad para los reportajes fotográficos de los recién casados. Y el paseo en calesa por sus avenidas resulta casi una obligación, muy placentera, eso sí.
Antecedentes del Parque de María Luisa
El Parque de María Luisa fue hasta finales del siglo XIX parte de los inmensos jardines contiguos al Palacio de San Telmo, es decir la residencia de los duques de Montpensier, más conocida como la Corte Chica. En ese momento, la duquesa viuda María Luisa Fernanda de Borbón decidió ceder este espacio verde, de cerca de 350.000 metros cuadrados, a la ciudad de Sevilla para el disfrute de sus vecinos y visitantes.
Aquellos jardines se mantuvieron casi intactos hasta que la capital andaluza fue designada como sede de la Exposición Iberoamericana de 1929. Un gran acontecimiento internacional para el que se eligió precisamente el inmenso terreno del parque.
En ellos se construyeron los diferentes pabellones de cada país, al tiempo que el conservador del bosque de Boulogne, en París, Jean-Claude Nicolas Forestier, se encargó de transformar el paisajismo. Para ello, en lugar de darles un toque francés (que era lo que casi todos esperaban), se inspiró en el Romanticismo y en los jardines del Generalife y la Alhambra de Granada y los del cercano Real Alcázar de Sevilla.
Qué ver en el Parque de María Luisa
En el recinto del parque quedan buena parte de las construcciones levantadas con motivo de la Exposición Iberoamericana. Aparte de la ya mencionada Plaza de España, está la Plaza de América, flanqueada por el edificio del Museo de Artes y Costumbres Populares, sin duda uno de los más atractivos del parque, con su estilo Neomudéjar. También se encuentran aquí el Museo Arqueológico (lo que fue el Pabellón de Bellas Artes), de estilo Neorrenacentista, y el Pabellón Real, de estilo Neogótico.
Forestier diseñó todo el conjunto del parque en torno a dos elementos ya existentes: el llamado Monte Gurugú (en referencia a la formación geológica que flanquea a la ciudad de Melilla) y el Estanque de los Patos.
Muy agradable es el paseo por las diferentes glorietas inspiradas en escritores y otros representantes de la cultura. A saber: Gustavo Adolfo Bécquer, Miguel de Cervantes, los hermanos Álvarez Quintero, Benito Más y Prat, Ofelia Nieto, Aníbal González…
También es de destacar el monumento a la infanta María Luisa, encargado en un principio al escultor sevillano Antonio Susillo, pero que finalmente habría de realizar Enrique Pérez Comendador. Se encuentra en uno de los extremos del llamado Estanque de los Lotos. Plagado de estas plantas de origen oriental, su fondo está recubierto de una bonita composición de azulejos. Todo el conjunto está flanqueado de pérgolas de las que cuelgan diferentes especies de plantas enredaderas.
Riquezas vegetales del parque
Tan interesante es el paseo monumental por el Parque de María Luisa como el botánico. Aquí conviven más de 140 especies de árboles procedentes de todos los rincones del mundo, a modo de jardín botánico. Muchas de esas especies las trajo Forestier, pero muchas otras ya formaban parte de lo que eran los jardines del Palacio de San Telmo en la época de los Montpensier.
Algunos de los ejemplares más destacados son las dos jacarandas que se encuentran frente al Pabellón Real; un Gingko biloba, las Araucaria biswillii y cunninghamii; los dos castaños de Indias rosa; una gran cantidad de palmeras de diferentes especies; y el llamado Árbol de las lianas, cuyo tronco tiene una circunferencia de más de cinco metros.
Eso en cuanto a las rarezas, porque las plantas árboles más habituales del Parque de María Luisa son los plátanos de sombra, las buganvillas, los eucaliptos, ficus, mirtos, acantos, ciruelos japoneses y los sugerentes árboles del amor.
Y también animales
Entre el espeso arbolado del parque vive una amplia colonia de animales. Fundamentalmente de aves. Aparte de las especies introducidas por la mano del hombre, como diferentes tipos de ánades, cisnes, pavos reales y pájaros cantores, existen muchas otras llegadas hasta aquí de forma espontánea o, incluso accidental. Es el caso de las numerosas urracas y de las cotorras argentinas y de Kramer.
También habría que mencionar las diferentes especies de peces de colores que viven en los estanques del parque y sobre todo la colonia de nóctulos gigantes, es decir, los murciélagos más grandes de Europa. La supervivencia de estos mamíferos está muy amenazada en la actualidad ante el creciente e incontrolable número de cotorras de Kramer.