La Mezquita de Suleiman domina una de las siete colinas de Estambul, la más alta, de igual manera que su impulsor Solimán el Magnífico ha dominado la memoria de los otomanos y la imaginación de Occidente. Él fue, seguramente, el sultán que la historia ha recordado como el más exitoso, el mejor ejemplo de una saga de sultanes dedicados a su trabajo, preocupados tanto por la guerra como por las leyes, por el arte como por el comercio.
Cuando, tras la conquista de Constantinopla, los otomanos construyeron el Palacio Topkapi, el antiguo palacio bizantino quedó obsoleto. Más tarde, Solimán decidió levantar en este mismo lugar su gran monumento al Islam, y para ello contrató al mejor arquitecto e ingeniero de su época, Mimar Sinán. Él mismo decidió tomarse el trabajo tan en serio como para dormir en el interior de la Mezquita de Suleiman parte del tiempo que duraron las obras. Su misión entonces era realmente ambiciosa: superar a Santa Sofía y, en especial, a su grandiosa cúpula.
- Mezquita de Suleiman, testimonio histórico de un triunfo
- Qué ver en el interior de la Mezquita de Suleiman
- Qué ver en los alrededores de la Mezquita de Suleiman
Para construir la Mezquita de Suleiman se movilizaron 3.500 operarios, artesanos, capataces… que trabajaron, sin descanso, entre 1550 y 1558. Hoy día ha quedado cerrada por parques y jardines que prolongan las maravillas de la mezquita en el exterior, formando para ella un escenario inmejorable. En el complejo de la Mezquita de Solimán, en su külliye, se encuentran además los edificios de un hospital, una escuela, cuatro madrasas o escuelas coránicas, un colegio médico, una cocina pública y, en especial, el Mausoleo de Solimán y su mujer, la mítica Roxelana.
Mezquita de Suleiman, testimonio histórico de un triunfo
La Mezquita de Suleiman –o Mezquita de Süleymaniye– conmemora uno de los momentos culminantes de la cultura islámica en el mundo. Con Solimán, que en Europa había extendido sus dominios por los Balcanes o Hungría, llegando incluso a sitiar Viena, el Imperio Otomano había llegado a su máxima expansión. Ese período de apogeo tocaría a su fin con su muerte, estabilizándose poco después el imperio e iniciándose sucesivas reformas.
Suleiman, o Solimán el Magnífico, no sólo puso sus pies en el corazón de Europa, sino que también extendió sus dominios por África y Asia. Fue poeta, mecenas, hombre de estado y reformista. Persiguió a las galeras portuguesas a lo largo de África y Asia. En Occidente, su nombre provocaba terror y admiración, mientras que en Oriente se encargaba de revitalizar el arte, la poesía o la arquitectura.
Solamente le faltaba erigir su propio templo en la antigua Constantinopla, a medio camino entre dos continentes. Y el encargo de la Mezquita de Suleiman le fue hecho al mejor arquitecto de su tiempo, el legendario Mimar Sinan. Fue este profesional quien supo unir y armonizar las influencias de Bizancio y las tradiciones árabes y otomanas. Planeó edificios grandiosos, llenos de lujo y de espacios diáfanos que jugasen con la iluminación y el eco de sus muros. En este caso, se propuso también igualar la grandeza de la cúpula central de Santa Sofía, sin recurrir a ningún pilar o soporte que estropease la limpieza visual del espacio sagrado.
La construcción, que duró desde 1550 hasta 1558, se vería afectada tanto por el Gran Fuego de 1660 en Estambul, que duró dos días y arrasó gran parte de la ciudad, como por el terremoto de 1766. Más aún, durante la Primera Guerra Mundial, la Mezquita de Suleiman fue utilizada para almacenar armamento, error que quedó patente cuando uno de los depósitos de munición explotó dañando una parte importante de su estructura. Hasta 1956 la mezquita no quedó totalmente reparada, lista para volver a lucir como en sus primeros y gloriosos días.
Qué ver en el interior de la Mezquita de Suleiman
La Mezquita de Suleiman, diseñada por Mimar Sinan, no podía sino representar con su tamaño la grandeza y prosperidad del imperio. Para decorar su interior, Sinan optó entre otros por los mismos azulejos de Iznik (Nicea) que medio siglo después darían su color a la Mezquita Azul. Dentro de ese espacio tenemos, además, más de 100 vidrieras de diferentes tamaños y formas, que prestan su luz al edificio jugando con la claridad y las sombras.
Curiosamente, en el interior de la Mezquita de Suleiman se tiene a veces la sensación de frío por el propio diseño de la misma. Las entradas de aire en la mezquita empujan el hollín de las lámparas y cirios a un sitio determinado, el cual recogían luego para hacer tinta. El eco de los pasos se extiende además por lo alto de las bóvedas, en el ambiente diáfano. La magnífica cúpula central, casi tan colosal como la de Santa Sofía, queda flanqueada por semicúpulas que aligeran su enorme peso. En total, 53 metros de altura y unos 26 de diámetro, todo ello decorado con diseños geométricos y vegetales. Los contrapesos para la cúpula están, por otra parte, ajustados a los muros, dejando el espacio abierto a la vista.
En el interior de la Mezquita de Suleiman tenemos también el mihrab de mármol, que nos indica la dirección de La Meca y el lugar a donde dirigir los rezos, decorado con los azulejos de Iznik. Como el púlpito o mimbar, cuenta con incrustaciones de marfil y nácar, además de piedras como la turquesa, para representar flores y otros dibujos. El suelo queda cubierto por varias alfombras, una de ellas color persimón y traída desde El Cairo. Y en lo alto, como en las mejores mezquitas de Estambul, las bóvedas se cubren de diseños caligráficos, florales o geométricos de intenso color, que dirigen nuestra vista hacia el óculo de la cúpula central por donde entra la luz del sol.
Patio de la Mezquita de Suleiman
Es preciso tomarse algún tiempo para admirar el patio de la mezquita, ya que es absolutamente grandioso. En sus casi 20.000 metros cuadrados ya se comienza a intuir la monumentalidad del interior.
Tumba de los sultanes
Detrás del muro que marca el mihrab de la Mezquita de Suleiman se encuentran los mausoleos de Solimán y de su mujer, Hürrem Sultan o, como se la conoce en Occidente, Roxelana o Rosselana. Como las Sultanas Madres que se encargaron de la construcción de la Mezquita Nueva, ella sería una figura aún todavía más prominente del conocido como Sultanato de las Mujeres: casi un siglo durante el cual el Imperio Otomano vio como las mujeres cercanas al sultán asumían grandes espacios de poder, patrocinaban las artes, etc.
Nacida en Polonia y de origen cristiano, Hürrem Sultan sería raptada durante una incursión por parte de los Tártaros de Crimea y vendida a la lejana corte del sultán otomano. Hürrem, que entonces se convirtió en una más de las mujeres del harén imperial, acabaría con el tiempo llegando a ser la favorita de Solimán. Y éste no dudó en romper las tradiciones y casarse con ella, siendo además musulmana conversa de origen cristiano. Convertida en Consorte Imperial, Hürrem Sultan influiría en las decisiones de Estado y en la diplomacia, además de llevar a cabo numerosas obras de caridad, construir un gran número de edificios de todo tipo o patrocinar las artes en el imperio.
En Europa se la llamó Roxelana por su pelo rojizo, convirtiéndose en una figura legendaria por sus orígenes cristianos, su increíble ascenso y su capacidad para la diplomacia y el gobierno. Hürrem, su nombre, significa “la que trae alegría”.
El Mausoleo de Hürrem, de forma octogonal, es del mismo año de su muerte en 1558. La decoración de su interior emplea baldosas de Iznik, y dentro encontramos ocho nichos con forma de mihrab, tallados en la pared y con una decoración muy delicada. Si su exterior destaca por su sobriedad y elegancia, su interior oculta una serie de mosaicos muy refinados.
La tumba de Solimán es todavía más espléndida. Ha sido decorada con marfil, metales preciosos, mármol, azulejos y, sobre todo, una piedra muy especial. Y es que, supuestamente, una de las piedras incrustadas en uno de sus arcos es parte de la Piedra Negra de la Meca. Desde el exterior, este edificio porticado de 24 columnas aparece coronado por una elegante cúpula, con hermosas ventanas de celosía bajo sus arcos apuntados. Los azulejos de Iznik usados en su decoración son los primeros en los que se registra ese color turquesa que los hace tan característicos en la Mezquita Azul. El Mausoleo de la Mezquita de Suleiman acoge también los restos de la hija de ambos, la hermosa Mihrimah Sultan, así como los de los sultanes Suleiman II y Ahmed II.
Qué ver en los alrededores de la Mezquita de Suleiman
Alrededor de la Mezquita de Suleiman, hay numerosos atractivos turísticos que debes descubrir en tu escapada a Estambul. Uno de los más importantes es el Gran Bazar, a donde puedes llegar caminando, ya que se encuentra a sólo 600 metros de distancia. Un poco más allá, a 1,5 kilómetros, se encuentra el majestuoso Palacio Topkapi, cuyo interior alberga, entre otros edificios interesantes, el Museo Arqueológico de Estambul, y muy cerca de éste, la Mezquita Azul y la Mezquita de Santa Sofía, así como la plaza de Sultanahmet. No deberías perderte ninguno de estos lugares. Te contamos por qué:
Gran Bazar
No hay turista que no se pasee y compre un recuerdo en el mercado más grande y antiguo de Estambul. Basta decir que tiene más de 3.600 tiendas repartidas en 45.000 metros cuadrados y que en él trabajan unas 20.000 personas. Sus orígenes datan de los tiempos de Mehmed II, que construyó muy cerca de su palacio el antiguo bazar. Para acceder al recinto, hay nada menos que 22 puertas y todo su entramado se reparte en torno a 64 calles. Aquí podrás encontrar y comprar de todo: artesanía, joyas, ropa, alfombras… Eso sí, es obligatorio regatear.
Palacio Topkapi
Es el símbolo del poderío de la época imperial de Estambul. Aquí estuvieron los sultanes hasta mediados del siglo XIX y su construcción comenzó poco después de que Mehmed II tomara Constantinopla. Se inauguró en 1465 y posteriormente fue ampliando sus dependencias hasta que, en 1856, el sultán Abdulmecid decidió cambiar la residencia de los sultanes al Palacio Dolmabahçe. En su interior, hay cuatro patios y múltiples edificios, como la sala de armas, la cocina, los establos reales, el tesoro, el harén y muchos más. En total, 700.000 metros cuadrados.
Museo Arqueológico de Estambul
Ubicado entre el primer patio del Palacio Topkapi y el Parque Gülhane, es el primer gran museo de Turquía y uno de los más importantes del mundo en su ámbito. Fundado por el pintor y arqueólogo Osman Hamdi en 1891, su colección se distribuye en tres partes: la de los Museos Arqueológicos, que alberga, entre otras joyas, sarcófagos tan importantes como el de Alejandro, del siglo IV; la Colección de Arte Oriental, que cuenta con sepulcros otomanos y parte de la Puerta Babilónica de Istar, y la colección de cerámicas y joyas, que está alojada en el Pabellón de los Azulejos.
Mezquita Azul
Inaugurada en el año 1617 por Mustafá I, es la mezquita más importante de Estambul. Su nombre en turco es Sultanahmed Camii y su gran cúpula central mide nada menos que 23 metros de diámetro y 43 de altura. Sobresalen sus seis minaretes y en su interior, más de 20.000 azulejos de Iznik de color azul adornan la cúpula y la parte superior de la mezquita. También tiene unas 200 vidrieras llegadas de Venecia.
Santa Sofía
Es el gran emblema de Estambul. Esta mezquita fue construida durante el mandato de Justiniano, entre los años 532 y 537 y representa una de las grandes obras del arte bizantino. Después de tener funciones de iglesia durante 900 años, en 1453 fue reconvertida en mezquita, con cuatro grandes minaretes. Fue Ataturk quien transformó el templo en un museo, pero recientemente, en 2020, recuperó de nuevo su función de mezquita. Tiene una gran cúpula de 30 metros de diámetro y su interior es impresionante. En la actualidad, los mosaicos de la segunda plata y sus grandes medallones están escondidos detrás de unas cortinas.
Plaza de Sultanahmet
Es el corazón de Estambul. Situada entre Santa Sofía y la Mezquita Azul, es el lugar ideal para tomar el pulso a la ciudad. Aquí se puede escuchar el sobrecogedor canto del muecín llamando a la oración. A un paso se encuentra el Hipódromo de Constantinopla, un espacio que un día estuvo dedicado a espectáculos hípicos y que llegó a acoger a más de 100.000 espectadores hasta la toma de la ciudad por los otomanos. En uno de sus extremos se encuentran la Columna de Constantino y el Obelisco de Tutmosis III, el monumento de mayor antigüedad de Estambul.