Estambul exhibe su rico patrimonio de mil formas en cada rincón de la ciudad. Sus intensos contrastes y su apasionante historia están vivos por donde quiera que vayas. La antigua capital de los imperios romano, bizantino y otomano cuenta, en el aspecto museístico, con atractivas propuestas donde empaparnos de toda esta cultura.
En el Museo Arqueológico, por ejemplo, podemos descubrir la huella que han dejado estas milenarias civilizaciones. Otra de las visitas fundamentales es el Museo de Arte Turco e Islámico, pues contiene una soberbia colección de más de 40.000 piezas que abarcan un amplio período, desde el califato de los Omeyas hasta nuestros días. Todo tipo de objetos e incluso algunas de las alfombras más antiguas del mundo te esperan en estas salas.
El Museo de Arte Turco e Islámico, orígenes palaciegos
A veces los museos son edificios de nueva planta que se construyen de manera específica para albergarlos. Sin embargo, en otras ocasiones el origen del edificio que lo contiene es igual de llamativo que el propio museo. Ese es el caso que nos ocupa, pues al cruzar la puerta del Museo de Arte Turco e Islámico estarás adentrándote en un antiguo palacio, y no en uno cualquiera.
Esta gran construcción, situada en la plaza Sultanahmet, fue un regalo que le hizo el sultán Solimán el Magnífico a Ibrahim Pasha, su amigo y gran visir. Ibrahim es considerado por muchos historiadores la persona con mayor influencia de este histórico período, a pesar de tener un trágico final, ya que fue acusado de traición y asesinado.
Construido en piedra y ladrillo en el año 1524, es uno de los mejores ejemplos de arquitectura civil otomana. A la muerte de Ibrahim, se siguió utilizando como residencia oficial para embajadores y ministros. A lo largo de los siglos pasó por numerosas restauraciones, sufrió la violencia de un terremoto y quedó casi en estado ruinoso.
En 1914 abrió sus puertas el Museo Fundación Islámica en uno de los anexos de la magnífica Mezquita de Solimán. Cambió de nombre en 1923 y se convirtió en el Museo de Arte Turco e Islámico. Sin embargo, el poco espacio del que disponía obligaba a buscar un nuevo emplazamiento para una colección que no dejaba de crecer.
No fue hasta la década de 1960 cuando se decidió recuperar el esplendor del palacio de Ibrahim y darle un nuevo uso con este museo. Así comenzaron unas obras que duraron más de quince años para adaptar por completo el palacio. Se inauguró al público en 1983.
Tras unas intensas reformas, que tuvieron lugar entre 2012 y 2014, el Museo de Arte Turco e Islámico reabrió para celebrar el primer centenario de su nacimiento con más fuerza que nunca y nuevos espacios expositivos.
Qué ver en el Museo de Arte Turco e Islámico
Uno de los mayores atractivos con los que cuenta este museo es la rareza de muchos de sus objetos, que no podrás contemplar en ninguna otra parte. Más de 40.000 piezas ordenadas de manera cronológica cubren los diferentes períodos artísticos, desde el califato de los Omeyas hasta la actualidad.
Alfombras
No hay duda de que las obras maestras del museo son las alfombras de la era Seljuk, del siglo XIII. Aquí hallarás la colección más rica que existe en el mundo, con muestras absolutamente extraordinarias de estos trabajos puramente artesanos.
Lápidas con símbolos
Las lápidas del período Seljuk son de lo más curioso, pues nos enseñan una iconografía nada tradicional en la que podrás ver representados grifos, dragones y todo tipo de criaturas mitológicas.
Manuscritos
Alrededor de 15.000 manuscritos se exponen en el museo fechados entre los siglos VIII y XIX, entre los que se pueden encontrar distintas versiones del Corán colocados en atriles, brindándote la oportunidad de contemplar estos textos de incalculable valor muy de cerca.
Otros objetos
Piedra, cerámica, madera, vidrio, metal y hasta sarcófagos, las piezas que se exponen en las salas del Museo de Arte Turco e Islámico son de lo más variopinto y completan un catálogo espléndido para acercarte a su cultura. No dejes de pasar por la sección de las reliquias sagradas, donde se reúne una importante colección procedente del Palacio Topkapi.
En la planta baja, en el patio, hay una gran sala dedicada a la etnografía para mostrar como era la vida cotidiana en Estambul en el siglo XIX. Podemos ver las características de los pueblos y las etnias turcas, con un apartado especial dedicado a las tribus nómadas.
No abandones el recinto sin regalarte una de las mejores vistas de la Mezquita Azul. En el patio hay una agradable terraza donde podrás tomar tranquilamente un té, mientras disfrutas de la maravillosa y coloridas cúpulas de esta espectacular construcción.