Con permiso de Capadocia, Pamukkale es la principal atracción turística de la región de Anatolia. Una auténtica fantasía, obra en parte de la geología y en parte de la mano del hombre, que cada año atrae a millones de visitantes.

Todos ellos llegan atraídos por sus piscinas naturales, de un blanco inmaculado y con aguas de un intenso color verde esmeralda que vierten, como una inmensa cascada pétrea, hacia el valle inferior.

Se encuentran bajo la ciudad de Hierápolis, que durante la Antigüedad clásica vivió un gran esplendor gracias a las aguas termales que salen directamente de la tierra, a temperaturas de entre 35°C y 100°C.

Dónde está y cómo llegar a Pamukkale

Pamukkale está en la zona sudoeste de Turquía. En concreto en la provincia de Denizli, en el valle del río Menderes, a algo más de 600 kilómetros de Estambul y a unos 475 de la capital del país, Ankara.

La forma más cómoda de llegar hasta aquí es contratando un paquete turístico. Quien se anime a venir por su cuenta, alquilando un vehículo, tiene desde el Bósforo una larga ruta de unas siete a ocho horas de duración, a través de enrevesadas y concurridas carreteras.

pamukkale
Pamukkale

También se puede llegar en avión desde Estambul hasta el aeropuerto de Denizli, a unos 70 kilómetros de Pamukkale (algo menos de una hora de recorrido). Una vez allí, se puede alquilar un vehículo, tomar un taxi o bien el autobús (de la empresa Bay Tur) que conecta el propio aeropuerto con este complejo termal y arqueológico.

Qué ver en Pamukkale

Ante todo, lo más llamativo de Pamukkale son sus travertinos. Es decir, las características formaciones geológicas en forma de cascada que se han formado por la acumulación sobre el talud de la montaña de restos de bicarbonato y calcio (creta) disueltos en las aguas termales que surgen en la zona.

A lo largo de milenios esta sedimentación de creta ha dibujado una espectacular geología, con estalactitas y estalagmitas y otros tipos de formaciones pétreas. Es decir, al estilo de lo que ocurre en las cuevas subterráneas de calcitas y yesos, pero en este caso en la superficie.

El agua también se ha acumulado en lo que hoy se conoce como las piscinas naturales de Pamukkale. En otro casos, el agua ha desaparecido, formando impresionantes terrazas de piedra de travertino blanco.

También muy características de Pamukkale son las formaciones en forma de algodón de azúcar, o de nubes, que están entre las más fotografiadas del complejo.

Pero en este conjunto geológico, tan gratificante como la vista resulta el tacto. De hecho, a Pamukkale muchos vienen a bañarse en sus aguas termales, a diferentes temperaturas y con propiedades mineromedicinales.

pamukkale
Pamukkale

De hecho, algunos visitantes suelen embadurnarse el cuerpo con las sales minerales depositadas en el fondo de la piscinas y del entorno, por sus supuestos efectos antirreumáticos.

Hierápolis, la gran ciudad de la Antigüedad

Situada sobre el complejo geológico de Pamukkale está la ciudad antigua de Hierápolis. Ambos lugares íntimamente ligados por la Historia. De hecho, si los griegos clásicos fundaron aquí este núcleo de población fue para aprovechar los beneficios medicinales de las aguas termales.

Así, el rey Eumenes II de Pérgamo rubricó la fundación de esta ciudad a principios del siglo II antes de nuestra era. Se le dio el nombre de Hierápolis como homenaje a Hiera, reina de las amazonas, según la mitología helenística.

Hierápolis vivió una refundación con la llegada de los romanos, que la explotaron durante la época imperial como uno de los lugares más deseados para las vacaciones de sus notables. Y así continuó, hasta que en el año 1354 la destruyó un gran terremoto.

Por fortuna, pese al olvido que la cubrió durante varios siglos, las sucesivas excavaciones han descubierto buena parte de la estructura de la ciudad y de sus edificios más destacados.

Entre ellos están:

  • Templo de Apolo: fue el templo de mayores dimensiones de la ciudad antigua, construido con grandes bloques de piedra sin argamasa. Hoy queda en pie una parte importante de sus columnas.
  • Anfiteatro: es uno de los lugares más impresionantes (y reconstruidos) del complejo arqueológico. Se construyó en el siglo III, bajo el reinado de Séptimo Severo y tiene capacidad para unos 12.000 espectadores.
  • Baños romanos: se construyeron en el siglo II de nuestra era y se pueden admirar sus tres partes fundamentales (frigidarium, caldarium y tepiderium) bajo escenográficas bóvedas que hoy acogen un interesante museo.
  • Necrópolis: se trata de tres, situadas junto a los diferentes accesos al complejo y son una de las mejores pruebas (por su tamaño) de la importancia que tuvo Hierápolis en la época clásica.
  • Monumento y tumba de San Felipe: del siglo V, supuestamente acoge los restos de este personaje, uno de los 12 apóstoles de Jesús de Nazaret, que llegó a la zona en su tarea de evangelización y donde fue martirizado.
  • Piscina de Cleopatra: que la mítica reina de Egipto pasara por aquí es algo que forma parte de la leyenda. Lo que sí es cierto es que sumergirse en las aguas de esta piscina permite conectar de forma inmediata con la Antigüedad clásica.
pamukkale
Pamukkale

Castillo de algodón y piscinas naturales

A las piscinas naturales de Pamukkale se las conoce como el Castillo de Algodón. Y literalmente, eso es lo que significa su nombre en turco. Se llaman así por las evidentes analogías entre el aspecto de los frutos de ese vegetal con las formaciones geológicas de travertino que caracterizan a este complejo.

Los primeros viajeros europeos que empezaron a visitar la zona, allá por el siglo XVIII, también conocieron a Pamukkale como el Castillo de las Tumbas, por la gran cantidad de sepulcros existentes en todo el valle.

En cuanto a las piscinas como tal, la mayoría de los visitantes se bañan en las artificiales, creadas para cubrir una antigua carretera construida en el siglo XX.

A finales de ese siglo, coincidiendo con la declaración del complejo como Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, se fijaron ciertas restricciones para garantizar la preservación del lugar.

Entre ellas, la obligación de caminar descalzos por buena parte del conjunto geológico. Gracias a ello, las piscinas naturales de Pamukkale lucen ahora en todo su esplendor y regalan, sin duda, algunas de las imágenes más impresionantes de Turquía.