En el año 537 d.C., cuando la Basílica de Santa Sofía fue reconstruida por última vez, la mayor obra de la ingeniera antigua romana quedaba casi igualada. Se trataba de la cúpula del Panteón de Agripa, un logro único en su tiempo. La cúpula de Santa Sofía se elevaba todavía más alto. El espacio de su interior era tan inmenso que hasta que llegó la de Sevilla, mil años después, ninguna catedral cristiana pudo igualarla. Sufrió incendios, terremotos y saqueos de los cruzados. Fue protegida por vikingos y, en su interior, se fraguó el cisma de Oriente y Occidente por el que nació la Iglesia Ortodoxa.
Pero ni en los peores momentos del Imperio, Santa Sofía fue descuidada por sus señores. Por eso, tras siglos de decadencia, cuando los conquistadores musulmanes se toparon con ella, aún estaba radiante, resplandeciente entre la muerte y el fuego de los saqueos. Impresionados, decidieron conservarla y convertirla en mezquita. Y desde entonces, ellos mismo asumirían el reto de desarrollar su estilo arquitectónico y llevarlo hasta el máximo. La Mezquita Azul, mil años después, se colocaba justo enfrente para demostrar que, en muchos aspectos, lo habían conseguido.
La Basílica de Santa Sofía, mil años de reinado
La Basílica de Santa Sofía es una auténtica superviviente. Si su construcción fue un milagro arquitectónico, su trayectoria no ha sido menos singular. A lo largo de su accidentada existencia ha sufrido tres grandes incendios, cinco terremotos, saqueos, revueltas, conquistas…
Constantino fue el primer emperador en ordenar su construcción en el año 360, pero el fuego la habría consumido para el 404. Tan sólo 11 años después, Teodosio II emprende una nueva construcción, sólo para ser quemada en el 532 en las revueltas de Niká, las peores en toda la milenaria historia del Imperio Bizantino. En ella, los exaltados hooligans de los equipos del cercano hipódromo intentaron tomar el Gran Palacio Real de Justiniano y, ante el fracaso de esta empresa, la pagaron con Santa Sofía.
En el año 537, cinco años después de las revueltas, Justiniano decide poner fin a este gran anhelo imperial levantando la mayor basílica del mundo entero, de un tamaño inconcebible para la época. Justiniano, que había triunfado con sus conquistas militares e intelectuales, pretendía además embellecer Bizancio, volver a resucitar la grandeza del Imperio Romano desde Constantinopla.
Y a la tercera fue la vencida: Justiniano contrató a Isidoro de Mileto y a Antemio de Trales, arquitectos muy destacados en su tiempo, para la construcción final. Ambos culminaron los logros de la arquitectura antigua romana con su gran cúpula, adelantando asimismo las nuevas técnicas constructivas que dominarían el siguiente milenio. Santa Sofía fue algo nunca visto, en esplendor y en tamaño (Notre Dame cabría entera en su espacio interior). Pero todavía quedaban incendios por venir, cinco terremotos, el saqueo de los Cruzados o el de los otomanos tras la toma de Constantinopla, en 1453.
El sultán Mehmet II, después de su legendaria conquista de la ciudad, dejó tres días a sus tropas para saquearla. El sueño de Mehmet II se había cumplido. El gran genio militar, que fundió los cañones de bronce más grandes que soñar se pudiera en su época; el mismo que ordenó transportar su flota a través de las montañas para superar la gigantesca cadena que cerraba el Cuerno de Oro, se prosternaba por fin en el sagrado reciento de la mezquita para rezar en dirección a la Meca.
Con ese solo gesto la convirtió en mezquita. Y así continuó hasta 1935, momento en el que Ataturk, padre de la nación turca, la convierte en museo. En 2019 el presidente turco Erdoğan manifestó que fue un error este último cambio, y que la devolvería a su estatus de mezquita. Santa Sofía, acostumbrada a los cambios y vaivenes de la historia, espera mientras tanto con la tranquilidad de sus más de mil años de historia.
El bello interior de la Basílica Santa Sofía
Justiniano, el emperador responsable del diseño de la actual Santa Sofía, puso tanto empeño en esta empresa que llegó a dormir dentro de la basílica durante las obras. Según la leyenda, un ángel le iba orientando durante la construcción. Y quizá sólo así se explique la magnificencia de esta obra, absolutamente única en su momento. El material utilizado fue principalmente el ladrillo unido con argamasa: materiales baratos y accesibles, perfectos para no dilatar mucho las obras.
En su exterior, la Basílica de Santa Sofía sobresale por lo robusto de su estructura. Enormes contrafuertes se destacan de su fachada, así como una serie de cúpulas que, en cascada, van deslizándose hacia la cúpula central. Ambas técnicas constructivas tenían un solo fin: aguantar el peso de la enorme cúpula central, que no contaba con ningún tipo de columna o soporte.
Y si el exterior estucado nos impresiona por su tamaño, por su robusta y maciza constitución, en el interior la elegancia y la finura son las que envuelven al visitante: mosaicos de oro, mármoles policromados, piedras preciosas en incrustaciones, y otras maravillas. Realmente, es imposible resumir todas sus riquezas, por lo que destacaremos algunos de sus puntos más interesantes. El resto, será necesario ir descubriéndolo nosotros:
- Nártex: de las cinco puertas que tenemos para acceder al recinto, aquí se encuentra la principal, por la que entraba el mismísimo emperador. En su espacio tenemos uno de los mosaicos más destacados de la basílica, con la imagen de Cristo bendiciendo a León IV.
- Nave Central: en el inmenso espacio central de Santa Sofía encontramos su famosa cúpula, de 55,6 metros de altura y 31 de diámetro, descansando sobre una arcada de 40 ventanas. Aquí podemos contemplar también el juego de semicúpulas que van creciendo en tamaño y altura hasta llegar a la principal. Medallones gigantescos con versos del Corán cuelgan de los techos, finos mosaicos adornan el espacio, una cisterna de alabastro para las abluciones se destaca junto con el majestuoso mihrab…
- Galería superior: esta galería porticada y abovedada era el lugar desde el que la emperatriz y sus cortesanos seguían los actos religiosos. Debido a los terremotos, podremos observar que su bóveda se encuentra algo ladeada. Las galerías rodean a la nave central, y en ella podremos admirar el lujo de los que se colocaban en este lugar elevado para escuchar las ceremonias religiosas: mosaicos, mármol policromado… e, incluso, pintadas hechas por los vikingos, que no dudaron en dejar sus firmas en una de sus visitas al templo.
- Mosaicos y puertas: Santa Sofía tiene varias entradas maravillosas que ya nos anuncian que algo grande se esconde tras ellas. La puerta de Mármol, al sur, desplegando motivos vegetales y geométricos; la puerta del Emperador, de unos siete metros y probablemente parte de la basílica original; la puerta del Bronce, del siglo IX…. Más aún, en la basílica encontraremos alrededor de una decena de conjuntos de mosaicos. El de la puerta Imperial, uno de los más famosos, nos muestra a Jesús bendiciendo a un emperador, probablemente León IV el Sabio. Todos ellos, con tonos dorados, despliegan una cantidad de mensajes simbólicos, que van desde inscripciones hasta los colores usados. El más predominante de ellos, el oro, baña los muros de Santa Sofía como un reflejo solar y, por tanto, divino.
- Los Santuarios islámicos: los jardines de la antigua basílica fueron el lugar elegido por diferentes sultanes para situar sus mausoleos. A ellos se accede desde fuera del templo, en la calle que conduce al Palacio de Topkaki, y es toda una visita obligada: dentro encontraremos desde obras artísticas de gran calidad hasta tumbas dedicadas a emperadores algo “transgresores”, como Ibrahim el Loco, encerrado de niño por su hermano en un harén, bajo estricta vigilancia, cuando éste llegó a gobernar. Sus otros cuatro hermanos no tuvieron tanta suerte: fueron ejecutados.
Curiosidades, consejos y datos de interés de la Basílica de Santa Sofía
La Basílica de Santa Sofía se ha visto, en ocasiones, envuelta por un halo de misterio, tanto en la antigüedad como en nuestros días. Autores como Dan Brown han desarrollado su fantasía en torno a este tema. Les dejamos algunas de las más curiosas.
- La Basílica de Santa Sofía guarda objetos que, se dice, tienen propiedades milagrosas o curativas. Por ejemplo, el pozo debajo de la cúpula principal se cree que tiene el poder de curar enfermedades.
- Otro misterio es el de su columna de mármol siempre húmeda, independientemente de la fecha en que visitemos el templo. Antiguamente, los fieles hacían un agujero en su estructura para meter los dedos y pedir un deseo en contacto con su agua sagrada. Es por eso que fue cubierta de bronce con posterioridad.
- Pero si en algo se ha destacado el enigma de Santa Sofía ha sido en su subsuelo. Y es que Constantinopla albergaba una gran cantidad de cisternas subterráneas que recogían el agua y servían para abastecer a la ciudad, por ejemplo, en caso de asedio. Yerebatan es una de las más conocidas, del emperador Justiniano I, de nada menos que 1.000 metros cuadrados de capacidad y soportada por hasta 336 columnas de mármol. Y en el siglo XXI, por fin, comenzaron las excavaciones para conocer los misterios del subsuelo de Santa Sofía. Y los rumores eran ciertos: sus aljibes o cisternas eran tan grandes que conectaban con el Palacio de Topkapi y el Palacio de Tekfur.
Actividades y tours en Santa Sofía
Desde mayo hasta septiembre, se celebra un espectáculo nocturno de luces y sonido en el exterior de la Mezquita Azul y de la Basílica de Santa Sofía. Comienza alrededor de las nueve de la noche en los alrededores de la plaza Sultanahmet y suele hacerse cada día en un idioma diferente, por lo que es aconsejable informarse antes en una oficina de turismo.