Ruta en tren por Europa central y oriental
Viajar en tren por Europa no es solo sinónimo de unas vacaciones repletas de aventuras y experiencias; es también una excelente forma de reducir nuestra huella ambiental y contribuir al cuidado del planeta sin renunciar a lo que más nos gusta: explorar el mundo. Trazamos un itinerario atípico por algunas de las ciudades con más encanto del Viejo Continente
No estamos descubriendo la rueda cuando decimos que viajar en tren por Europa es uno de las mejores formas de explorar el continente, si bien cualquier momento es bueno para recordarlo. Los beneficios de embarcarse en una aventura y cruzarse países enteros en este medio de transporte son muchos y variados: es más económico, te permite llevar el equipaje que quieras sin pagar extras, cuentas con más espacio y libertad de movimiento durante el trayecto, no necesitas estar con antelación en la estación dos horas antes, las estaciones suelen situarse en el centro de las ciudades y, probablemente lo más importante, se trata del transporte que menos contaminación produce, liberando infinitamente menos emisiones de carbono que el avión o el coche.
Viajar en tren es más económico, más cómodo y práctico, además de ser la opción más sostenible y amable para el medioambiente
Otro pretexto para viajar en tren por Europa es que durante los trayectos podrás ver paisajes que no verías de otro modo, además de tener tiempo para informarte sobre tu siguiente destino y sentir cómo te vas aproximando a él a lo largo de los kilómetros.
Vías del tren al atardecer
Viajar en tren por Europa central y oriental: las 5 paradas imprescindibles
Si estás dándole vueltas a la idea de lanzarte a viajar en tren por Europa, en este artículo hemos preparado una ruta por cinco ciudades de cuatro países diferentes situados entre el centro y el este de Europa. Un total de cinco destinos llenos de encanto y fuera de los tópicos que podrás conocer de estación en estación gracias a su cercanía y excelentes conexiones entre ellos.
1º parada: Varsovia (Polonia)
El punto de partida de esta ruta en tren por Europa comienza en la bella Varsovia, capital de Polonia. Esta ciudad fusiona como pocas historia y modernidad, con rincones que cuentan una historia única, despertando una fascinación que va más allá de lo convencional. Explorarla y adentrarse en sus calles es sumergirse en una atmósfera única repleta de opciones de ocio y culturales.
Vista aérea de la plaza central de Varsovia
La verdadera magia de Varsovia se encuentra en su capacidad para reinventarse. Esta urbe ha superado con gracia el peso de un pasado tumultuoso, consiguiendo resurgir como un crisol de arte, cultura y cosmopolitismo. Los muros restaurados del casco antiguo, meticulosamente reconstruidos después de la Segunda Guerra Mundial, hacen de testigos de la resiliencia y la determinación del pueblo polaco. De ahí que muchos la conozcan como “la ciudad Fénix”.
Además de su historia, Varsovia palpita con una escena artística y culinaria en constante evolución. Los barrios emergentes albergan galerías de arte contemporáneo, cafés con encanto y restaurantes que ofrecen una explosión de sabores locales e internacionales. Una buena forma de entrar en contacto con su tradición e idiosincrasia es dirigiéndose a los mercados callejeros como el Hala Koszyki, donde darse un festín con productos y platillos típicos de la zona, desde los famosos pierogi (bolas de masa rellenas de patata y queso) a sus celebrados golabki (rollos de col con arroz y carne).
Una calle del centro de Varsovia
Los amantes de la arquitectura encontrarán también en Varsovia une escaparate en el que deleitarse la vista con edificios de la era soviética que conviven con modernas construcciones de vidrio y acero, creando un paisaje urbano de un enorme eclecticismo que refleja la evolución de la capital polaca a lo largo del tiempo.
2ª parada: Praga (República Checa)
Tras visitar Varsovia, nos dirigimos al país vecino de la República Checa, más concretamente a Praga, tras un trayecto en tren que ronda entre 7 y 10 horas, según el tipo de tren que elijas. Este es el segundo trayecto más largo de esta ruta que te recomendamos, por lo que una buena idea es salir temprano y llegar así a Praga la hora de comer.
Praga es calificada por muchos como la joya de Europa central y, aunque sus famosos edificios llenos de historia y sus preciosas callejuelas son ya buenos pretextos para visitarla, su mezcla única de legado y arte y su irresistible espíritu bohemio tampoco dejan indiferente a sus visitantes.
Una plaza del casco histórico de Praga
La esencia de Praga reside en su capacidad para fusionar lo antiguo con lo nuevo de una manera armoniosa. Los emblemáticos puntos de referencia, como el Puente de Carlos y el Castillo de Praga, sirven como puertas de entrada a una ciudad que alberga en su interior un sinfín de experiencias para todos los gustos, desde pubs de cerveza artesanal y clubs de moda hasta románticas cafeterías que son auténticas joyas del diseño.
La escena cultural de Praga es otro de sus fuertes para quienes buscan experiencias arty. Los cafés bohemios, teatros alternativos y galerías independientes son parte del corazón creativo de la ciudad. Y si quieres salir a tomar algo o incluso bailar hasta altas horas de la madrugada, solo tendrías que dirigirte a las calles de la zona Vieja y la Ciudad Nueva, donde se concentran la mayoría de discotecas y bares de copas.
Pero lo que realmente hace que Praga sea fascinante es su atmósfera altamente inspiradora. El río Moldava serpenteando por la ciudad, sus fantásticos y tranquilos parques o la melancolía que se percibe en cada esquina agregan una dimensión poética a la visita.
Panorámica del muelle de la Ciudad Vieja y el puente Carlos sobre el río Moldava en Praga
3ª parada: Brno (República Checa)
Nos dirigimos a nuestro tercer destino, Brno, también en República Checa y a solo 2 horas y media en tren desde Praga.
Brno sigue siendo para muchos la gran desconocida –aunque vez menos– de la República Checa; un tesoro por descubrir alejada de tópicos turísticos que destaca por su atractivo legado monumental (hay quienes se refieren a ella como la Viena checa por sus semejanzas con la capital austriaca) y su vibrante escena cultural.
Lo especial de Brno radica en su autenticidad y en su capacidad para sorprender a cada paso. A diferencia de Praga, Brno ofrece una atmósfera más relajada y auténtica, donde es fácil sentirse un local más y experimentar su acogedor ambiente. Sus bellas calles, edificios de colores y plazuelas son el escenario perfecto para la vida moderna y vibrante que bulle en la ciudad.
La Fuente Parnas en la plaza Zerny de Brno
La arquitectura de Brno es una mezcla fascinante de estilos, que van desde edificios góticos y barrocos hasta diseños contemporáneos. El icónico laberinto de túneles y bodegas subterráneas de la ciudad ofrece una visión única de su pasado, mientras que los espacios modernos y vanguardistas muestran la creatividad y la innovación de la Brno actual.
La escena cultural de la ciudad es un verdadero tesoro escondido. Abundan aquí los teatros, las galerías de arte emergentes y un gran número de festivales que hacen que siempre haya un plan interesante en Brno. No deberás dejar la ciudad sin visitar también enclaves como la Plaza de la Libertad, el Antiguo Ayuntamiento, la plaza del Mercado de las Verduras, el Teatro Nacional, el Teatro Reduta y la plaza Mendel, además de sus imponentes castillos y catedrales, como el Castillo de Špilberk, frente a la colina de Petrov, o la Catedral de San Pedro y San Pablo.
La gastronomía local es otro aspecto que hace brillar a Brno. Más allá de los platillos tradicionales checos, la ciudad ha abrazado la cocina internacional con entusiasmo, con un sinfín de restaurantes de cocina creativa y mercadillos callejeros que ofrecen una fusión de sabores, creando una experiencia culinaria de lo más diversa. Si viajas en invierno, entra en calor con una bramboračka (sopa de patata) o prueba su mítico koleno (codillo) o el víčková na smetaně (solomillo marinado).
La Catedral de San Pedro y San Pablo desde el castillo al atardecer
4ª parada: Budapest (Hungría)
En apenas 4 horas de tren cambiamos de país y nos plantamos en Budapest, la animada capital de Hungría.
La capital húngara se ha pasado años a la sombra de Praga y Viena y, sin embargo, cualquiera que la haya visitado sabe de sobra que bien merece una escapada para conocer todos sus secretos. Erigida como uno de los mejores destinos europeos en los palmareses de medios especializados, la ciudad del Danubio esconde un sinfín de joyas de la arquitectura, calles llenas de encanto y zonas verdes, capaces de ofrecer todo lo que buscamos en un viaje de unos días. Aunque el río la divide en dos: (Buda, en la orilla oeste del Danubio; y Pest, en la este), sus majestuosos puentes de finales del siglo XIX las unieron para siempre convirtiéndolas en la magnífica ciudad que es a día de hoy.
El skyline de Budapest
La capital húngara es también conocida por ser la Ciudad de los Balnearios, debido a sus 118 manantiales. Sin duda, uno de los más conocidos de Europa y que no te puedes perder es el balneario Széchenyi, especialmente por la noche. No te vayas sin visitar el emblemático barrio de Terézváros, donde se encuentra la Ópera Nacional de Hungría y donde también podrás alojarte en el hotel Barceló Budapest, rodeado de museos y en pleno centro histórico.
Entre los imprescindibles de Budapest se encuentran el Parlamento, el Castillo de Buda, el Laberinto, el Bastión de los Pescadores, el Puente de las Cadenas y su famosos Barrio Judío, donde además de visitar la imponente sinagoga, en sus inmediaciones encontrarás un puñado de cafés, restaurantes y tiendas de ropa vintage con un ambiente de lo más animado.
Los ruin bars (bares en ruinas) son uno de los grandes atractivos de la vida local de Budapest y a los que acuden los lugareños para relajarse entre amigos o bailar hasta altas horas de la noche
5ª parada: Liubliana (Eslovenia)
Para llegar a nuestra quinta y última parada, necesitaremos coger el tren en Budapest en dirección a Liubliana, en Eslovenia. Como este trayecto es el más largo de la ruta (aproximadamente unas 9 horas según la opción que reserves), puedes aprovechar para hacerlo de noche. Agradable, vibrante y hermosa, Liubliana tiene todo lo que puedas desear en una ciudad. Además, esta capital es conocida como la Capital Verde de Europa, por lo que es un destino infalible para poner broche a un viaje a paso tranquilo, entre jardines, parques y agradables zonas verdes.
Poco conocida, pero con encanto de sobra para convertirse en tu próxima ciudad favorita, Liubliana es la capital del país desde el término de la Segunda Guerra Mundial. Atravesada por el río que le da nombre, mide 164 kilómetros cuadrados de superficie y cuenta con unos 300.000 habitantes, lo que la convierte en un destino ideal para ser conocido a pie o en bicicleta.
Vista de pájaro sobre Liubliana un día soleado
Dos calles que querrás recorrer una y otra vez son las Stari Trg y Breg, ubicadas junto al río y donde experimentar en primera persona la faceta más dinámica de la ciudad. Además, Liubliana presume de una atractiva y dinámica oferta cultural, con sorprendentes museos, como el Museo Nacional, la Galería Nacional o el Museo Etnográfico, hasta modernas galerías de arte.
Conocida como la Nueva Praga, con la que guarda un gran parecido, la capital eslovena también recuerda a otras grandes ciudades europeas. Con un marcado carácter arquitectónico, algunos de los lugares imprescindibles que ver en Liubliana van desde el casco histórico, el castillo, el Puente del Dragón, la ribera del río Ljubjanica, el barrio de Trnovo, el parque Tivoli o la catedral hasta sus tranquilas y hermosas zonas verdes.
Nada mejor para acabar esta ruta en tren por Europa que respirando aire puro en el Tivoli Park, el gran pulmón de Liubliana que encontrarás a solo cinco minutos del centro. Como ves, viajar en tren por Europa es más sencillo de lo que crees y uno de las formas de hacerlo que más aventuras te reportarán. ¡Chu, chuuu!
Una calle del centro histórico de Liubliana al caer la noche